Carlos Alberto Montaner (La Habana, 1943) ha escrito su última columna, después de medio siglo publicando en los mejores diarios de Estados Unidos, España y América Latina. El Nacional ha tenido el privilegio de contar con su firma por décadas. Es, escribe, una jubilación sin júbilo. Un retiro forzado por una rara enfermedad neurológica que le impide conversar bien y leer. «He escrito miles de columnas y debo a mis artículos todo lo que he hecho posteriormente».

Hijo, padre y abuelo de periodistas, Montaner es autor además de una treintena de títulos entre novelas y ensayos en los que sus muchos lectores disfrutan tanto leyéndelo, como él escribiendo. «Sus textos son una muestra más de su honestidad intelectual: ilustra sin dogmatismos y siempre está a la escucha», se lee en el portal español El Independiente. «Nunca le he leído una columna mala», ha dicho su amigo Federico Jiménez Losantos en Libertad Digital, quien admira en Montaner su sobriedad y una difícil disciplina que le permite encontrar una cierta levedad que no abruma al lector. Un humor sutil que lo acompaña aún en asuntos atroces, como la larga y temible tiranía que ensombrece su añorada Cuba.

Criado en una familia contraria al régimen de Fulgencio Batista, Montaner aún adolescente fue advertido muy pronto de la deriva comunista de Fidel Castro y un reportaje de la revista Bohemia (fundada en 1908) que narraba la entrada de tropas soviéticas en Hungría a fines de 1956 y que culminó con miles de muertes, lo marcó y afiló su ojo crítico frente a los fusilamientos y la instauración de un poder autoritario. Decidido a enfrentar  la «revolución» fue detenido a los 17 años ―lo que le salvó la vida por ser menor de edad―, encarcelado en una prisión para menores de la que pudo escapar, se asiló en la Embajada de Honduras y de ahí salió para Miami, donde fue vendedor de la Enciclopedia Británica para pagarse sus estudios de literatura en la Universidad de Miami. «Fueron las circunstancias las que me llevaron a la política, pero sin afán de protagonismo», recuerda en sus memorias Sin ir más lejos, publicadas en 2012

Residenciado en España desde 1970 y convertido en lo que quería ser, un escritor ―huyendo de un destino como vendedor o profesor―,  Montaner se define como un liberal, que entiende que la libertad debe ser colocada por encima del resto de los valores. «Creo en la justicia social, en la superación del ser humano, todo eso está muy bien, pero la libertad individual es el valor que debe primar en una sociedad». Sus artículos y sus ensayos ―particularmente, Libertad, la clave de la prosperidad (1995) y La libertad y sus enemigos (2005)―, también sus numerosas conferencias tanto en Europa como en países de nuestro continente son testimonio de esa profunda convicción.

Crítico de Donald Trump ―y de Hugo Chávez antes, y Nicolás Maduro ahora―, Montaner cuestiona la admiración en nuestro países por esos gobiernos intervencionistas en la economía, que prometen una sociedad más igualitaria y en el camino vulneran derechos individuales. «Eso nunca conduce a la libertad y tampoco, generalmente, al perfeccionamiento del desarrollo. Por el contrario, llevan al exilio, al desastre, a la dictadura».

Se extrañará la voz diáfana y el compromiso con las ideas de la libertad que Montaner ha contribuido a difundir. El mejor homenaje: leerlo y escucharlo (abundan en la web sus conferencias).

 


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