Por Erica Muñoz

El conocimiento del mundo se ha convertido en una necesidad intelectual y vital”.

Edgar Morín

Esta perspectiva ve al objeto y a su vez toma los elementos multidimensionales de la realidad para comprenderla, plantea el mundo como un todo indisoluble, donde el espíritu individual de cada persona es complejo, pero a su vez se encuentran entrelazados. Su pensamiento se orienta a que hay que sustituir la visión de un universo que obedece a un orden impecable por una visión donde el universo sea el juego y lo que está en juego es una dialógica entre el orden, el desorden y la organización. Este pensamiento complejo se encuentra entrelazado como en un tejido fino de hilo; no obstante, reconoce que son necesarios los aportes científicos ya existentes, pero los considera insuficiente para afrontar el presente. Cuando se habla de complejidad también se habla de un abordaje multidisciplinario, que involucra la dialógica, es decir, contempla más de un significado en una palabra en un mismo enunciado.

Plantea la heterogeneidad, la interacción y el azar, su concepción del objeto del conocimiento no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación con su entorno, por lo que el todo es un sistema. Esta visión ha impactado el contexto de la educación, la interpretación de la humanidad, la política y el mundo interconectado. Por otro lado, contiene una visión hologramática, que permite ver las partes en el todo y el todo en las partes, así como la recursividad. Se establecen entonces dos dicotomías, la reduccionista y el planteamiento desde la complejidad, este último en expansión a través de diversas publicaciones, dentro de las cuales se pueden destacar algunos como: El método (1977), Introducción al pensamiento complejo (1990), La complejidad humana (1995), Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (2000).

Para este autor, el sujeto es toda realidad viviente, con autonomía, individualidad y capaz de computar, es decir, con la capacidad de procesar la información, por ende, el hombre es el sujeto de mayor complejidad. Dentro del abordaje de la introducción al pensamiento complejo, el autor divide en seis partes su obra, donde expone su punto de vista, las cuales identifican donde subyace su visión de la complejidad y sirven de fundamento para impulsar sus obras más recientes, también realiza un análisis de los que adversan su paradigma de la complejidad y reflexiona sobre sus argumentos. Plantea la inteligencia ciega en la complejidad al hacer referencia al peligro que representa la ignorancia que devino de la concepción original de la ciencia que fue introducida desde Descartes y el cual genera un mecanismo de pensamiento que mutilan la visión de un mundo que funciona como un sistema complejo.

La visión con la que afrontamos los conocimientos se encuentra plegada a un modelo reduccionista que sesgó y marcó nuestro pasado histórico. Por ende, debemos tomar conciencia del error y reconocer la necesidad del cambio para encaminar los esfuerzos en encontrar soluciones diversas y aceptar lo complejo de las cosas y ver el mayor alcance que conlleva mirar desde la complejidad en una realidad cambiante y móvil, que va más allá de la causa y efecto, mezclado además con el factor incertidumbre. Por tanto, él ve la necesidad del conocimiento como parte de la historia humana, desde la perspectiva de la complejidad, este conocimiento ha estado cegado por unos mecanismos instalados en nuestras mentes que permiten mirar al mundo, dentro de esta programación del pensamiento.

Esto ha obstaculizado al mismo tiempo el avance en otras áreas y dio origen a una dispersión en torno al modo de concebir la realidad. Mirar la complejidad desde la sociedad, implica ver al individuo en sí mismo como un todo, pero a su vez interrelacionado con otros, conformando la sociedad, pero a su vez estas son un todo que conforman el mundo. Pero su estudio puede darse desde lo biológico, lo cultural, social, esta concepción deja de lado la simplicidad, lo cual implica que, para comprender el problema de la complejidad, hay que saber, antes que nada, que hay un paradigma de simplicidad: “Es un paradigma que pone orden en el universo, y persigue al desorden. El orden se reduce a una ley, a un principio. La simplicidad ve lo uno y lo múltiple, pero no puede ver que lo uno puede, al mismo tiempo, ser múltiple. El principio de simplicidad o bien separa lo que está ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción)”. (Morín, 1995, p.55)

O sea, consiste en establecer una visión más totalizadora de la forma en que se interpreta la realidad, mirando en los espacios vacíos y en las interrelaciones que existen, donde el orden, el desorden y la organización están presentes y siempre en constante cambio. En este escenario, el factor de la incertidumbre y el azar están presentes dando una visión aún más compleja. Este cambio hacia el paradigma de la complejidad manifiesta el autor, es un proceso inacabado que debe profundizar, ha tenido un impacto en la forma de mirar las ciencias, emergen entonces disciplinas nuevas que se fusionan para complementarse unas a otras. En este sentido, la complejidad y la acción no se limitan, busca precisar las incertidumbres y azares que deriven en supuestos escenarios y toda una gama de acciones posibles, desde donde el individuo tenga un cierto control.

