A la revolución socialista siempre le han encantado los motores y no hablo precisamente de los llamados “cinco motores” que una vez se inventó el fallecido presidente y charlatán eterno, Hugo Chávez Frías. Hablo de los motores de alta cilindrada que mueven los carros de lujo en los que les encanta andar encaramada la élite chavista. No de gratis la sabiduría popular dice que después de la tos, no hay nada más difícil de ocultar que una riqueza sobrevenida. El nuevo rico tiene una necesidad imperiosa de mostrar lo que tiene, en una opulencia que siempre raya en exhibicionismo chocante. Mucho más chocante cuando la fortuna del nuevo rico se edifica sobre la miseria de millones.

Esa es la radiografía de la realidad venezolana y quien tenga dudas de lo que digo solo tiene que rebobinar en su cabeza unos años atrás y recordar quiénes popularizaron aquí las camionetas Hummer y las Four Runner. Bastante que las vimos abrirse paso en el caótico tráfico caraqueño escoltadas por la Guardia Nacional, frente a la expresión del común que no le quedaba otra forma de desahogarse que diciendo: “Allí va otro enchufado”. Aunque indignaba verlos pasar, aquel sentimiento de ira estaba contenido por la ficción país que había desbordado un poco de falsa prosperidad en todos los sectores de la vida nacional. Al punto de que hasta era posible para los socialistas más recetados camuflarse entre quienes, sin tener como oficio el saqueo nacional, podían comprarse también sus buenos carros.

Hoy la miseria del presente hace que el lujo de unos pocos sea cada vez más visible a la vista de todos. Un lujo al que extrañamente no le afectan las llamadas sanciones. Lo vimos la semana pasada cuando las autoridades norteamericanas confiscaron 81 naves último modelo listas para ser enviadas a Venezuela. Todas blindadas, demás está decir, pues carro de enchufado que se respete es blindado. Una transacción que supera los 3 millones de dólares, cifra que para los saqueadores del país debe ser una nimiedad. Quizás hasta el monto sea lo menos importante, sino la hipocresía y la inmoralidad de una dictadura que repite día y noche que aquí no hay medicinas producto de las sanciones pero que se compra jugueticos en el imperio como si nada. Mientras tanto, pobre pueblo con las suelas de los zapatos desgastados de tanto caminar o en bicicleta y no precisamente por razones ecológicas. Socialismo puro, ni más ni menos, motores a máxima revolución.

@BrianFincheltub


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