Si los centros políticos de la democracia supieran contra cuáles desafíos se enfrentan hoy, no perderían tanto tiempo en el jardín de las hespérides de citas y reuniones que solo sirven para legitimar cada día la pérdida de más libertades y derechos.

Encontrándose de manos atadas, como en aquel cuento de un andaluz en Madrid en el que se le pregunta a un paisano: “Señor, ¿usted tiene frío? No amigo, yo lo que no tengo es chaqueta”.

Las fuerzas democráticas en medio de toda su experiencia política no saben contra qué resisten; confían ingenuamente en la mala gestión del actor político de turno, tirando por la borda toda la tesis y experiencias de múltiples campañas políticas; ocultando debajo de la alfombra todo aquello de lo que no se quiere hablar al ciudadano, que serviría para de forma definitiva, cual espada de Damocles, terminar con la tiranía que hostiga y azuza a los administrados.

Lo más contradictorio es que participando en ese juego satánico de las mentiras evidentes, terminan cayendo ellos mismos en su propio juego de ser desechados como simples piezas en el tablero de la vida y lo peor es la reacción en cadena que eso crea, arrastrando a toda su generación por la desgracia del caos económico en el que introducen las naciones a los efectos del estatismo, amparados en la denominación que mejor les convenga.

Poniendo en evidencia, una vez más, que tales planes de empobrecimiento, debacle económica, desindustrialización, violencia generalizada, desempleo, paro, carencia de servicios básicos, inseguridad, moneda sin respaldo traducida en inflación, encarecimiento de los productos básicos de una alimentación sana, desnutrición, enfermedades, siempre van a beneficiar a grandes monopolios que arrasarán con todo a su paso tal como si se tratase de un ciclón que pasa por una nación, dejando todo en ruinas, sin capacidad, ni siquiera para su reconstrucción; ya que no solo se saquea la riqueza material, sino la antropológica, biológica y espiritual; donde también se extrae, palabra que empieza a  desempolvarse de los apercibimientos de pensadores del siglo pasado, al ser humano, y no precisamente para utilizarlos como instrumentos, sino más bien, para desmoralizarlos.

Todo se ha dicho en los dos últimos años, mientras la sociedad se enfrenta a unos actores políticos cada día más pésimos y a una oposición peor aún, como parte del programa; donde cada vez salen más caros a la población contribuyente o no, carente de todo sentido común, con los mismos intereses económicos del actor político de turno, basados en el positivismo del sistema de Estado, sin ninguna voluntad en querer cambiar el sistema estatista, cada día más interventor en la vida íntima, discriminativo de las libertades y los derechos naturales de las personas.

 


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