Desde que tengo uso de memoria, siempre se ha hablado de las potencialidades del país y sus posibilidades de dar el gran salto, es decir, pasar de ser una nación tercermundista, a una con capacidad de satisfacer la mayoría de sus necesidades, sean alimenticias, tecnológicas y humanas.

Por lo tanto, todos los gobiernos desde 1958 hasta ahora han diseñado planes que pudieran lograr esos objetivos planteados. Los mismos estaban direccionados en mejorar la formación de nuestros recursos humanos, así como crear nuevas empresas para suplir importaciones y optimizar las que ya estaban en funcionamiento.

No obstante, a pesar del esfuerzo, esas políticas desarrollistas se quedaban a mitad camino, ya que estaban basadas en un exagerado gasto fiscal, gracias a los altos ingresos petroleros y no por su capacidad de generar riquezas. El problema surgía cuando el flujo de dólares bajaba, debido a la caída de los precios del oro negro, originando déficits presupuestarios porque no podían cubrir el gasto de funcionamiento.

Eso nos llevó a que tuviéramos cementerios de empresas por un lado, ya que su fracaso era inminente y a su vez, tener profesionales subpagados en otra, debido a que las personas no valían ni valen por sus conocimientos y por sus competencias, sino por el contrario, eran completamente obviados, ya que Venezuela siempre prefirió abrazar y premiar la obediencia política o en su defecto, un uniforme, porque la formación académica, la capacidad y el deseo de mejorar las cosas, en pocas palabras, no eran suficientes, porque el fin último era igualarnos hacia abajo, debido a que el éxito era y es penalizado.

Por lo tanto, no se puede hacer un país ni a realazos, ni a decretazos a través de leyes habilitantes o por caprichos bananeros de un gobernante que se cree poseer la verdad absoluta. Una nación se construye buscando cambios de actitud en su sociedad. Pero, nunca falta un, pero, eso no se pudo o no se quiso hacer, por lo cual nos llevó por el mal diseño de políticas públicas, provocando que la sociedad no tuviera un propósito de largo plazo, porque siempre se le quiso dar un tinte proselitista, con el fin de ganar clientes políticos. Conclusión, nunca seremos esa Venezuela potencia que tanto han cacareado en estos últimos años.

Lo más pernicioso de lo anteriormente descrito, es que el venezolano se hizo dependiente del Estado para lograr sus metas, castrando su capacidad de emprendimiento y convirtiéndolo en esclavo de las regalías del gobierno de turno. Los gobernantes, sin distingo de color e ideología política, se dedicaron en formar eunucos mentales, sin capacidad de pensar ni de discernir, originando en su psique un solo esquema mental, expresado, en una palabra, “dame”, una actitud de conveniencia para los movimientos políticos, para obtener votos automáticos.

A pesar de que siempre se ha tratado de vender a través de campañas propagandísticas, un supuestos apego y amor incondicional hacia Venezuela, sin embargo, nadie en verdad la ha querido en su justa dimensión, porque los que lograron llegar a instancias de poder, su única finalidad fue, es y será enriquecerse de forma inmediata, mientras se le siguen dando falsas esperanzas al pueblo, regalándoles espejitos en momentos eleccionarios y palos cuando osan protestar.

Por lo cual se ha tratado de hacernos creer en los últimos años, que somos el número uno, gracias a un supuesto comunismo que nos ayudaría a llegar al cenit de la prosperidad, impulsados anteriormente por un felón y luego de su desaparición, por un oportunista, que lo más relevante que ha hecho en su vida, fue conducir un autobús, en pocas palabras, personas con escaso criterio de país y sin ningún proyecto de nación.

A su vez, nos hemos equivocado en buscar los socios que nos ayudarían a mejorar nuestra condición como nación subdesarrollada, nos aliamos con los chinos, los bielorrusos, los iraníes y los rusos, en el cual en el mundo entero se pueden apreciar sus ejecutorias en las naciones donde han actuado. Con la sola excusa del supuesto bloqueo de Estados Unidos hacia nuestro país, se han aprovechado para llevar a cabo políticas restrictivas e injustas y al mismo tiempo, forjándose un concordato de criminales para beneficiarse del contrabando de minerales y materiales estratégicos. No es el hecho de ser anticomunista, no me refiero a eso, sino que nos llenamos la boca diciendo que somos una nación de libertadores, que luchamos contra la opresión y la subordinación, pero contradictoriamente le abrimos los brazos a los cubanos, que han dominado hasta nuestra forma de hablar y pensar.

Ejemplos tenemos muchos para explicar nuestra realidad anteriormente esbozada, uno de ellos fue la supuesta independencia alimentaria, promocionando los fundos zamoranos y las expropiaciones de fincas y haciendas llevadas a cabo, que originaron la peor escasez en la historia venezolana, como si estuviéramos inmersos en un conflicto armado de alta intensidad. Originaron el abandono del campo, reflejado en una merma exponencial en la siembra, cosecha y comercialización de productos agropecuarios. Claro, se gana más en comisiones, importando alimentos, que producirlos en el país. Conclusión: hambre y desnutrición para el pueblo, beneficios y dólares para los enchufados.

Las andanzas anteriormente expuestas de los últimos años, explican cómo el Estado ha crecido de tal manera, que ha engullido a toda la sociedad, sin darnos cuenta que hemos perdido la libertad, ya que no nos permiten pensar ni actuar según nuestro albedrío, no podemos ser competitivos ni escoger lo que queremos hacer, a esto se le suma la pérdida de la libertad expresión, porque a través de la Ley del odio, hay que tener mucho cuidado en lo que se dice, ningún gobierno comunista va a permitir que se usen los medios de comunicación ni las redes sociales para expresar nuestras críticas y mucho menos protestar, ya que los revolucionarios sufren de sensibilidad otítica. La pregunta que debemos hacernos, por haber llegado a esta situación, es la siguiente¿de quién es la culpa? Misterios de la ciencia.

Pero si somos un poco más incisivos en nuestro análisis y dejando de lado la indignación, para lograr ese cambio que necesita el país, deberíamos hacer todo lo contrario de cómo se han venido haciendo las cosas hasta ahora. Suena simple, pero para poder llegar a ello, hay que educar no solo a los políticos, que les encanta prometer más allá de sus capacidades, sino a la sociedad en general, para que puedan ser ciudadanos capaces, que crean en el esfuerzo, la dedicación y la constancia, porque solo a través del trabajo, se podrán alcanzar y mejorar nuestra calidad de vida, porque el ser humano tiene una tendencia natural a progresar y a superarse, en pocas palabras, en la medida en que un país esté preparado y sea trabajador, en esa medida será una gran nación y podremos salir del subdesarrollo y nos liberaremos de los oportunistas, encantadores y estafadores politiqueros.

Por lo tanto, debemos declararle la guerra al atraso, a la ignorancia y a la flojera, tanto física como mental. Hay que recuperar el recurso más importante que tenemos, que es el humano, porque al ser reconocido y valorado, le daremos su justa dimensión al esfuerzo, a la formación y al mérito.

Desterrar de una vez por todas a los trepadores, arribistas y habladores de pendejadas. Para construir la patria sobre la verdad y así, solo así, tendremos un concepto de país, un proyecto de nación y una oportunidad de salir del tercer mundo. Una vez realizado el sacrificio, comenzaría otra historia, que es mantenerse para seguir generando oportunidades. Venezuela necesita ese cambio y como ciudadanos estamos obligados a ello, todos juntos podremos llevar a la nación al lugar que se merece, que no es otro que lograr la paz, la estabilidad política y mejorar la calidad de vida de todos los venezolanos.


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