Es bien sabido que la Revolución Industrial marca un punto de inflexión en la historia de la humanidad, afectando y modificando todos los aspectos de la vida cotidiana. Fue un proceso de transformaciones económicas, sociales y tecnológicas, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y hasta casi mediados del siglo XIX. A pesar de que el invento de la máquina de vapor moderna se atribuye al español Jerónimo de Ayanz y Beaumont, quien la había patentado allá por el año 1606, es en la Gran Bretaña del siglo XVIII donde se inició y desarrolló la histórica Revolución Industrial, catalizada por el uso de esa máquina de vapor.

Para esa época el Imperio Británico era la potencia mundial, logrando que sus  dominios, colonias, protectorados y otros territorios gobernados o administrados por el Reino Unido alcanzaran abarcar una población de cerca de 458 millones de personas y 33.700.000 km², lo que significó aproximadamente una cuarta parte de la población mundial y una quinta parte de las tierras en todo el planeta. (Adam Taylor, The Washington Post, “Inicio y caída del Imperio Británico”, 2015).

Desde el siglo XVIII la hegemonía marítima mundial también fue ejercida por Inglaterra, tropezando a partir de la Revolución Industrial con un grave inconveniente, la variedad de normas de navegación con respecto a los meridianos (líneas imaginarias perpendiculares al ecuador que van del polo norte al polo sur del globo terráqueo). La mayoría de las marinas europeas usaban, como base para el sistema horario y de coordenadas y como Meridiano Cero de referencia, al meridiano de El Hierro, que pasa por la Punta de la Orchila, Islas Canarias, España; algunas otras marinas usaban el meridiano del Observatorio de París, Francia; por su lado Gran Bretaña y sus afiliados usaban el que pasa por el Observatorio Real de Greenwich, Inglaterra.

En esa época en la cual se buscaba unificar criterios de pesos, medidas y cualquier lenguaje técnico y científico, en el surgimiento de lo que después se conoció como globalización, con los medios de transporte cada vez más abundantes y rápidos, la diversidad de criterios en la cartografía originaba múltiples y grandes problemas de traducción de coordenadas y pérdidas de tiempo.

Dado el gran inconveniente de esta situación, el presidente de Estados Unidos, Chester Arthur, convoca la Conferencia Internacional del Meridiano en Washington DC en octubre de 1884, con la intención de unificar criterios frente a la urgente necesidad de establecer un meridiano principal de referencia, y usar un mismo nombre para identificarlo, de modo que se facilitara la navegación, así como el comercio que había alcanzado importantes niveles.

Las tres propuestas presentadas en la Conferencia para definir el Meridiano Cero fueron: el Meridiano Internacional de Santa Cruz de Tenerife, isla El Hierro, España; el Meridiano del Observatorio de París, Francia; y el Meridiano del Real Observatorio de Greenwich, Inglaterra. De los 25 países asistentes a la conferencia, 22 aprobaron la propuesta del Meridiano de Greenwich como Cero, entre ellos Venezuela. Así quedó establecido, a partir de entonces, el mapa mundial dividido en dos partes iguales, con Greenwich (Inglaterra) en el centro, quedando definidos los 24 husos horarios, 12 a cada lado; así como la precisión y exactitud de la distancia de cada punto del planeta al Meridiano Cero o de Greenwich. (José Pichel, Diario El Español, 2018).

El caso es que no existía ninguna razón científica para fijar la línea imaginaria en ningún punto en concreto, pero sí la necesidad misma de definirlo, de allí la exigencia del consenso, así que se trataba de una decisión política en la que entraba en juego el poder y el prestigio. En ese sentido, Greenwich ya tenía cierta ventaja: el Imperio Británico estaba en su máximo esplendor y deseaba quedar favorecido. Y así fue, imperio al fin. Recordemos que todos los imperios se han creído, en un momento dado, ser el Centro del Mundo, y siempre han  presentado sus mapas con su respectiva capital en el centro; así lo observamos en los mapas del Imperio Romano, Imperio Persa, Imperio Turco, Imperio Inca, etc.

Estudios relativamente recientes (1980) realizados por astrónomos de la Universidad de Virginia, revelan que el sistema de Posicionamiento Global por Satélite (GPS) adoptó como Meridiano Cero no el de Greenwich, sino otro, cuya denominación es Meridiano Internacional de Referencia (IRM por sus siglas en inglés), desplazado 102 metros al este con respecto a Greenwich. El error se debe a los cálculos originales de 1880, en los cuales no fueron considerados los contornos de la Tierra. Este error, en el sistema de medición angular, es de 5,3 segundos. (BBC News, Agosto 2015)

Desde la Conferencia Internacional del Meridiano celebrada en 1884, y tal vez hasta el fin de la humanidad, nuestro mapamundi se mantendrá con el Meridiano de Greenwich como el Meridiano Cero, aun cuando hubo quienes se negaron a aceptarlo en su momento. Los países que no participaron en la conferencia lo fueron haciendo paulatinamente, era lo más práctico para la uniformidad cartográfica con el resto de la humanidad. Francia, que sí asistió a la conferencia para defender su propuesta, que finalmente fue derrotada, y haciendo honor a su fama de chovinista, se mantuvo usando su meridiano del Observatorio de París, y sólo se resignó a aceptar el de Greenwich en el año 1911.

Aun cuando queda definido con el Meridiano de Greenwich qué zona, territorio o país está en oriente u occidente, por razones extrañas a él se ha aceptado que, por ejemplo, gran parte de Europa sea identificada como occidental estando al este del Meridiano Cero. Este «occidentalismo y orientalismo»,  ajeno a la ubicación de culturas y naciones, y debido a otros factores, es tema interesante que será tratado en un futuro artículo.


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