“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse en uno de ellos. Cuando miras largo tiempo al abismo también este mira dentro de ti”. Friedrich Nietzsche.

Para John Stuart Mill, uno de los más brillantes economistas y filósofos de las escuelas del pensamiento clásico y el utilitarismo, la idea de que la bondad, la justicia y las virtudes se imponen a la maldad, la injusticia y los vicios es una falacia, de hecho, declaró sobre este tema: “La máxima según la cual la verdad siempre prevalece sobre la persecución es una de esas falsedades agradables que los hombres repiten sin cesar hasta que se convierten en lugares comunes, pero que la experiencia rebate, En la historia abundan ejemplo de verdad y bondad aplastados por la persecución”, así pues la justicia no siempre cumple su fin, ese manejado por Ulpiano de “darle a cada quién le corresponde”. Ejemplos de crueles tiranos se multiplican en la historia y demuestran que pese a su singular crueldad, se han ido de este mundo sin pagar por los crímenes cometidos, disfrutando la compañía de sus seres queridos y hasta ungidos sacramentalmente, pidiendo la misericordia divina que jamás manifestaron con sus iguales, pues la soberbia es además de un pecado capital, una tara que acompaña a estas personalidades, así como también les es común la ira, dupla que los termina convirtiendo en verdaderos monstruos perversos, llenos de abyecciones y plenos en iniquidades.

La maldad desafortunadamente tiene la aviesa capacidad de recrear una estética espuria, una estética del horror y la desesperanza, absolutamente distante a la estética que embrida la acción correcta y ética, e inscribe en sus entrañas a lo verdaderamente bello, entendiendo que en el valor veritativo de la certeza o la tautología reside la belleza de la acción humana, belleza al pensar, al hablar, al recrear, al producir, al existir; eso que Spinoza definía como la palabra viva, que le confiere poder de animación y de alma a la creación humana, esta cualidad de la bondad, de la estética hecha cosa viva, puede también deformarse, degradarse y recrear una estética del mal, de lo perverso que implique la amoralidad y haga laxo, nimio y tolerable cualquier desaguisado o tropelía en contra de los iguales, a quienes se les comienza a calificar en escalas evolutivas inferiores desde los planos biológicos hasta los civiles, con el propósito de escindirles su cualidad humana y justificar cualquier atropello, pues en la lógica deformada del mal no son humanos y menos ciudadanos.

Con estos lodos pastosos hemos tenido que luchar y en las palestras del fango de la historia nos hemos trabado en una suerte de pancracio con los monstruos que han pretendido subyugarnos, pisotearnos e impedirnos la existencia. Nadie está entero, todos presentamos las fisuras de esta lucha literal contra la maldad, pero algunos encontraron en el fango pastoso que nos proporcionó la historia para librar esta lucha cuerpo a cuerpo -la cual podríamos agiornar como lucha principio virtud contra interés vicio- una cierta fruición por demás placentera, que permitió advertir que no había necesidad de la confrontación pues los intereses, los deseos y apetencias eran tan similares a los contendores, que aquel lodo viscoso se trocó en agradable amalgama para vincular un ethos deforme, una estética bufa, una mueca de acto opositor, una simulación, no había necesidad de heroicidad, ni precepto moral y menos necesidad de ideologías, así terminaron muchos de quienes simulan oponerse, emulando las prácticas del chavomadurismo, aceptando su estética y pretendiendo por simulación que podían dialogar desde el locus de comunicación con quienes adolecen de cualquier dique de contención moral. Fue así como se produjo una mutación regresiva a licántropos tropicales, quienes simulan oponerse y solo responden a los intereses crematísticos que les ofrenda esta contienda ficticia.

Vieron el abismo, lo auscultaron y les atrajo el nihilismo de no oponerse con vigor y razón, de acudir a eufemismos como el interés superior para darle un ademan de institucionalidad a una clase dominante que desprecia todo aquello que se interpone entre ellos y el poder total, una hegemonía que rinde tributo a la ira y se alimenta a su vez de la irascibilidad instrumentalizada en políticas publica, así eso que los romanos definían como cosa pública la “república” quedo lisiada de alma, sin ciudadanos a quienes atender y por quienes ejercer el poder, en su lugar quedaron súbditos, lumpen que depende del poder para vivir y que en cada caja de alimentos recibe una porción del brebaje de Circe, que los hace cada vez menos humanos, menos ciudadanos, y entroniza el lumpanato como fin último de la gansterilidad, el horror instrumentaliza la escinsión del rango humano y civil de los hipnotizados súbditos, de aquellos que viven del día a día, quienes sólo comen o medio lo hacen.

