Diálogo en Venezuela

El país yace en una profunda decepción, que se acrecienta a medida que transcurre el tiempo sin aportar mínimas posibilidades de encausarse en parámetros democráticos, que se traduzcan en el respeto de las libertades y de los derechos humanos de la población, lejana luce toda posibilidad en la misma medida que no se construye en el país, un movimiento político respetable de credibilidad y confianza en el alma del pueblo que se encuentra absolutamente desmovilizado y empobrecido, dedicando hasta el ultimo aliento en sobrevivir.

De estar forma aterrizamos en México en nuevas negociaciones, con Nicolás Maduro y todo su régimen, en la búsqueda de opciones para continuar en el poder, al mismo tiempo que promueve la flexibilización de las sanciones; sin embargo, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha dicho:

«Entendemos desde nuestras perspectivas de facilitadores de las negociaciones, lo impopular que son los diálogos entre el régimen y la oposición para el pueblo de Venezuela, y que atendiendo esas observaciones seremos enfáticos para evitar que este escenario se convierta es un triunfo rifado para la tiranía».

Ambos sectores llegan enrostrados de fracasos en el intento de desplazar al otro, Nicolás Maduro centrará todas sus fuerzas en un acuerdo por compartir el poder, aprovechándose de las debilidades de la oposición que llega con niveles muy bajos de popularidad, producto de la incapacidad que ha demostrado constantemente en todas las estrategias que ha desplegado, además de la división, gestada por el propio régimen, representada por la “alianza electoral democrática” (alacranes), sobre el proceso se ciernen demasiadas dudas, que van desde el espíritu de las negociaciones y los objetivos, hasta las cualidades de los negociadores por parte de la oposición que no se desmarca y construye una delegación representada por los mejores para ese propósito, sino que se reparte la participación de acuerdo con los intereses políticos del G-4, aun cuando existen algunas variantes por la presencia de Roberto Enríquez, presidente de Copei, de alta credibilidad, y de Mariela Magallanes, quien es de la Causa R, partido que mantiene una posición frontal contra las elecciones del 21 de noviembre, por ilegítimas, inconstitucionales y por tener intrínsecamente el espíritu del fraude insertas en ella, no deja de aportar una carga desagradable sobre los negociadores, el hecho del predominio del G-4, porque evidentemente están ponderando los intereses de ese grupo de partidos y no del país en general.

Por su parte, el régimen posee presiones de altas dimensiones, edulcoradas por las acciones de la Corte Penal Internacional, la posible extradición de Alex Saab, la terrible crisis social del país, que amenaza con estallar de momentos, también se incluyen las recientes protestas en Cuba y una posición financiera muy compleja, que los obliga a depender de capitales obtenidos a través de actividades al margen de la ley, aspecto que se complica por las distintas observaciones internacionales que hoy apuntan hacia Venezuela.

De acuerdo con estas consideraciones ambos extremos están obligados a construir un acuerdo que pueda salvar a Venezuela. El régimen debe ser muy audaz a la hora de cerrar los espacios, considerando que esta puede ser una de sus últimas oportunidades de encontrar garantías que les permita convivir en el espectro político nacional, y preservar espacios de poder político relevantes en la estructura de las instituciones, toda vez que las mismas sean democratizadas, el diálogo establece una aceptación por parte de ambos, de no exclusión de uno sobre el otro, y de garantías de convivencia política nacional, partiendo de allí seguramente todo debe ser más ligero.

El diálogo deberá producir efectos inmediatos para que el país pueda esperanzarse, necesitamos que cese; la persecución política, la violencia, que sean liberados los presos políticos civiles y militares, y definitivamente generar todas las condiciones para que la ayuda humanitaria entre al país, las enfermedades, el hambre, el covid-19, no esperan más, necesitan de programas que paulatinamente puedan calmar las exigencias del pueblo.

Como reflexión final; el régimen se negó históricamente a dialogar con la oposición, fue a los extremos, al exterminio político, son los únicos responsables del deterioro de la nación. El mayor general Rodríguez Torres, hoy preso político, siempre advirtió que debía producirse un diálogo sincero para rescatar al país del odio y del resentimiento, y que el único antídoto era el diálogo y el perdón. Él tuvo razón, lamentablemente pasaron varios años, en los que muchos venezolanos se vieron en la necesidad de huir del país, otros están presos, y muchos otros muertos por la crisis social y política o a manos de la violencia, que es la única que ha reinado en los últimos años.

Los venezolanos en su mayoría tienen esperanzas en que prive la sensatez y se avance en un acuerdo que permita definitivamente la reinstitucionalización, la democratización y finalmente la libertad de Venezuela. Amén.


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