El rechazo de Carolina Jaime Branger se hizo viral: «¡Qué cagada este Miss Universo! ¡Ganó la fea!”La representante de Estados Unidos había sido coronada Miss Universo y la venezolana, Amanda Dudamel, como primera finalista. No menos curiosa fue la agitada disputa que siguió en las redes sociales como consecuencia de esta sacudida que le propinó Carolina. Horas después y aún alterada, Carolina les dejó saber a sus seguidores: «¿Y ahora cómo me duermo con la rabia que tengo?». Su tono y su rabia se multiplicaron por decenas de miles en Twitter. Nada extraño, se trata de una “experta comunicadora” y otros miles de venezolanos parecían estar también desvelados como Carolina por la “derrota” ocurrida.

Otra sorpresa fue advertir que, en medio de las enormes desgracias que vive Venezuela, algo tan banal como un certamen de belleza despierte una pasión tan tenaz en venezolanos educados. Pensábamos que este espectáculo era, parafraseando a Marx, una especie de opio del pueblo, un entretenimiento de masas. Pero al seguir el hilo de la disputa que Carolina originó, nuestro interés aumentó porque parecía tomar la ruta de un bizarro pero moderno fenómeno socio-digital. En efecto, la comunicadora armó una suerte de bronca por Twitter que algunos la calificaron como una refriega entre “la bella y la bestia”.

Con una agitación in crescendo y estimulada por sus seguidores, Carolina recordó que, en 1967, otra “americana fea” también le había robado la corona Miss Universo a una prima suya, Mariela Pérez Branger. En medio de la escaramuza, un seguidor de Carolina recomendó un chanchullo, más propio de un Jorge Rodríguez en sus tiempos del CNE, que el de un fanático Miss Venezuela: «El que tenga fotos comprometedoras de Miss EE UU o sepa algo de su pasado, por favor que las saque pronto. Es lo único que nos queda». Carolina celebró la idea jacarandosamente, con emojis que se ríen y aplauden.

No fue una noche tan linda como esa… 

La misma noche ampliamos la indagación sobre la corporación de Miss Venezuela y encontramos aspectos más feos que los que Carolina encontró en la gringa que “despojó” a su prima de la corona en 1967. La información proviene de un reportaje del New York Times y lo firma la periodista Tal Abbady, quien creció en Venezuela.

“Cuando yo era niña” -comienza Abbady- “en pleno boom petrolero, pocos eventos vaciaban las calles de Caracas como el certamen de Miss Venezuela. El programa era transmitido en vivo desde un hotel de lujo. Las misses desfilaban en formación, enfundadas en trajes de noche, folklóricos o de baño. Eran presentadas por nombre, edad, medidas corporales y color de los ojos. La misión de la corporación Miss Venezuela era ver a la candidata de Venezuela coronada Miss Universo. Desde 1952 Venezuela ha ganado siete veces (solo superada por Estados Unidos), un logro bien publicitado”.

La industria de la belleza en Venezuela es una máquina de hacer mitos, pero se derrumbó (temporalmente) en 2018. La Organización Cisneros, dueña de la Corporación Miss Venezuela, decidió suspender sus operaciones luego de investigar las acusaciones de que los organizadores habían hecho arreglos para que candidatas del certamen fueran compañeras sexuales de patrocinadores adinerados del concurso, incluidos altos funcionarios del gobierno bolivariano de Nicolás Maduro.

Desde los años dorados de los setenta, continúa Abbady, cuando abundaba la riqueza petrolera, Miss Venezuela fue una fuente de orgullo nacional, una exportación que se pensó, estaba aislada de la política y de la corrupción. Su súbito desmoronamiento fue una de las tantas indignidades que Venezuela hubo de sufrir en su rodada económica bolivariana donde la hiperinflación ya había sumido a millones de venezolanos en la pobreza y el hambre.

Unos años antes de este deslave de sueños, en una investigación (ajena a la corporación Miss Venezuela) sobre empresarios venezolanos presuntamente involucrados en corrupción, en el cual participamos, surgieron documentos marginales que probaban, sin lugar a dudas, que “el zar de la belleza”, Osmel Sousa, recibía pagos de 15.000 dólares de conocidos empresarios a fin de que les facilitara el acceso a candidatas del Miss Venezuela. Más tarde el diario español El País informó sobre un esquema de lavado de dinero que vinculaba el Miss Venezuela con directivos de Pdvsa, uno de los cuales estaba relacionado con una exparticipante del certamen y un depósito de 1 millón de dólares en un banco de Andorra.

En 2017 la fiscal del Sur de Florida, Ariana Fajardo, develó el resultado de otra investigación en contra del presidente del Tribunal Supremo de Justicia de entonces, Maikel Moreno, quien disfrutaba una vida de superlujo en Miami, con cuentas bancarias millonarias y habría hecho un pago de 40.000 dólares a Osmel Sousa.

Espejito, espejito… ¿quién es el más vanidoso? 

Al igual que los esteroides en los deportes -señala un reportaje de Associated Press- las mejoras quirúrgicas son un pequeño y sucio secreto del mundo de los concursos de belleza. Pero es un juego limpio porque el reglamento del Miss Universo no señala límites para estos procesos quirúrgicos. La francesa Inés Ligron, la más grande experta en Miss Universo, suele decir que es frecuente que una concursante que podría haber ganado, opta por una cirugía estética a último momento y pierde.

En las últimas tres décadas, Venezuela ha ganado más títulos de belleza que cualquier otro país: 6 Miss Universo, 5 Miss Mundo y 6 Miss Internacional. Una explicación es que somos el país más vanidoso del planeta. Así concluye otro reportaje del New York Times, cuyo titular es elocuente: ¿Who is the Vainest of All? Venezuela. 

“Ha sido siempre un secreto a voces” -dice la entradilla del reportaje- “y se suponía que no debía compartirse con extraños, pero una encuesta de consumidores de países concluye que los venezolanos, tanto hombres como mujeres, son las personas más vanidosas del mundo. Si bien los resultados se consideraron un poco vergonzosos, no son sorprendentes”.

En efecto, según ese estudio de mercado 65% de las mujeres venezolanas y 47% de los hombres admitieron que piensan en su apariencia «todo el tiempo». La encuesta, realizada por Roper Starch Worldwide contrasta este sondeo con las mujeres en Estados Unidos, solo 27% de ellas y 17% de los hombres estadounidenses dijeron que su apariencia siempre estaba presente en sus mentes. Un empresario español residente de Venezuela comentó que de las tres empleadas domésticas que trabajaban en su hogar, dos ya se habían hecho una cirugía plástica y la tercera estaba ahorrando dinero para una operación. Gladys Duque Cabrera, una peluquera en Catia, entrevistada por el New York Times, aseguró que «los venezolanos prefieren no comer que dejar de lucir elegantes».

La doctora Nataly Cedillo Delyski, especialista en Ginecología Estética y Regenerativa en la Torre de Consultorios Médicos Santa Paula, asegura que los procedimientos como Labioplastia, Tensado Vaginal y Despigmentación Genital son muy populares en Venezuela y los más avanzados de los países del subcontinente.

Cuando la economía venezolana se contrajo brutalmente y resultó la peor recesión de la historia, las ventas de algunos alimentos básicos cayeron, pero empresas de cosméticos y productos similares reportaron aumentos en las ventas. En una entrevista que El Nacional le hiciera hace años al alemán Alfonso Hug, un experto lingüista y estudioso de culturas, resumió este contraste así:

»En la medida en que este país se hunde en la pobreza, las estrellas de la misses suben más, brillan más y ganan más importancia en la sociedad venezolana».


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