El Tapón de Darién es considerada la ruta migratoria más peligrosa de las Américas. Cruzarlo significa enfrentarse a un sinfín de peligros. Como indica Jessica Bolter del Migration Policy Institute, “hay bandas criminales que asaltan a los migrantes, son objeto de agresiones sexuales y victimas de crecidas repentinas del río que se llevan a las personas quienes mueren ahogadas. Muchos migrantes se quedan sin alimentos. En su viaje a través de la jungla, pueden ser asaltados o abandonados por sus grupos si no pueden caminar al mismo ritmo que el resto”. También hay grupos guerrilleros y paramilitares que se benefician del narcotráfico y el contrabando, y están involucrados en esquemas de tráfico de migrantes y trata de personas. Hay historias de niños a quienes sus padres dejaron muertos en la jungla, o de bebés que nacieron en la ruta solo para ser llevados por otras personas migrantes porque las mamás fallecieron en la jungla.

En general, las historias humanas de lo que los migrantes tienen que sufrir al cruzar el Darién son incluso más atroces que las que escuchamos de los migrantes que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México a través del desierto o el Río Grande, o las tristes historias de los migrantes africanos que cruzan el Mediterráneo. Un dato adicional es que estamos viendo también aumentos en la cantidad de niños que cruzan el Darién: Unicef informó recientemente que 2021 ha batido el récord en cuanto a la cantidad de niños migrantes que cruzan esa jungla. Indican que “al menos 5 niños fueron encontrados muertos en la selva […] más de 150 niños llegaron a Panamá sin sus padres, algunos de ellos son recién nacidos -con un aumento de casi 20 veces en comparación con el año pasado».

Mientras que en el pasado esta era una ruta utilizada principalmente por haitianos, cubanos y migrantes extracontinentales de Asia y África (de países como Bangladesh, Senegal, Ghana, Uzbekistán, India y Nepal), recientemente se han producido importantes aumentos en el número de migrantes y refugiados venezolanos que se trasladan al norte por esa ruta. Los últimos datos de la Organización Internacional de Migraciones revelan que ha habido un aumento en el número de migrantes de nacionalidad venezolana que llegan por la ruta del Darién. En 2017 se registraron 66 venezolanos, pero entre enero y septiembre de 2021 el número fue de 1.529, un aumento de 2.216,66%.

El gobierno de Panamá ha respondido a las necesidades humanitarias de esta población de la mejor manera posible, dentro de sus medios. Han creado una infraestructura física e institucional para albergar temporalmente a la población en tránsito y atender sus necesidades humanitarias, incluyendo la instalación de dos Centros de Recepción de Migrantes, donde les dan alojamiento y comida, y donde han estado recibiendo chequeos médicos y medicinas. Sin embargo, el gobierno de Panamá necesita apoyo.

Responder a la crisis de migrantes y refugiados venezolanos requiere que todos nos pongamos manos a la obra, y que los países no dependan de lo que Panamá o cualquier otro país pueda proporcionar por sí solo, sino de lo que todos, colectivamente, puedan aportar. Después de todo, los países tienen la responsabilidad de proteger a esta población, y esta es una responsabilidad que debe ser compartida.

* Opiniones son personales. No representan las de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

** La versión en inglés de este artículo fue originalmente publicada en Caracas Chronicles.

 

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