Explica Morín (1998): “… no es una receta para conocer lo inesperado, no obstante, nos vuelve prudentes, atentos, no nos deja dormirnos en la mecánica aparente y la trivialidad aparente de los determinismos” (p.75). Propone para ello, la elaboración de estrategias que ayuden a minimizar los eventos impredecibles ante las crisis, implica mirar desde la complejidad.

En toda organización se ve reflejada la complejidad, según este autor el orden, el desorden se encuentran en constante tensión y fluyen en tanto tratan de organizarse, en este entretejido se produce de forma imperceptible la unión del todo con cada una de sus partes, ellas son influenciadas por tres causalidades, las cuales están en todos los niveles de la organización. Al respecto, una empresa debe visualizarse a sí misma inmersa en el complejo del entorno que lo rodea, de sus individuos y del servicio que presta a la sociedad, este amplio conocimiento lo hace percibirse integrado como un sistema, mantiene el principio de (eco)organización.

Desde la epistemología de la complejidad, la contradicción es elemento que se mezcla entre el orden y el desorden necesarios para explicar la realidad desde la perspectiva de este autor. Lo cual, en conjunto con lo impredecible y el azar, constituyen una estructura mental que te prepara para lo incierto. Es precisamente esta visión de la epistemología lo que causa malentendidos con otros especialistas en el tema, al cual Morín (1998), afronta dando su visión global de la complejidad, expresando “Ciertamente, me gusta mucho integrar pensamientos diversos y adversos” (p.87). En cuanto a la tecnología, considera que se encuentra estrechamente relacionado con la acción, pero a su vez presupone una cierta desorganización que reinserta al sujeto y al objeto en la globalidad a la que pertenecen. Sus distintas formas de captar la realidad son multidimensionales, por lo que se requiere una estrategia de pensamiento no reductiva, sino reflexiva.

Esto, a su vez implica, hablar de entornos abiertos, en donde se aceptan y conviven el caos y el orden como vínculo que une al sujeto y el objeto. Por tanto, la innovación tecnológica en educación se debe enfocar en “enseñar a pensar”, lo que se traduce en enseñar un conocimiento que sea capaz de criticar el propio conocimiento. En este contexto, la educación no puede separarse de los avances en materia de acceso a la información y a las comunicaciones, que se han convertido en un enlace cada vez más necesario, útil, rápido, económico y flexible del hábito en el individuo. En un mundo con una visión compleja y convulsionada que vive el planeta, el objetivo primordial de la educación es humanizar.

No obstante, es evidente la necesidad de innovar, en un mundo en crisis, para dar soluciones a problemas complejo, lo cual considero debe acompañarse de la experticia como elemento clave que podemos inculcar desde la educación, es decir, la reflexión de la praxis educativa, donde la innovación tecnológica debe tomar la concepción de la ética como principio de (eco)organización. El individuo y la educación están siendo influenciados por las nuevas herramientas tecnológicas que aparecen y se transforman sin límites aparentes, efectuándose una fusión entre el conocimiento y la virtualización de la educación.

Estos elementos se unen, convirtiendo al aprendizaje en una gama de posibilidades que van desde los presenciales, semipresenciales hasta lo cibernético. Por ende, es necesario replantear la educación en una nueva forma de educar al ser humano,  donde la visión compleja se entremezcla con lo holístico, que a mi modo de ver toma cada vez más relevancia, darle una visión hologramática, es mirar la unión de las tecnologías de la información y comunicación con la educación, pero no olvidando que se forma fundamentalmente al ser humano, que requiere una educación que le dé sentido al mundo y lo comprenda.

Enseñar la comprensión para Morín significa enseñar a no reducir al ser humano a una o varias cualidades que le son múltiples y complejas. Implica además un cambio del sistema educativo tradicional, para ello debemos saber hacia dónde vamos, Morín (2011), dice; “… no se puede reformar la institución sin haber reformado antes las mentes, pero no se puede reformar las mentes si antes no se han reformado las instituciones” (p.147). Esto conlleva a reflexionar sobre nuestro sistema educativo desde el nivel preescolar hasta la educación superior, en virtud de precisar cuáles son los elementos que realmente se requieren en la capacitación del ser humano para afrontar este siglo, lleno de crisis, incertidumbres y complejidades.

No podemos olvidar que los recursos tecnológicos deben tener un uso educativo de la mano de la pedagogía, esto implica ser usados como herramientas de apoyo, que no puede sustituir la esencia humana. La virtualización de la educación no significa dejar de “enseñar a pensar”, se trata de educar utilizando otros medios de comunicación. Morin: un referente necesario para (de)construir el pensamiento y generar otro pensar,

 


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