La trampa es un medio ingenioso para simular algo. El fraude perpetrado a la medida el 6D fue algo tan burdo que careció de mínima verosimilitud antes, durante y después de ejecutado. En los sistemas totalitarios la democracia pierde significado y se le niega a la sociedad cualquier tipo de mecanismo para buscar certidumbre, entre ellos, las elecciones libres para el cambio político. “Si no votan, no comen”, amenazaron días antes de los comicios; pero, en lugar del miedo y la sumisión, emergió una actitud de rebeldía que revela la profundidad de los valores democráticos y la dignidad del pueblo venezolano. Y es que hay una realidad que es inocultable y esa es el unánime rechazo al régimen por parte de la otrora base electoral del chavismo. Allí yace una fuerza política y moral que dice: “El que no cree, no vota”.

Una esmirriada votación de 9,6% del oficialismo constituye una clarinada sonora de hartazgo político; los centros de votación vacíos contrastaron con las colas larguísimas para abastecerse de gasolina en las estaciones de servicio. Esta fue la patética fotografía que vio con sus propios ojos el cuerpo diplomático, así como la brutal abstención resultó en la mejor “consulta” a la soberanía popular.

No es la antipolítica sino la antipolíticos, son ya 22 años con el mismo elenco, desgastado, vaciado de contenido, integridad y sentido. Fracasado y lucrado. Viven de nuestra desgracia aquellos que nos han defraudado por tanto tiempo.

Urge la recomposición del liderazgo democrático y una línea coherente de acción. Urge construir un nuevo curso de acción con otras caras. Ya basta del chantaje de la unidad, es la hora de pedir y exigir más que nunca rendición de cuentas y liderazgo renovado, orientado a la libertad y al bien común. Estamos persuadidos de que contra la rectitud y la verdad no hay estrategia que perdure. Apostamos a la unidad de propósito y a un camino específico desprovisto de las mentiras frustrantes del zigzagueo superficial, que tanto daño ha ocasionado y tan caro hemos pagado como sociedad.

El momento es de resistir, persistir y enfrentar. Necesitamos de referentes claros, el vacío de sentido nos agobia. “Pensar” es una acción eficaz que nos encamina a romper con los patrones que nos trajeron hasta aquí, dejemos de ser borregos y denunciemos la banalización de la política. Está demostrado que el sentido de la pasividad de la servidumbre favorece la oscuridad y el vacío. La política banal es ineficaz e implica una pérdida de tiempo que nos quiebra moralmente y se convierte en otra cadena más que pesa mucho y constituye un estorbo.

El narcorrégimen solo saldrá, si no implosiona antes, mediante la construcción de una amenaza creíble, como pudiera ser la creación de una fuerza de tarea multinacional para la paz y el rescate de la democracia.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!

 

 


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