El pasado fin de semana se concretó el regreso del gobierno y la oposición a la mesa del diálogo en México, después de una interrupción de más de un año. En medio de un país que está más empantanado que nunca -pese al mantra, ya bastante vapuleado, de que Venezuela se arregló- no se puede menos que celebrar la retoma de un proceso de entendimiento, que es indispensable para volver de veras a la senda del crecimiento económico, salir de la crisis humanitaria, recuperar la institucionalidad democrática y reinsertarse nuevamente -y de manera legítima-  en el sistema internacional y regional (de cuyas instancias económicas y políticas el país, literalmente, se autoexcluyó o se marginó, al dejar a un lado todas las reglas del juego y abandonar importantes organismos internacionales y regionales).

Lo más notorio del nuevo encuentro mexicano es el regreso de la diplomacia en grande -nos atrevemos a arriesgar-. Es visible, ciertamente, que en esta oportunidad hubo una articulación diplomática más compleja y paciente, un trabajo a varias manos, donde, se involucraron actores y países que en los anteriores procesos no estuvieron presentes, como el caso de Emmanuel Macron, y el presidente del hermano país, Gustavo Petro. Porque, aunque es indiscutible que el factor negociador clave en todo esto sigue siendo Estados Unidos, no es menos cierto que este solo no puede, ni mucho menos, apalancar un proceso donde los recelos, las diferencias políticas e ideológicas, y cierto historial negativo en la región, disminuyen las posibilidades de acercamiento.

El papel protagónico de la diplomacia se ve incluso en detalles pequeños y simbólicos, como el breve encuentro entre Maduro y Macron en Egipto (algo obviamente arreglado para la ocasión, y que se estila de manera eventual en estas cumbres) y la posterior reunión en París con la presencia del presidente francés y los presidentes Petro y Fernández, donde no se decidió nada de fondo, pero le dio realce a la búsqueda del entendimiento, amén de servir de garante al diálogo y comprometer en cierta forma con la opinión pública internacional a las partes involucradas. Uno observa también esa diplomacia en la discreción y el bajo perfil que en general todas las partes mantuvieron (sí, incluyendo, aunque parezca increíble, Maduro y los altos funcionarios del régimen) durante el proceso de negociación previo, que con seguridad llevó varias semanas y meses, y que fue precisamente lo que permitió que el sábado 27 se pudiese firmar un acuerdo sin traumas ni sobresaltos de micrófono.

Es difícil saber qué circunstancias, intereses o actores llevaron a Macron a hacerse partícipe de esta operación diplomática. Nos inclinamos a pensar que sencillamente le hizo un quite a Pedro Sánchez, puesto que España ha sido siempre una especie de vocera e intermediaria natural de la Unión Europea en los asuntos concernientes a nuestra región, y en estos momentos el jefe del gobierno español es una figura muy polémica;  y por otra parte se necesitaba una figura mediadora resaltante que no fuera de la izquierda, de por sí ya representada por Fernández y Petro (además de López Obrador, anfitrión). Lo que sí está claro, en cambio, es que la presencia de Petro reafirma su postura proactiva con respecto a la crisis venezolana, y sugiere que jugará un papel cada vez más importante en adelante, convencido -con toda razón- de que los problemas de violencia de Colombia no se van a solucionar sino se soluciona la crisis multidimensional de Venezuela, y viceversa.

En lo que atañe a la firma de un Acuerdo para liberar fondos represados del Estado venezolano para atender la grave crisis social y otros problemas importantes, como el devastado servicio eléctrico, no puede más que respaldarse sin miramientos, más allá de las dudas acerca de su debida utilización, dudas comprensibles cuando se trata de un régimen cuyabase misma de sustentación es la corrupción, y que a todo busca sacarle provecho político y propagandístico.

En esta materia, consideramos que desde un principio -esto es, desde 2021- la Plataforma Unitaria y los negociadores en general ha aplicado el enfoque correcto, sobre todo desde el punto de vista ético: sería totalmente irresponsable entrar directamente a la agenda política sin previamente ocuparse de la dura problemática social y de la crisis humanitaria, que handado pieal proceso migratorio más grande en el mundo en los últimos años (junto al ucraniano). Luce acertado, asimismo, el papel asignado a la ONU para el manejo y administración de los fondos, así como el establecimiento de mecanismos de veeduría para su control. Es de esperar, eso sí, que haya presencia de la sociedad civil en todos estos procesos.

En cuanto al permiso otorgado a la Chevron para realizar operaciones de explotación y procesamiento de crudos en el país, poco puede decirse pues responde a la estrategia particular de Estados Unidos. El hecho, sin embargo, de que el permiso haya sido solo por 6 meses, y que no proveerá de dividendos al país, indica que Biden y sus asesores están condicionando los avances en la recuperación de la actividad petrolera al cumplimiento de los Acuerdos por parte del régimen y la continuidad del proceso de negociaciones.

Queda por abordar y resolver, lógicamente, la parte más escabrosa y polémica de todo esto: la agenda política, que incluye las elecciones presidenciales, la liberación de los presos políticos, las restricciones a la libertad de prensa y a la libertad de expresión, entre otros álgidos puntos. Tal como se han planteado las cosas, es evidente que la oposición va a reclamar con firmeza que se mantenga 2024 como la fecha para los comicios; de cualquier forma, lo importante es que la fecha definitiva debe ser consensuada, al igual que todos los aspectos indispensables para que los comicios sean justos, libres y transparentes. Aquí es donde se va a medir realmente el compromiso del gobierno con las negociaciones.

A tenor de las actuaciones pasadas del régimen, se entiende el escepticismo de no pocos sectores de la oposición. Pero no hay duda de que estos avances alcanzados lo comprometenmás, y han elevado los costos de devolverse y patear la mesa; a lo cual hay que añadir que la evolución del contexto internacional está favoreciendo, en buena medida,  el proceso negociador, como se observa, por ejemplo, con el novedoso e inesperado cuadro de una izquierda regional -encabezada por Petro, y a la que con toda seguridad se va a sumar Lula-  que está presionando a Maduro para que siga el sendero de la institucionalidad cívica y democrática.

@fidelcanelon

 


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