Andreína Womutt. Medea, de Grishka Holguín. Taller de Danza de Caracas. Foto. Miguel Gracia

Asumir la danza como un hecho artístico total supone por parte de su intérprete el dominio de técnicas corporales y códigos expresivos, así como el conocimiento de los procesos históricos y sociales que le han dado origen y la han determinado, al igual que los fundamentos teóricos que la sustentan.

Intérprete por excelencia fue Andreína Womutt (1958-2013), quien dedicó su carrera profesional a crear, desarrollar y comunicar una personalidad artística sobre el escenario: dramática y violenta en Medea de Grishka Holguín, lírica y virtuosa en Naturaleza viva de José Ledezma, salvaje y  sensual en Para Andreína de Macarena Solórzano y plena de abigarrada teatralidad en Adiós de Adriana Urdaneta.

Esencialmente bailarina, buscó la dimensión del creador integral y a sus vivencias en la escena unió su formación académica en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Como consecuencia de este tiempo de estudios superiores surgió el libro Movimiento perpetuo, editado por Fundarte hace treinta años. En esta publicación Womutt resumió lo que, para ese momento, era una corta pero intensa historia de la danza contemporánea venezolana.

Testimonios de precursores, coreógrafos, bailarines y maestros se reúnen en este libro, todos recogidos por la notable intérprete del Taller de Danza de Caracas, también de Danzahoy  y cofundadora de Rajatabla Danza, en su labor de investigadora. De creador a creador conversó con los protagonistas de la danza experimental de los años sesenta, setenta y ochenta, para sí obtener una visión cercana y objetiva de ella. No se trató de un ejercicio crítico. Son ensayos escritos por una bailarina, que se suman  a la conformación de la memoria de las artes escénicas en el país.

El texto comienza con un esclarecedor testimonial de su autora:

“Se apagan las luces  o el estudio se despeja. Siempre quedo allí sola y comienza mi viaje hacia lo desconocido. Una aventura nueva. Quizás por eso el baile para mí nunca ha perdido su encanto. Todo se centra en un juego. Juego con el espacio, con el tiempo y con mi propio cuerpo y, en todo esto, siempre está presente lo imprevisto, el azar.  Los espacios son diferentes cada vez y mi cuerpo es tan entraño. Llevo años estudiándolo, trabajándolo y aun así hoy me es desconocido. El baile transcurre en un instante, al menos eso creo. Siento que todo pasa en ese instante. Lo que siento es tan confuso y tan claro, tan lento y tan fugaz a la vez que es casi inexplicable”.

Andreína Womutt. Adiós, de Adriana Urdaneta.Danzahoy. Foto. Gabriel Reig

Luego, formula un reclamo pertinente en relación con la valoración de la danza como arte escénico, para ella insuficiente en el medio venezolano:

“Lamentablemente, en la escena nacional la danza no ocupa su justo sitio. Quizás en esto ha sido decisiva la amnesia crónica que padece la nación para con aquellos que todos los días, con el propósito de hacer, descubren sus emociones para advenir al nacimiento de una expresión superior. Pero, a pesar de todo, la historia de nuestra danza es admirable”.

En Movimiento perpetuo Andreína Womutt se refiere con precisión a la danza de los Estados Unidos de América, la de mayor influencia en Venezuela para el momento de realizar esta investigación, desde los pioneros de la danza libre y los nombres fundamentales de la danza moderna, hasta los albores de la llamada nueva danza.

A partir de allí, aborda las condiciones políticas, económicas y sociales asociadas a la evolución de la danza contemporánea en Venezuela, que la autora llama una “historia sin continuidad”. Así, aparecen los nombres del bailarín y coreógrafo mexicano Grishka Holguín, pionero de esta manifestación en el país, de Conchita Crededio, primera bailarina venezolana en dedicarse a la danza contemporánea profesional y Sonia Sanoja, figura referencial de la danza venezolana y latinoamericana.

Andreína Womutt y José Ledezma. Al final de la tarde. Taller de Danza de Caracas. Foto. Bárbara Brädli

La narración continúa con el acercamiento a los proyectos artísticos y formativos creados desde finales de los años sesenta hasta principios de los ochenta, junto a sus repertorios y juicios críticos, de José Ledezma y el Taller de Danza Contemporánea, luego llamado Taller de Danza de Caracas; Adriana Urdaneta, Luz Urdaneta y Jacques Broquet y Danzahoy; Hercilia López y Contradanza; Norah Parissi y Macrodanza, finalizando con Marisol Ferrari y Danzaluz. Concluye el texto con una aproximación de la autora a una cronología de la danza escénica en Venezuela desde 1948 hasta 1989.

Movimiento perpetuo, al momento de su aparición en 1991, representó algo poco frecuente en el panorama de la danza escénica nacional: una bailarina en activo, Andreína Womutt, suscribía un libro como aportación a la requerida reflexión teórica sobre las circunstancias de danzar.

 


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