Hace 10 meses, en julio de 2021, publiqué un artículo aquí en El Nacional al que titule «Intervenciones no farmacéuticas».

Dicho artículo abordaba dos temas: uno el del spillover y los modelos de predicción de spillover. El otro fue el trabajo en el que participaron 9 profesionales venezolanos, entre ellos el médico internista e infectólogo Julio Castro, titulado «Las marcas de la crisis humanitaria venezolana en la primera ola de la covid 19: escasez de gasolina y migración fronteriza» (Signatures of the Venezuelan humanitarian crisis in the first wave of COVID-19: fuel shortages and border migration).

Dicho trabajo tuvo una conclusión interesante, misma que vuelvo a citar a continuación: «La baja conectividad dentro del país probablemente retrasó la epidemia en la mayoría de los estados, excepto en los que limitan con Colombia y Brasil, donde la alta inmigración generó brotes. Las intervenciones no farmacéuticas desaceleraron el crecimiento epidémico temprano y la escasez de combustible posterior pareció ser responsable de limitar la propagación del covid 19 en todo el país».

La palabra en inglés spillover (desbordamiento, derrame) significa algo que fluye fuera de o se extiende más allá de un contenedor, espacio, área, etc. y es usada con frecuencia en enfermedades infecciosas para denotar aquellas donde el agente causal surge a partir de un foco animal y se extiende o transmite al humano.

Con relación al tema del spillover escribí que un grupo de 10 científicos publicaron un trabajo titulado «Jerarquizando el riesgo de infección viral del animal al humano para nuevos virus descubiertos» (Ranking the risk of animal-to-human spillover for newly discovered viruses).

De acuerdo con el mencionado trabajo, el número de muertos y las pérdidas económicas resultantes de la pandemia del síndrome respiratorio agudo severo causado por el SARS-CoV-2 son claros recordatorios de que somos vulnerables a las amenazas virales zoonóticas. El término zoonótico significa una enfermedad que normalmente existe en los animales pero que puede infectar a los humanos.

En la página 7 de 8 del trabajo, se ubica la extensa Tabla 1. Allí se listan en orden de mayor a menos riesgo, los derrames (spillover) potenciales de los 50 virus así decantados por la metodología allí descrita y los 3 primeros lugares, en orden de mayor a menor riesgo de derrame son: el virus de Lassa, el SARS-CoV-2 y el Ébola. El segundo y tercero mencionados ya son ampliamente conocidos, no así el primero, al menos aquí en nuestro país. El origen de la fiebre de Lassa fue descubierto en 1969 y está fundamentalmente diseminada en África Occidental.

Ahora bien, ¿a que no adivinan ustedes cuál virus estaba en dicha lista en el lugar 24 de 50?

Pues nada más y nada menos que el «Monkeypox virus». Y esa es solo la mitad de la noticia.

La otra mitad de la noticia es que entre el virus de Lassa y el de Monkeypox y apartando el del SARS-CoV-2 y del Ébola, hay todavía 20 virus en la cola como potencialidad de spillover y después del monkeypox virus hay, todavía, 25 más.

Definitivamente no es una buena noticia ni para la humanidad ni para nosotros los venezolanos, pero mucho menos lo es para los 25 aquellos que escribieron la primera carta de sumisión y súplica.

 


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