Uno se ve empujado a pensar, en la línea de no subestimar al régimen y de darle el valor serio y objetivo como debe estimarse en un contexto político o militar a la noción del oponente, el adversario o el enemigo; frente a sus planes originados desde el Plan de la Patria 2019-2025, el liderazgo único, la organización, la disposición de un avasallante e invasivo aparato comunicacional, el manejo de los hilos revolucionarios desde La Habana con 65 años enfrentados a Washington, y el respaldo y cogobierno con la FAN que los ha mantenido en el poder durante 25 años y su capacidad de movilización demostrada durante el ejercicio del poder; que hay un grupo de Minions rojos, con bragas y boinas rojas y un solo ojo socialista, trabajando las 24 horas del día, los 7 días a la semana y los 365 días del año, capaces de diseñar y construir maquiavélicas estructuras complejas y lo suficientemente astutas, taimadas y laberínticas para crearle situaciones similares a sus enemigos del bando opositor y enredarlos per secula seculorum para poder sostenerse en el poder ad eternum. A la hora y la fecha lo han logrado por encima de esas monsergas anodinas que se desatan cada cierto tiempo para sobar la esperanza y la fe, de “están cagados”, “están arrinconados”, “ruido de sables”, “hay descontento en los cuarteles”, “malestar en la FAN”, “Maduro está bravo con Diosdado”, “están buscando un país para exiliarse” y un largo etcétera en el inventario de la imaginación, que mantiene el entretenimiento en las redes sociales y en las otras comarcas de la opinión pública mientras el régimen se dedica a lo suyo: mantenerse en el poder.

Algo así está ocurriendo con esta convocatoria para el referéndum consultivo para el tema del reclamo del territorio del Esequibo, previsto para el 3 de diciembre de 2023. Tiene tantas aristas espinosas y tantos huecos sin interpretación que desde el liderazgo de la oposición se han desatado múltiples debates sobre la conveniencia o no de participar en el mismo. Las voces mayoritarias se orientan a hacer oídos sordos a ese llamado. A embarcarse en la línea de una abstención que se sale de lo que en estos últimos eventos electorales ha sido el marco político y estratégico del liderazgo: el voto, la participación, las arengas para mojarse el dedo y empaparlo de tinta, la fotografía de la constancia, y el arreo de votantes desde los domicilios, la maquinaria, la logística de la casa del partido y toda esa parafernalia que se desata ese domingo, la cola frente al centro electoral y las consignas de que si no votas no participas y no tienes derecho a opinar. Y aquí es donde entran en juego los muñequitos amarillos y azules de la película, que para los fines de este texto son rojos rojitos con toda su malevolencia florentina.

Hay cosas que no son muy fáciles de explicar frente al voto como opinión. En dictadura o en democracia. El elemento fundamental que lleva a la Presidencia de la República al teniente coronel Hugo Chávez en las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 1998 fue la abstención (36,55%). Y ha sido este el principal elemento catalizador en los resultados en todas las convocatorias desde que Arias Cárdenas, ¡imagínense ustedes!, fue el abanderado en el año 2000. Un solo llamado oficial a la abstención en las parlamentarias de 2005 sirvió de base para que el régimen con una asamblea roja rojita ocupara todos los espacios en el estómago del rumiante parlamentario de la revolución bolivariana para aprobar todas las leyes necesarias para hacer la base legal al socialismo del siglo XXI. La panza, el bonete, el libro y el cuajar del vacuno revolucionario de ese entonces se sirvió del llamado abstencionista de ese entonces, para hacer la base jurídica del régimen con la que montan elecciones, hacen consultas y sentencian inhabilitaciones posteriormente, rumiando al ritmo de todas las ventajas políticas, legislativas y legales que sacaron en ese momento, mientras mascaban la abstención convocada por la oposición.

La abstención en los últimos tiempos se ha combatido con los argumentos de la participación hasta el infinito. No importa las condiciones, la trampa, ni el objetivo que se haya fijado la dictadura del régimen usurpador desde Miraflores. El voto contra viento y marea debía expresarse según el soporte de que era la única arma de que se disponía en democracia con aquello del mantra pacifico, electoral y constitucional. Esas banderas eran la ristra de ajos para alejar de los demócratas votantes a los vampiros abstencionistas y el puñal de plata para clavárselo en el corazón de los argumentos a los Drácula inhibidores de la soberanía que salían de noche desde sus catafalcos del librepensamiento, anárquicos y liberales, reacios y en cruzada antifundamentalista contra el voto, a chuparle desde el cuello la opinión del ciudadano convencido de hacer su cola en la mañana siguiente. Tu voto es tu opinión, si no votas no participas, si no votas le haces el juego a Maduro y a la revolución, hay que votar. Con la última experiencia electoral ejercida con la inútil Consulta Popular del año 2020, convocada por la también inútil Asamblea Nacional electa en 2015 y con el inútil gobierno interino presidido por Juan Guaidó entre 2019 y 2022 se trató de forzar a la participación y al voto para tres preguntas más inútiles aún con el chantaje del voto y de la participación. Lo único que ha faltado hasta hoy es emular a David Morales Bello y gritar acalorados desde cualquier tribuna en una plaza pública «Muerte a los abstencionistas».

Cuando se proyecta en el tiempo buscando alguna coherencia frente al compromiso de las elecciones presidenciales de 2024 (lo que desde esta tribuna calificamos como el segundo puente en el lema “Hasta el final”) y ante el referéndum sobre el Esequibo en diciembre de 2023 convocado por el régimen, una pregunta establecida por los Minions rojos al tenor de eso de: si no votas no participas, tu voto es tu opinión, la soberanía reside en el pueblo con su voto, los abstencionistas le hacen el juego al régimen ¿Por qué ahora la abstención es buena?

Las últimas elecciones presidenciales del año 2018 –las cuestionadas– tuvieron una abstención del 53,93% en tanto que las del último referéndum en el año 2007 fue del 44,11%. Unos porcentajes respetables para alterar los números finales de una elección que bien sembrados, exageradamente abonados y mejor cosechados desde la oposición en el momento oportuno –en el tempo estratégico– muy bien pueden voltear cualquier resultado a favor del régimen. Cosas del maquiavelismo de los Minions rojos que siempre están haciendo su trabajo rasputinesco detrás del trono.

Una respuesta a la pregunta en el aire ¿Por qué ahora la abstención es buena? en la línea de la incoherencia y la desconexión en la gráfica del tiempo en las elecciones que se han realizado en estos últimos 25 años pone a brincar de alegría por los resultados de las elecciones del próximo año 2024 a estos muñequitos rojos del régimen.


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