Ilustración @rchovet

 

¿Dónde se puede celebrar el hallazgo del Nuevo Mundo y la identidad patria; el día de Thanksgiving desde el pavo hasta el pumkin pie; y la Navidad en el más puro estilo de Güi-güichu-a-merricrijmas en menos de dos semanas?  ¡Ay, bendito, en Puelto Jrico! “¡Ave María, si el 19 de noviembre de 1493, Colón nos descubrió y nosotros tenemos 510 años festejándolo!”

¡Pero si el 12 de octubre es cuando uno hace el acto cultural en el colegio con la Reina Isabel y las carabelas y Rodrigo de Triana gritando hidrófobo! Pero es cierto, la islita taína Borinquén fue avistada en el segundo de los viajes del genovés alucinado, quien escribió: “…y de mayores tierras y más fermosas y ansí de la misma fechura, a la cual dixe el nombre de Sant Juan Baptista”.

—¡¿Por qué ustedes no conmemoran el Descubrimiento como en el resto de América?!

—Diiito, polque todos ustedes tienen para celebral su Día de la Independencia, en cambio, nosotros, no. Aquí siempre hemos tomado agua de colonia.

Y gente festeja con furor su puertorriqueñidad e hispanidad. En todas partes ponen un adornito: un galeoncito español, unos doblones y que de oro, un indio y un descubridor asombrados: “¡Oh!”. Y los historiadores comienzan el debate bizantino: el Almirante desembarcó en la ensenada de Aguada; no, en Mayagüez; no, en Cabo Rojo; no, en Añasco. La mayor de las polémicas es la Don Aurelio Tió: “No fue Cristóbal Colón, sino Martín Alonso Pinzón quien descubrió a Puerto Rico en el primer viaje de la expedición”.

El 19 termina y hay que comenzar a prepararse para la festividad de Thanksgiving, que los portorriqueños honran como si acabaran de desembarcar del “Mayflower”.

En 1621, tras haber sobrevivido un invierno atroz, los Pilgrims de Plymouth aprendieron a pescar y a cosechar el maíz gracias a la conmiseración del jefe indio Massasoit y de su tribu, los Wampanoag. Tras la cosecha, el Gobernador Bradford proclamó el primer festejo americano para expresar gratitud a Dios. El festín, en donde cuatro pavos fueron preparados, fue compartido por los colonos y una delegación de nativos.

En Puerto Rico en la lechonera de Doña Coco preguntan: “¿Van a querel el mofongo con gravy de corned beef?”. Al extranjero se le cortocircuitea la base de datos gastronómicos: plátano verde con ajito y chicharrón, y un toque de salsita gringa de lo más God Bless America. Como peregrinos al son de Gilbeltito Santajrrosa.

Pasa Thanksgiving y no se ha terminado de hacer la digestión de la alcapujrria con cranberry sauce, cuando la Navidad es decretada oficialmente y todo es ornamento y campanita.

Para el escritor Emilio Díaz Valcárcel, la puertorriqueñidad es un sentimiento que se extiende más allá del espacio geográfico: “No es que uno haya nacido por casualidad, sino que, habiendo nacido en un país, le importen sus raíces”. Sus raíces… y los injertos y el abono marca A.C.M.E. Y ya  pronto viene el Día de Reyes y harán otra parranda al grito entusiasta de: “¡Japi Tri Kin Dei!”.

@carolinaespada


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