Mientras la llamada oposición cívica al castrocomunismo en los países más afectados por este sistema -Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia- no dé un cambio de timón; mientras la comunidad internacional no se sensibilice más ante esta calamidad hiriente; o bien, mientras otros releven a los inútiles con una agenda agresiva política y partidaria, la situación continuará empeorando, pero ellos seguirán en el poder desgobernando y maltratando a sus naciones.

El pasado domingo 21 los nicaragüenses celebraron en varias plazas del mundo el sexto aniversario de la insurrección de 2018 contra Daniel Ortega. Pero más allá de un par de proclamas hechas por alcaldes del Condado de Miami Dade y entregadas a miembros de esa fracasada sociedad civil opositora, así como la realización de algunas misas y marchas que no arrastraron gente como debió ser si en realidad hubiesen auténticos liderazgos,  dicha conmemoración no pasó a más, empezando a verse más bien como un festín folklórico y reencuentro entre amigos.

Esta situación desestabiliza y crea preocupaciones alrededor de esos grupúsculos, quienes incluso se molestan y a regañadientes aceptan que el modelo de lucha contra Ortega no ha dado pie con bola, no ha servido y ha fracasado. También pareciera que a la comunidad internacional y donante no le importa tampoco seguir desembolsando grandes sumas de dinero para turismo político, mientras en la otra orilla de la realidad de las cosas crece la pobreza, la miseria y la migración forzada ante la represión desatada por el régimen sandinista.

Aunque cada caso difiere en aspectos domésticos de cada país, el sistema represivo castrocomunista se rige bajo normas generales, creando también otras como el marxismo cultural, la compra de conciencias, el chivatismo, la represión, el fomento a la complicidad de algunas fuerzas políticas tradicionales y el apoyo de las capas empresariales, lo que ocurre con más intensidad en Venezuela y Nicaragua porque en Cuba no existen empresarios independientes, y los que hay son aliados menores del régimen y los propios miembros de la casta del Partido Comunista, quienes bajo otras redes hacen estupendos negocios en Estados Unidos y Europa bajo otras complicidades, cargando e invadiendo de podredumbre moral a esta gran nación.

El caso de Bolivia también tiene sus tipificaciones. Con un padrón electoral secuestrado por el masismo y con aliados de la mala derecha la crisis se intensifica y el rechazo al gobierno crece, sobre todo ahora que se están generalizando marchas de médicos y maestros que se oponen a la jubilación forzosa de 65 años de edad junto con otras demandas sectoriales.  Algo similar a lo que ocurrió antes de 2018 en Nicaragua, cuando jubilados rechazaron las miserables pensiones que les ofrecía el gobierno revolucionario y socialista.

Ante esta oscura realidad no queda más alternativa que repensar la lucha, siendo lo más importante la creación de nuevos liderazgos que en realidad demuestren no solo el pretender ser patriotas auténticos, sino además demostrar mística, capacidad política y lograr la unidad política liberal y conservadora.

Resulta lamentable la oposición venezolana con Juan Guaidó a la cabeza, y toda esa oleada que pretendió  torpemente derrotar en las urnas a Hugo Chávez y posteriormente a Nicolás Maduro. Habría que ver el desenlace final con María Corina Machado, quien es la mejor carta para derrumbar a la tiranía fascista, pero que lamentablemente, al igual que la desunión  en las otras oposiciones, no cuenta con un respaldo total ni en la diáspora ni dentro del país.

El caso de Cuba es el más dramático. No es posible que en 65 años el castrismo siga mandando. Se murió Fidel Castro, es cierto, pero quedó su hermano Raúl, un verdadero fósil senil y esperpento de un brutal sistema comunista que ha hecho mucho daño a la isla y que ha exportado su sistema a Latinoamérica y a otras partes del mundo, desbaratando economías en crecimiento y acabando con miles de vidas humanas. Sin embargo, el régimen se sostiene porque Estados Unidos y las complacencias del viejo continente europeo se lo permiten, al igual que muchos otros gobiernos y democracias estables.

Desde esta perspectiva sería sensato hacer los señalamientos debidos, por lo que si bien es cierto que son los pueblos mismos los primeros en crear nuevos liderazgos políticos para afrontar el reto más grande y hermoso de nuestras vidas, como es el salir de estas tiranías tercermundistas, habrá también que elevar el justo reclamo a las grandes naciones poderosas del mundo entero que han permitido que estos monstruos crezcan, que se hayan enriquecido y llenado sus manos de sangre, a vista, paciencia y complicidad de ellos.

No será con proclamas municipales ni con marchas, ni foros internacionales ni comunicados frívolos que se salga de estas dictaduras, tampoco con más afluentes de asociaciones, confederaciones y plataformas con sopas de letras y organizaciones compuestas por muy pocas personas y con seudodirigentes con pies de barro, arrastrando ligamentos pasados que no nos llevarán a ninguna parte. En este debate para repensar esta lucha, que ya cansa y muchos desean volver a sus países, es importante también el comportamiento de la comunidad internacional donante, no puede seguir el despilfarro degradante concedido a falsos líderes elegidos por ellos mismos.

Es hora de volver a parafrasear a James Carville, estratega de campaña de Bill Clinton contra George Bush en las presidenciales de 1992, cuando este creó la frase “es la economía, estúpido”, para decirle a aquellos dictadorzuelos que tienen subyugados por el castrocomunismo a sus pueblos, que “es la política, estúpidos”, que hay que ejercer cerebralmente para sacarlos por siempre del poder.


El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internnacional.


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