En nuestra entrega del sábado 2 de diciembre quisimos presentar una comparación entre el Milei candidato y el Milei presidente electo. Hoy agregamos el ingrediente de Milei presidente en ejercicio que -como veremos- presenta rasgos diferentes a los estadios anteriores, aun cuando se mantienen ciertas constantes.

Hoy este columnista ha llegado a la conclusión de que el flamante presidente argentino es un populista de extrema derecha que se sirvió de sus cualidades histriónicas para forjar una personalidad altamente mercadeable que unida a su credo obstinadamente liberal y su evidente manejo de la ciencia económica, le sirvió para construir una victoria limpia en una elección competitiva y transparente.

Sin embargo, creemos que el holgado triunfo de Milei no se debe tanto a su discurso libertario sino a haber podido capitalizar el disgusto de la ciudadanía con   el rumbo desastroso que lleva Argentina, el cual conduce a grandes mayorías a dar prioridad al recambio de la clase política más que a las discusiones acerca de la dolarización, el cierre del Banco Central y otros anuncios que se prometían para el primer día de  gobierno.

Pensando en lo anterior, nos viene a la mente la situación de la Venezuela de principios de 1989 cuando el recién inaugurado CAP II se empeñaba en encarrilar al país hacia “El Gran Viraje”, para lo cual se rodeó de los profesionales más capacitados, logrando constituir un gabinete de lujo que a la hora de la verdad y con la mejor intención quiso aplicar una receta modernizadora sin preparar una campaña mediática e informativa que permitiese a la población entender de qué se trataba el proyecto y por qué los sacrificios que se requerían serían, a la postre, recompensados suficientemente. El resultado fue el lamentable “Caracazo”, que de allí en adelante tiñó de dificultades toda la gestión presidencial hasta llevarla a terminar en estrados judiciales y la ignominia de la cárcel. Hoy, a más de treinta años de aquellos días, miramos en retrospectiva y lamentamos la pérdida de una oportunidad que  seguramente no se volverá a presentar otra vez.

Milei, diferente a Macri, ha anunciado que su plan de reestructuración se aplicará en forma de shock, o sea, sin anestesia. Las primeras medidas apenas anunciadas, tomadas por decreto y no por ley, han causado tensiones y ansiedades, más aún cuando desde la campaña se explicaba que los primeros meses sumirían a la población en esfuerzos, carencias y miserias aún mayores a las que hasta ayer se vivían.

Una cosa es conversar sobre tratamientos de shock en entrevistas de televisión y otra es poner en marcha las mismas en el terreno para  gente de carne y hueso. Todos comprenden que el esfuerzo requerido es necesario y que no hay alternativa, pero las clases menos privilegiadas no pueden planificar a mediano o largo plazo cuando su necesidad inmediata es conseguir un pedazo de pan para poner en la mesa para el próximo almuerzo o cena. Esa es la situación que hoy se vive en Argentina. Aparte de la pericia profesional de quienes conducirán el proceso no está de más rogar al Altísimo que otorgue el ánimo y la fuerza necesarios para ayudar a los argentinos  a descender todavía  más en el pozo, pero  con la esperanza puesta en un futuro mejor.

Aun cuando el nuevo mandatario, sentado ya en la Casa Rosada, sabiendo que ahora es el timonel del barco, se ve obligado a reconocer que no todo se puede hacer de un día para otro. El déficit fiscal, causante de la inflación, no se corrige de un día para otro, la dolarización no se puede hacer si antes no se consiguen los dólares suficientes para cambiar los billones de pesos en circulación más los represados en instrumentos financieros (llamados Leliques) cuya cantidad supera la más febril imaginación. Tampoco se podrá financiar obra pública y enjugar déficits presupuestarios de las provincias.

Los ajustes implican necesariamente recesión y ésta a su vez genera desempleo, el cual, en cascada, lleva a la inquietud social cuya presión y desarrollo es difícil de aquilatar. ¡La sombra del Caracazo!

Agréguese a ello el hecho de que el novel mandatario tiene menos de treinta diputados y menos de siete senadores en el Congreso para entender que todo lo que hace apenas semanas atrás se ofrecía resolver de un plumazo, hoy se enfrenta con la condición de precaria minoría obligada a negociar y hacer concesiones para obtener un consenso que sin ser el mejor sea el posible. Necesariamente habrá disconformes.

Noticias que nos llegan del sur avisan que los funcionarios que se van están dejando tabla rasa, destruyendo discos duros y sistema de información cuyo descubrimiento y decodificación desnudaría los excesos y corruptelas de quince años de kirchnerismo. Bueno tenerlo en cuenta para cuando nos llegue el momento a nosotros.

La deuda externa argentina toda consolidada parece llegar a los 400.000 millones de dólares. Habrá que pagarlos. ¿Cuándo? ¿Cómo?  Ya no será posible despotricar contra el Fondo Monetario Internacional mientras en paralelo se le ruega por un salvavidas y de inmediato se denuncian como inmorales las metas económicas y el esfuerzo requerido para ponerse al día. Mientras tanto, el país queda aislado de los mercados financieros internacionales cuyos aportes son condición indispensable para la recuperación. Bueno que lo veamos los venezolanos para cuando llegue el día en que por deudas impagas se pierdan Pdvsa y Citgo, que llevan años en terapia intensiva en estrados extranjeros pese a los denodados esfuerzos de sus actuales administradores no chavistas.

No se trata de seguir con la letanía de desgracias desatadas en un país hermano, sino más bien de abogar por que nosotros, venezolanos, nos veamos en ese espejo y que ello nos sirva de enseñanza y de manual de lo que NO hay que hacer.

@apsalgueiro1


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