Cuando el día viernes 7 de julio leí por la red social de Facebook una breve nota de mi querido amigo y poeta Eziongeber «Chino» Álvarez titulada: «¿Dónde está Milagros»? me conturbé de ipso facto y me negué a darle crédito a la infausta noticia del inesperado fallecimiento de la célebre y connotada novelista y ensayista Milagros Mata Gil. Ayer se cumplió una semana de la sensible desaparición física de la querida amiga Mata Gil y aún siento los efectos perturbadores de la inasimilable noticia de su ausencia física.

La última vez que coincidimos en la vasta red del ágora virtual fue en el Encuentro Internacional Latinoamericado de escritores, narradores, poetas y ensayistas convocado por el Pen Club Internacional, capítulo de Chile (PEN CHILE) bajo el nombre de LA PALABRA PERSEGUIDA, en defensa de la libertad de expresión y opinión asediada y hostigada por los gobiernos centroamericanos y suramericanos contra los periodistas, escritores e intelectuales que en el legítimo ejercicio de su oficio hacen lo que les es dado hacer por su intrínseca naturaleza: escribir, imaginar, disentir, ficcionar la realidad  del Continente en esto tiempos de tentación autoritaria y totalitaria. Por Venezuela participamos Milagros y yo en condición de novelista ella y quien esto escribe como poeta. Milagros  tenía 72 años al momento de su fallecimiento. Era, a la sazón, Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y ostentaba un denso y vasto currículum académico y literario que proyectó su nombre con sobrados merecimientos allende las fronteras nacionales. La escritora (ensayista) siempre rompió lanzas por la denonada defensa de los derechos humanos fundamentales del hombre y del ciudadano al decir de viva voz y sin inhibiciones las ideas sin cortapisas de ninguna índole. Fue valiente al alzar su voz en momentos en que muchos escritores e intelectuales optaron por el ominoso silencio por timoratez o pusilanimidad. Fue beligerante y dueña de un inusual civismo de inocultable timbre democrático. Ante los desmanes y desafueros del poder no tuvo miedo ni reculó en medio de la tormenta y la adversidad personal. Pese a que nos unía entre otras muchas razones estéticas, culturales, literarias, un vínculo intelectual inevitable, no solíamos hablar por teléfono frecuentemente. Siempre he preferido leer lo que escriben mis amigos escritores por aquello de «Scrip manent, Verba volant» .Milagros tenía un sentido especial de la amistad y el afecto, al menos conmigo fue desinteresada y desprendida. Su muerte deja en mí un hondo vacío espiritual. Su vasta y densa obra intelectual y literaria, su sui géneris capacidad creadora y su distintiva capacidad ficcionalizadora deja para la posteridad un modelo de la narradora sagaz y singularmente audaz en los procesos complejos de elaboración del corpus narrativo de largo aliento. Dejo aquí estas lacónicas líneas como testimonio de mi respeto intelectual y mi admiración de ese ser humano que lo dió todo por el cultivo y forja de los más altos bienes del espíritu. Gracias por la amistad querida Milagros, siempre admiraré tu enérgica gallardía e hidalga valentía en aras de la necesaria e insoslayable resistencia ética, estética y ontológica.

Con la palabra del salmista: «El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar (…) confortará mi alma…


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