Seamos claros desde un inicio, la reelección de Nayib Bukele es un atentado contra la institucionalidad de su país. Ha logrado perpetuarse en su país para un nuevo mandato, manipulando su Constitución. Acto que (guardando las distancias) cuando lo realiza Maduro, Ortega o como lo hicieron los Castro, se condena completamente por la derecha internacional, pero cuando lo realiza alguien de “derecha” (pese a que me rehúso de calificar a Bukele así) se aplaude.

No obstante, la reelección de Bukele nos permite darnos cuenta de algunas inquietudes institucionales a los que deberíamos prestarles atención. Primero, hay que preguntarnos, ¿Qué de malo tiene la reelección? Los países latinoamericanos se corren de esta medida pese a que democracias más sólidas, como la de Estados Unidos, Canadá, Alemania o Italia sí permiten la reelección inmediata. Si un presidente tiene un buen mandato, ¿Por qué se le debe negar la oportunidad de seguir con el trabajo realizado? Cuando en países, como el Perú, dónde la reelección inmediata no es una realidad, los presidentes tienden a no continuar con el mucho o poco trabajo de su predecesor. No por nada el tren eléctrico de Lima se empezó en el gobierno de Alan García en los años 80 y acabó en su segundo mandato en el segundo lustro de este milenio.

Por otro lado, creo que debemos ser honestos, la democracia, en ciertos momentos, puede no ser una prioridad. Y para esto, me permito decir que Milei es un lujo. En los países como el Perú, donde carecemos de políticos de verdad, se viene planteando la idea de si lo que necesitamos es un Milei o un Bukele. Me doy el atrevimiento de señalar que un Bukele es mucho más cercano a lo que necesitamos para nuestra realidad.

Entiendo a los liberales, que defienden a capa y espada las ideas del liberalismo, las tesis de Mises o Hayek y que buscan replicarlas en todo el mundo. Sin embargo, para ello, el país tiene que estar en una condición completamente distinta a la que se vive en varios países de Latinoamérica. Porque si bien las ideas pueden ser acertadas, capaz el momento no. Hoy en día, en un país como el Perú, por dar un ejemplo, hablar de políticas liberales como las de Milei, que busca plantar la semilla del liberalismo en Argentina, puede sonar bonito, pero no puede ser una prioridad. ¿Cómo nos vamos a centrar en la implementación de váuchers educativos, de reducción de impuestos, de la eliminación del sueldo mínimo, cuando a la gente la matan en las calles? Hay que tener prioridades, y la seguridad debe ir primero, para que luego se puedan mejorar los otros sistemas. Nuestros índices de inseguridad solo han sido vistos en la época del terrorismo, y la inseguridad también desborda en otros países como Colombia o Ecuador. Es un lujo poder tener un Milei, porque significa que no hay necesidad de las medidas de un Bukele.

Lamentablemente, lo que se necesita es alguien que combata la delincuencia, el sicariato, la extorsión y los homicidios, y que ese sea su objetivo principal. Si se debe atentar contra la democracia como en El Salvador, y eso que ahí puede ser debatible, pues que así sea.El politólogo Samuel P. Huntington señaló en los años noventa una teoría en la que sustentaba que, en ciertos contextos, la democracia puede ser desplazada para priorizar la estabilidad y la seguridad, como se debe hacer hoy. Si se debe limitar la democratización, con el fin de establecer un orden social, pues, debe hacerse. Y una vez que exista una estabilidad política y social, y que las calles dejen de dar miedo, podemos optar por una vía meramente democrática. Y así luego puedes optar por un Milei. Digamos que es una opción similar, pero menos limitante que las tesis de Hobbes para evitar una guerra perpetua, es decir, algunas veces debemos limitar nuestra libertad con el fin de salvaguardar un bien común, como la seguridad de la población.

Entiendo a mis amigos liberales, que hoy condenan la actuación de Bukele y considero que están en lo cierto en ello. Pero, asimismo, creo que soslayan la realidad, y es que, algunas veces, para sacar a una nación adelante se debe actuar con cierto grado de autoritarismo cuando la democracia ya no da soluciones. Recordemos que fueron los romanos, quienes, para salvar la República en tiempos de crisis, crearon la dictadura, porque la República no puede caer. Al final de cuentas, también creo válido decir, que, a diferencia de los dictadores como Maduro, Chávez, Ortega o Castro, con quienes seguro ya lo están comparando, Bukele capaz no tiene 90% u 80% de aprobación como él indica, pero sí es notable que la mayoría de su país lo apoya, ¿la democracia no busca que el pueblo decida? Ahí está la decisión.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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