En la oscuridad y el caos, el régimen es absolutamente eficiente, de hecho, se ha construido una oposición a su medida, un contrincante quien es más un constructo que un opositor, muchos se han vueltos monstruos y el abismo los ha invertido hacia sus filas, los copta y terminan hablando como los opresores, usando su lógica espuria y recibiendo las migajas que les permiten satisfacer sus intereses crematísticos; total, el abismo les encontró su precio y de mirar al vacío esta dirigencia opositora terminó actuando, no en su totalidad, pero si en buena parte como los opresores, es decir, aquí la fisura no se dio en la hegemonía dominante, sino en las filas de quienes intentaban oponerse al poder total, el chavismo rinde culto a la pobreza a pesar de ser connaturalmente aporafóbicos y logran vivir como sultanes, pero no queda en huelga que la pobreza que es reverenciada por el chavomadurismo, es la pobreza de la pobrezas, la pobreza de lenguaje y de espíritu, que recrean una pobreza material del lumpen quien solo puede tolerarla para subsistir, aceptando la presencia del gran hermano en cualquier cálculo de su vida cotidiana.

Ahora bien: ¿son susceptibles a la corrupción quienes decidieron adormecer la moralidad y apoyar la incompatibilidad ética e histórica del chavismo?, la respuesta es un rotundo no, estos a quienes usando la misma neolengua del chavismo, algunos venezolanos califican de “alacranes”, en lugar de calificarlos de manera clara y precisa, usando las formas firmes de la sintaxis de traidores, desleales o mercenarios de la política, fueron víctimas de los abismos del hogar, que jamás podrán ser llenados por ejércitos de escuelas, con el agravante del concomitante naufragio  de la escuela, la educación en todos sus niveles fue llevada a la “Balsa del Medusa” y allí desnudos de ética y famélicos de moralidad, decidieron emplear los incisivos, caninos y molares, que son la ratio técnica para acudir a comerse los unos a los otros, la máxima de Hobbes el “hombre lobo del hombre”, queda patentizada en las manitos blancas, ahora maculadas de negocios turbios, en los diputados de nombre combinado quienes cuentan a hurtadillas los billetes del odiado imperio en los intersticios de un baño público y se justifican asumiendo que todos los venezolanos cuentan el dinero, mientras más de seis millones de connacionales huyen de este horror y buena parte padece las carencias de servicios elementales, el abismo es infinito, es un cociente del entero de la virtud entre cero por la izquierda, es decir tiende hacia la innominalidad de la eternidad de la degradación.

Esta dura columna no puede dejar de reconocer a quienes valientemente hacen lo que deben y tienen que hacer, sin caer en la liquidez de las redes sociales, aquellos quienes se empeñan en enmendar el error moral y antropológico, aun a sabiendas de que no será una tarea inmediata, con resultados determinísticos y ciertos, por el contrario, a sabiendas de que se exponen al horror omnímodo y al desprecio de quienes quieren tener proximidad con el régimen, es decir se corre doble riesgo teniendo la razón en la Venezuela cruel y frenética de Maduro, esto supone un reto a la máxima de Quevedo, pues no solo se corre el riesgo de ser oprimido, sino el de ser segregado, pues no conviene opinar, mientras más catatonia se simule tal vez se obtendrán más beneficios, los de abajo, los ahora defenestrados, sabemos muy bien que habas se cuecen en las ollas de la tiránica corrupción que busca desesperadamente un baño de legitimidad.

Lamentablente, Friedrich Nietzsche tuvo la razón: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo al abismo también este mira dentro de ti”, muchos se han convertido en monstruos, son los licántropos del trópico, las personalidades horridas del nihilismo y la levedad, los payasos crueles descritos por Norman Manea, que seducen con histrionismo a una sociedad que dejó de participar en la cosa pública y es mera espectadora de la distopia lúdica que afirma que nada ocurre y niega la razón.

Finalmente, en las pocas hendiduras que existen en este muro de concreto que ha construido el chavomadurismo, aun entra la luz de las clases impartidas en la Universidad de Carabobo, y ese es el sentido de esta columna, a pesar del irrespeto continuo a la más elemental decencia salarial y de cada acción por educar y ayudar a pensar con racionalidad enjuagando el lenguaje y el espíritu que son las contribuciones que cientos de académicos hacemos como labor de extensión extra muros, llegará esa mañana finalmente, se impondrá la justicia, que no la venganza pues no debemos convertirnos en monstruos y menos dejar que el abismo nos mire hacia nuestro interior derruido, pero entero aún para seguir trabados en esta lucha,  sin ensuciarnos con el viscoso fango de la posverdad y la neolengua propia de esta antinomia que padecemos, la tarea es seguir en pie de lucha de principios sin emular al oponente quien desea nuestra capitulación vergonzosa o la desaparición absoluta de nuestra existencia.

“Yo no soy un hombre soy un campo de batalla”. Friedrich Nietzsche.

IG @nanezc

TW @carlosnanezr

 


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