Muy apreciado presidente:

Me dirijo a Ud. en el más genuino espíritu de solidario y continuado apoyo a la causa que representa. Creo firme y decididamente en su patriotismo, honradez, deseo de hacer las cosas bien, tan bien como el difícil entorno nacional e internacional lo permiten.

Continúo en plan de afectuoso tuteo dado que tengo algún nieto apenas un poco menor que tú, que he sido profesor y miembro del Consejo Universitario y del Fundacional de la UCAB durante los años en que tú cursabas allá la carrera de Ingeniería (aunque nunca te conocí). Sin embargo, en tu equipo internacional pocos son los que no han sido alumnos míos en pre o posgrado y con los que mantengo continuada relación. Invoco mi condición de “viejo” para afirmar que la misma no descalifica en forma automática a mis coetáneos ni a mí para ofrecer opiniones a quienes –como tu ahora- están conduciendo nuestra patria en tiempos borrascosos. De la misma manera sostengo que la condición de “jóvenes” que tú y muchos de tus compañeros de la actual conducción política comparten, les permita hacerles creer que todo lo saben, como a veces pareciera traslucir. Ni todos  nosotros somos corresponsables de la situación que vosotros heredasteis, ni todos ustedes han resultado tan impolutos como os presentasteis, tal como lo revelaron desgraciados episodios como la fractura en las filas de la Asamblea Nacional legítima, las cuentas poco transparentes del concierto de Cúcuta, etc.

Reconozco y admiro el coraje personal que te distingue, así como los incontables peligros y asechanzas que amenazan a tu familia: esposa, bebé, tío, etc. A todos mi reconocimiento, sincero homenaje y agradecimiento por que se la están jugando “burda de arrecho”, como dicen los pavos.

Dicho lo anterior llega el momento de hacer algunos reclamos que hasta ahora habíamos preferido mantener en reserva para no contribuir con los pasivos de los que ya debes tener más de los que precisas.

Creo que son varias las ocasiones en que has generado importantes expectativas, que en su momento terminaron en frustraciones que –por repetidas- van potenciando el escepticismo general y dificultando la unidad y fuerza de la acción.

La primera frustración fue la del 23F de 2019 cuando, en un marco de esperanza jamás antes visto, se prometía el ingreso de la ayuda humanitaria acumulada en las fronteras luego de un agotador y exitoso trabajo. Esos mismos días se soñaba con aportes millonarios en divisas generadas por el famoso concierto de Cúcuta, que a la hora de la verdad solo juntó modestas sumas y arrojó opacidades sobre el destino de los recaudado y  el comportamiento de tus enviados. De allí pasamos a la ilusión del artículo 187 (ord. 11) de la Constitución, agitada por muchos de quienes te acompañan en la conducción. Nunca se aclaró que para requerir ayuda se precisaba que alguien esté dispuesto a brindarla. Lo mismo se repitió a la hora de “revivir” el famoso TIAR sin antes haber determinado si aportaría soluciones de fuerza o tan solo más declaraciones retóricas de alto compromiso democrático y poca concreción de hecho. Ni mencionemos el 30 de abril de 2019, cuyo desenlace es mejor olvidar.

Es cierto que hacia finales de año tuviste tu “luna de miel” con  la cúpula del mundo democrático que te aclamó en Davos, París, Londres, Madrid , la OEA y Washington, donde hasta una merecida ovación bipartidista cosechaste en el Congreso de Estados Unidos, a instancias del propio presidente Trump. Ello se reconoce y se admira, así como muchos triunfos internacionales dignos de ser tenidos muy en cuenta.

Pero ahora, mi respetado Juan, nos venimos enterando del fracaso de la Operación Gedeón, pedestre remedo del histórico evento de Bahía de Cochinos en Cuba (abril de 1961). En este los responsables de la planificación han sido personas –cuya intención no analizo aquí– que poco o nada tenían que aportar como J. J. Rendón, quien siendo un avezado consultor electoral no parece haber tenido las credenciales apropiadas para coordinar o facilitar un intento de desembarco de la mano de mercenarios extranjeros cuya experiencia y perfil se compadece más con la de cazadores de recompensas que con la de luchadores por la libertad. En ese evento perdieron la vida o estarán sufriendo torturas muchachos a quienes rendimos homenaje por su coraje participando en una aventura cuyas costuras fueron mostrándose en negociaciones en cuyo transcurso tu propio nombre aparece como posible o cierto firmante de un contrato –legalmente inexistente– cuya fantasía solo puede anidar en el marco de la soberbia de quien –después del fracaso- aceptó con CNN una entrevista en la que hizo revelaciones que los dejan muy mal parados a ti y a quienes te asesoraron en tamaña insensatez.

Es muy cierto Juan que si el desembarco hubiera culminado con alguna de las metas propuestas sería ya un resonante éxito cuya paternidad arrimaría numerosos reclamantes. Como fracasó ocurre que la derrota es huérfana y el dedo acusador –con razón o sin ella– te señala a ti, que al fin y al cabo no eres el dueño ni del poder ni de las decisiones finales sino tan solo el reflejo de las fuerzas políticas que te dan legitimidad.

Falta ver ahora qué dicen y qué harán aquellos miembros de la comunidad internacional que vienen acompañando tu esfuerzo y el nuestro. Ya se comenta que varios están agotando su paciencia al ver que la oposición venezolana no consigue plasmar la meta fundamental: su unidad.

Juan, te seguiremos apoyando sin desmayo. Tal vez sea hora de que amplíes o remoces tu equipo de asesores políticos. Tiempo todavía hay, pero cada vez menos. Como militante de la “tercera edad” me gustaría ver la recuperación de Venezuela en esta vida y no desde el “más allá”.


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