A mí me sorprendió enormemente oír a Delcy Rodríguez en su calidad de vicepresidenta expresar preocupación por un problema de salud pública como es el coronavirus, hasta parecía que se conmovía.

También que al poco tiempo su hermano Jorge, en su calidad de ministro de Comunicación le hablara a la nación no para intimidar, tampoco mentir ni desmentir, sino para dar a conocer las medidas que tomaría el régimen para evitar la expansión de este flagelo que tiene amenazada a la humanidad entera.

Maduro también habló, y al decir incluso de algunas personas que lo detestan como es el caso de la tía Mimí, hasta parecía un jefe del Estado que asumía la necesidad de ponerle freno a  tiempo a la pandemia antes de que nos azote como sucedió especialmente en Italia y España, países en los que aumentó la propagación y el número de víctimas por no reaccionar a tiempo. Puede uno suponer que también tuvieron en cuenta, aunque no lo mencionen, las gravísimas y flagrantes debilidades del sistema de salud venezolano, como lo indican las escandalosas cifras de las distintas epidemias (tuberculosis, malaria, entre otras) antes erradicadas Y que hoy nos azotan, además del colapso de los servicios hospitalarios, el crecimiento de la mortalidad infantil y otras taras que nos corroen.

Los contagiados crecieron y con ellos las medidas restrictivas que condujeron a la   cuarentena social colectiva que implica la suspensión progresiva en todo el país de las actividades laborales y escolares, salvo aquellas imprescindibles como las relacionadas con alimentación y medicinas.

En el anuncio de esta nueva etapa Maduro, con esa dificultad suya de ser breve y concretar, pronunció un largo discurso en el que hubo de todo como en botica: insistencia en que se trata de un virus importado de Europa y también de Cúcuta (China fue mencionada solo para agradecerle), mensajes evangelizantes de paz y amor y todos unidos, que no encuentran concreción sobre todo, por dar un solo ejemplo, si tenemos en cuenta las inhumanas e injustas condiciones a las que se tienen sometidos a los presos políticos, a los cuales se sumó por cierto sin misericordia alguna la detención arbitraria por parte del Sebin del parlamentario por el estado Bolívar Tony Geara,

Pero lo más grave en lo que respecta al virus específicamente es su concepción como un asunto cívico-militar-policial, cuyo cumplimiento queda en manos de unos cuadrantes de paz integrados por el sistema de salud integral (Barrio Adentro I y II), cuyo colapso no es un secreto para nadie, la Policía Nacional Bolivariana, la FANB y la milicia, además de los consejos comunales y los CLAP como garantía ciudadana y de abastecimiento. No hubo mención de creación de nuevas instancias que pudieran ser exitosas, ni de mejoramiento de las existentes.

El sector salud pasa a ser de competencia militar si nos guiamos por las exhibiciones de militares armados en carreteras, hospitales y farmacias. Agreguemos que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, señaló que la FANB ejercerá un estricto control de acceso en los territorios donde se decretó la cuarentena para cortar de manera efectiva la propagación del virus, que al parecer será atacado en términos de maniobras militares. También informó sobre la visita a los 46 hospitales centinela, para atender sus deficiencias con prontitud.

Nótese que en ningún momento ha aparecido el ministro de Salud, quien supongo nadie sabe ni siquiera cómo se llama, tampoco se ha hecho mención de la colaboración que pudieran prestar las universidades ni los excelentes médicos epidemiólogos del país. Así las cosas, no queda claro si la intención es vencer el virus, o como dictadura al fin, aprovecharse de su existencia para controlar aún más militar y policialmente al país.

Que Dios nos agarre confesados y el virus sea dócil ante la fuerza militar.


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