La saga Misión Imposible compite contra ella misma. Los estándares en los que se basa la serie de películas, se establecen según la ambición de su protagonista y productor Tom Cruise. Lo que hace complicado la forma en que, poco a poco, quedan pocos lugares en el cine de acción que la franquicia pueda explotar. Algo a lo que Misión Imposible: Sentencia mortal se enfrenta. 

Hay pocas cosas que el agente Ethan Hunt (siempre interpretado en plena forma por Tom Cruise), no haya enfrentado ya. Después de casi cuarenta años de batalla contra gobiernos, enemigos sofisticados, el crimen organizado e incluso, funcionarios de su propia agencia, el héroe ha batallado contra todas las formas del mal moderno. De modo que no sorprende que en la séptima entrega de la saga, famosa por haberse convertido en una especie de cine de autor del género de acción, el adversario sea invisible. Tenga mil rostros. Sea indetectable. Sea una entidad — su nombre oficial en la cinta — de inteligencia artificial.

¿Muy predecible? No tanto, cuando se analiza el objetivo del director Christopher McQuarrie. Anunciada como la despedida — simbólica, sin duda — del agente Hunt, la película tiene un claro aire revisionista. Lo que abarca desde recuperar personajes de la cinta dirigida por Brian De Palma, hasta recuperar elementos de la fantástica “Fallout” para enmarcar su argumento. Pero en especial, la séptima entrega de Misión Imposible tiene un propósito que acompaña a cada una de sus escenas desde el comienzo hasta el final. La de rendir tributo al cine espectáculo. Mucho más cuando la franquicia  — dirigida en diferentes momentos por John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird — se ha hecho un compendio de ambiciones cinematográficas con el transcurrir de los años.

De ser el remake de una serie televisiva medianamente exitosa, se convirtió en un recorrido bien pensado a través de los tópicos del cine de espionaje y la tensión internacional. Después, en espectáculo en estado puro y en la actualidad, en una mezcla de visiones y percepciones acerca del género como una forma de entretenimiento más compleja de lo que podría suponerse. Por lo que Misión Imposible: Sentencia mortal tiene la complicada labor de mezclar toda la narrativa clásica de la saga y conducir su energía hacia un final. O al menos, al anuncio de lo que podría serlo. ¿Lo logra?

A toda velocidad a través de lugares poco comunes 

No siempre y es uno de los puntos más desiguales de la película. El argumento, construido para un nuevo público además de los usuales fanáticos, dedica más de diez minutos a explicar con cuidado cuál es el objetivo del equipo en adelante. Lo que deja claro las implicaciones de este capítulo intermedio de lo que será el cierre de la franquicia. Ethan Hunt deberá enfrentar a un némesis malvado, bien entrenado e indescifrable. Uno que ni siquiera es humano y que además, antes que un punto en concreto en un mapa del mal contemporáneo, es una herramienta a punto de caer en las manos enemigas. ¿Los enemigos de quién?

Por primera vez desde su entrega inicial, la franquicia comienza a cuestionarse la lealtad de su equipo. Pero lo hace, no desde la sospecha de la traición, sino que desde el vínculo con las nuevas tecnologías y su peso en la nueva manera de concebir la realidad, hace hincapié en la ambigüedad de lo creíble. Uno de los puntos más interesantes de la cinta es, de hecho, su reflexión sobre la doble catadura de lo verídico en una época con imágenes digitales, la capacidad digital de alterar imágenes, recursos e incluso pruebas. En medio de algo semejante, ¿quién dice la verdad?

Pero, con más audacia todavía, Misión Imposible: Sentencia mortal cuestiona el origen del poder. El agente Hunt debe asegurarse que una herramienta fatal, violenta y por necesidad, peligrosa, no caiga en manos enemigas. A la vez, se cuestiona si debe entregarla a su gobierno, si quienes le envían a otra misión mortal son del todo creíbles o confiables. ¿Lo son?

La cinta no ofrece respuestas sencillas y a medida que avanza, la incógnita sobre la confianza y la dualidad se hace más dura de discernir. En especial, porque el guion, más elaborado que en otras ocasiones, tiene mayor interés en crear escenarios disímiles para que sus personajes puedan indagar en el sentido de lo real. Desde la presencia del misterioso Gabriel (Esai Morales), una pieza esencial en el pasado de Ethan Hunt, hasta la llegada de Luther (Ving Rhames), Benji (Simon Pegg) Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) y la recién llegada Grace (Hayley Atwell). La película une con cuidado un rompecabezas de datos e información, para originar un espacio inquietante en lo que nada es lo que parece.

Grandes acrobacias, un final incompleto 

Por supuesto, cualquier película de Misión Imposible depende de la acción y en esta ocasión, las escenas son tan asombrosas como para competir solo con otras entregas de la saga. Sin duda, la producción es un deslumbrante espectáculo de verano, que asombra por la pulcritud de sus efectos prácticos y la habilidad de su director, para sostener la tensión durante sus dos horas y un poco más de duración.

No obstante, la trama se queda a la mitad, justo por ser tan ambiciosa que necesita una segunda entrega para completarse. De modo que para su tramo final, es evidente que la búsqueda del artefacto maligno de ocasión, queda para un segundo lugar y en especial, uno que resulta decepcionante por su poco impacto. ¿Lo subsanará la segunda y futura parte de este cierre apoteósico? Habrá que esperar.


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