Todo parece indicar que entraremos en un ciclo de anuncio, convocatoria y celebración de las elecciones universitarias, bajo el eufemismo de la reinstitucionalización, pendiente por demasiado tiempo la renovación de las autoridades. Situación que luce auspiciosa para el régimen, por una parte, adelantándose al venidero año, le ayudará a generalizar un ambiente engañoso de democratización, creyéndolo suficiente para honrar la Constitución respecto a la selección del presidente de la República, manteniéndose atenta la oposición; y, por la otra, contribuirá a quebrar la resistencia ofrecida en nuestras casas de estudios, trastocado el entusiasmo en franca evasión de las realidades, como la deshonra del artículo 109 constitucional, y la propia existencia y vigencia de la IV Convención Colectiva Única de Trabajadores del Sector Universitario, suscrita por el sector oficial consigo mismo a través de la Federación de Trabajadores y Trabajadoras Universitarios de Venezuela (FTUV), un artificio que arrolló toda la estructura y variedad de los gremios aún de larga tradición que todavía no acusan recibo de la novedad.

La citada Convención Colectiva que se jura cabal expresión del artículo 96 constitucional y del Convenio 98 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), suscrita por Venezuela, por cierto, releva al madurato de imponer una distinta Ley de Universidades, por lo menos, hasta nuevo aviso. Demasiado obvio, incumplido el contrato en relación al salario y la protección social, por mencionar un par de aspectos, mantiene en pie la determinación de impulsar la universidad comunal esperando por el mejor momento para megafonearlo, pues, mientras tanto, nada les aconseja nombrar la soga en la casa del ahorcado. Sin embargo, importa hacer una breve consideración en torno a la cláusula 10, referida a la “Seguridad y defensa integral de las IEU [Instituciones de Educación Universitaria]”.

En efecto, fórmula repetida tan incansablemente, la doctrina de guerra popular de resistencia encuentra cupo directo en el aula universitaria con la creación de las Brigadas Universitarias Integrales para la Seguridad y Protección de la Patria, a cargo de la FTUV con funciones de control y seguimiento; y de los Cuerpos Combatientes de los Trabajadores Universitarios, bajo la dirección de la Comandancia General de la Milicia Nacional Bolivariana. No ha bastado el compromiso que todo ciudadano tiene de contribuir a la defensa de la patria en los términos claros e inequívocos recogidos por la Constitución, sino que, partidizándolo, lo caracteriza arbitrariamente en el ámbito universitario, confiriéndole funciones policiales a una entidad que se dice sindical, y ordenando la inmediata conformación y supeditación a la Fuerza Armada Nacional en tanto corporación académica; vale decir, militarizando definitivamente a la universidad –además- comunal, como se veía venir desde finales de 2019, cuando alguien filtró el borrador de lo que resultó la IV Convención, y tuvimos ocasión de denunciar desde la Asamblea Nacional.

León Trotsky, como varias veces lo señaló Isaac Deutscher, vinculó la milicia con las sociedades capitalistas altamente desarrolladas, confiriéndole el sello de eficiencia a una tarea que, además, suele concebirse como voluntaria, complementaria y susceptible de no prestar, en el caso que fuese obligatoria, por alguna comprobada objeción de consciencia. Consabido, con el socialismo real del siglo XX y, huelga comentarlo, del XXI, la noción misma ha sufrido de una infinidad de distorsiones que simulan el carácter intimidado y forzado de la prestación del servicio tenido crecientemente como una actividad principal, necesitada de un sistemático entrenamiento, resueltamente profesional; acotemos, tratando de fulminar el poderoso mito del tren blindado, José Stalin desarmó el Ejército Rojo y, escaso de recursos, echó las bases de lo que después sería una formidable maquinaria militar, incursionando en la guerra mundial, con combatientes mal uniformados y también descalzos de escasa formación para la pelea que ganaban su fusil de caer muerto un compañero que tuviese la fortuna de tenerlo, o pudiera arrebatarlo al enemigo.

Antes, alertamos sobre la universidad que no se pierde, perece; ahora, perdiéndola, ha de convertirse en trinchera, abriéndole paso al estudiante, profesor, obrero y empleado trastocado en soldado.  Ineludible problema, los comicios a realizarse en cada casa de estudios deben apuntar a una actualización del drama y a sus más urgidas respuestas.

@luisbarraganj


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