“La ciencia y el poder humanos vienen a ser lo mismo, porque el ignorar la causa nos priva del efecto. En verdad, no es posible vencer la naturaleza más que obedeciéndola y lo que en la contemplación tiene el valor de causa viene a tener en la operación el valor de regla… La causa, sin embargo, y la raíz de casi todos los males en las ciencias es una sola: que mientras admiramos y ensalzamos erróneamente las fuerzas de la mente humana no buscamos ayudas verdaderas para ella”.

La gran restauración (Novum Organum)

Francis Bacon

Para comenzar, esta vez abordaremos un tema que a todos atañe: la responsabilidad de nosotros en creer que todo los que nos dicen los medios de comunicación es verdad. Si hay algo más evidente hoy en día es lo mediáticas que son las noticias de este tiempo y de todos los tiempos, muy al estilo de la prensa rosa o del corazón que vemos desfilar en el papel couché de la farándula.

Tal como dice Sartori con respecto al homo videns, “el video está transformando al homo sapiens”. La pregunta es ¿en qué?, ¿en un sujeto obediente?, ¿un objeto incapaz de procesar e interpretar una información de manera racional, objetiva; capaz de resolver sus procesos volitivos? Pareciera que este es el nuevo hombre aquí, allá y acullá.

Ante este preámbulo, es importante que nos hagamos estas interrogantes: ¿nos proyectan los medios, a través de la televisión y las redes sociales, un hecho veraz?, ¿qué nos cuentan de verdad los medios? Al parecer, la sociedad informada tiene conocimientos ínfimos de la realidad y por eso el laberinto de las opiniones.

Por eso, cuando hacemos un repaso somero de los medios observamos que no existe gobierno en la Tierra que no sea poseedor de radiodifusión pública, salvo algunas excepciones. Y que esas organizaciones de radiodifusión pública se sostienen con el capital de los contribuyentes, es decir, de los ciudadanos; además, queda sentado en todas las empresas de radio-televisión y prensa pública el alto contenido ideológico estatista, socialista, colectivista que propagan. Eso sin tomar en cuenta el respeto de garantías, derechos y libertades en la formación filosóficas de las personas.

Asimismo, las tendencias ideológicas colectivistas de los medios privados en el mundo terminan siendo instrumentos que quitan y ponen reyes a su antojo; a muchos tiranos los dejan en acuerdo. Basta con tener tres dedos de frente para evidenciar la parcialidad ideológica hacia Estados centralizados, modelo del poder político concentrado, además de tirano, que se repite a lo largo y ancho del mundo.

Desde entonces tenemos un Estado formador, adoctrinador, que a edad muy temprana ideologiza a las personas –especialmente a niños y adolescentes– a través de los videos que se observan en los canales de radiodifusión pública. Esto de la mano de la enseñanza oficial, comenzando la tarea formativa de un individuo alienado de ideas colectivistas, apoyadas en teorías positivistas que promuevan políticas y Estados centralizados. Todo ello contrario a los fundamentos del respeto de la libertad y responsabilidad de cada ser humano, es decir, del iusnaturalismo.

En el siglo XX y comienzos del siglo XXI la humanidad ha debido lidiar con largos períodos de estatismo en los que precisamente los medios de comunicación masiva, en los cuales gravitan ahora las redes sociales, han marcado el modelo político. Las consecuencias, desastrosas, han representado para la humanidad miles y miles de almas perdidas a causa de tesis no ajustadas a la realidad, sino a los intereses de las élites gobernantes en la nueva era globalizadora.

Distinto de lo que está escrito en los evangelios: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mateo 24:6).

A pesar de ello, los medios al estilo de la prensa rosa o del corazón en papel couché se quedan en niñeces frente a la difusión propagandística de los medios masivos –día tras día– como verdadero fenómeno noticioso de mayor repercusión en la sociedad. Y en todos los ámbitos de información en el mundo, en los lugares más recónditos, pongamos por caso las islas Fiyi, con los estragos que siempre causan: las reiterativas transmisiones apocalípticas de trascendencia mundial, que reproducen esta vez una peste, ayer eran rumores de guerra, pero cada día algo nuevo que contar en los medios, siempre para mal de los espectadores.

En conclusión, estudios y la experiencia indican que apenas unas palabras pueden elevar o bajar los niveles de tensión arterial de una persona. Igual pueden generar una escalada de desarreglos en la tensión arterial, ataques de miedo, pánico, pudiendo incluso desencadenar patologías. Si todos los días le dan con las frases que generaron aquel desequilibrio mental y orgánico, las consecuencias pueden ser siniestras.

De la misma manera sucede con los medios de comunicación. Si todos los días se ofrece información de manera inconsciente, las imágenes, videos, frases y palabras que se proyectan en los medios de control masivo, de tanto repetirse y escucharse terminan reflejándose en la mente y en el organismo de las personas.


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