¿Esto tiene arreglo? Cuando nos preguntamos por el mundo, la pregunta no es retórica. Ocupa a los pensadores, a los analistas, a los gobernantes, a todos, expuestos como estamos a unos volúmenes de información que nos desbordan.

Nadie duda de que el mundo se ha complicado hasta hacernos testigos y actores de una época de crisis y conflictos, insuperables para unos, superables y prometedores de un nuevo orden más estable para otros. La invasión rusa a Ucrania no ha hecho sino acelerarlos. Escasez de alimentos, escasez de materia prima para mantener el dinamismo de la economía, inflación, desaceleración del crecimiento. Los desequilibrios económicos han puesto en evidencia profundos cambios en el orden político mundial, marcados, para unos, por el anuncio de una creciente hegemonía china, para otros por una recuperación y fortalecimiento de Estados Unidos y de la Unión Europea. La incógnita seguirá siendo Rusia, fortalecida o debilitada, más dependiente de China o más integrada a Occidente.

Anotaba en un artículo anterior que, pese a su indiscutible poder real y a su adhesión a los principios democráticos, Europa y Estados Unidos perciben la necesidad de una profunda reestructuración en la calidad de sus instituciones y el perfeccionamiento de un modelo económico comprometido fundamentalmente con el bienestar del ciudadano. En el caso de Estados Unidos habría que advertir, en concreto, el riesgo de debilidades internas y de contradicciones. Moisés Naím habla de los grandes problemas americanos: desigualdad, racismo, terrorismo, dificultad para llegar a acuerdos políticos, menguada influencia internacional, a los que añade la venta de armas, el abuso de los opiáceos, el precio de los medicamentos y el cambio climático. Podría señalar también algunas decisiones del Poder Judicial que agudizan el enfrentamiento interno y amenazan la necesaria unidad nacional en torno a principios y valores fundamentales. Haber superado en el pasado crisis de grandes dimensiones alimenta, sin embargo, ahora la confianza en la capacidad norteamericana para superar la actual.

Mirar lo que ocurre fuera de nuestras fronteras enriquece nuestro juicio y nuestro contacto con la realidad, pero de ninguna manera debería relevarnos de la obligación de mirar hacia dentro y de pensar en el país, no sólo por las consecuencias de esa otra realidad global, sino muy especialmente por los datos de nuestra propia realidad, nuestras urgencias, nuestras necesidades, el estado de nuestras instituciones. Sin dejar de considerar nuestra condición de ciudadanos del mundo, mirar hacia dentro, hacia Venezuela, y pensar en políticas, acciones y soluciones es un imperativo insoslayable. Nuestra propia condición y la naturaleza de nuestra propia crisis debería convertirse en tema de atención prioritaria de todos los ciudadanos. Nadie lo hará por nosotros. El desinterés, desaliento o la equivocada percepción de que las cosas podrán volver naturalmente a su lugar de ninguna manera contribuirán a activar soluciones.

La única postura aceptable, si se quiere pensar en un país con destino, con futuro, es comenzar a ocuparnos de fortalecer lo sustancial: educación, salud, convivencia, creación de confianza. Se impone pensar, por ejemplo, cómo cierra el año escolar en Venezuela y cómo se prepara el país para el próximo. Para hacerlo se requiere, desde luego, contar con estadísticas confiables. A falta de ellas, basta y sobra con la experiencia de los educandos y de sus familias, de las universidades y de los centros de formación profesional, para medir el grado de abandono, de retroceso y la desesperante falta de visión sobre el valor de la educación para cualquier esfuerzo de construcción nacional con dignidad.

Y como el tema de la educación están tantos otros:de la salud, de la seguridad, de los servicios básicos, de la agricultura, de la industrialización y comercialización. Y, desde luego, el de las libertades, el de los derechos ciudadanos, la recuperación de las posibilidades de hacer y de crecer.La preocupación de esta hora podría resumirse en la urgencia de mirar hacia dentro, hacia Venezuela.

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