La estadística es una ciencia que a partir de un conjunto de números calcula determinadas características y probabilidades de obtener determinadas inferencias y conclusiones. Hay quien asocia indebidamente la mentira a la estadística. La estadística es una ciencia exacta y precisa. Lo que sí son mentiras son determinadas trampas e interpretaciones interesadas que manipulan los datos estadísticos para decir algo distinto o contrario a lo que realmente dicen. Se utiliza como ejemplo de mentira estadística cuando se dice si tú te comes un pollo y yo ninguno, la estadística dice que nos hemos comido medio pollo cada uno. Eso no lo dice, explica que hay una media de medio pollo, que es la verdad, lo que también explica que la varianza es máxima como realmente ocurre cuando uno se come el pollo y el otro no come nada. Media y varianza son dos estadísticos de los muchos que hay. Todos útiles para estudiar estadísticamente una población.

Estadística es una medida cuantitativa para calcular un indicador de una muestra estudiada. Quien utiliza una estadística inadecuadamente es por desconocimiento o porque quiere hacer trampa o mentir. En 2008 en España hubo un debate preelectoral sobre economía entre el miembro del PSOE y ministro de Economía, Pedro Solbes, y el supuesto aspirante a futuro ministro de Economía por el Partido Popular, Manuel Pizarro. Recuerdo bien ese debate televisado, el caso que voy a explicaros no es para ver quién es mejor o peor si no para analizar cómo a veces, demasiadas, se utilizan perversamente las estadísticas. Pizarro criticó fuertemente la gestión económica al ministro y a su partido, España estaba entrando en esos momentos en una grave crisis que el PSOE y el gobierno negaban y acusaban al PP de demagógicos, cuando hablaron de la inflación que los gobiernos del PP habían bajado de 4,3% a 2,1% y en la época reciente del PSOE la habían tomado al 2,1% y la tenían en 4,2%, Solbes dijo que el comportamiento de la inflación era igual en un gobierno que en otro ya que la media de ambos períodos era prácticamente la misma. Pizarro no supo contestar, de hecho, no contestó esa apreciación, perdió el debate, el PP perdió las elecciones y Manuel Pizarro se retiró de la política.

La realidad en cuanto a la inflación era otra, no era cierto que las gestiones de la inflación fueran iguales. Todo el que sabe algo de economía y me consta que Pedro Solbes sabe y sabía bastante, conoce que lo importante de la inflación es contenerla y en general bajarla para dejarla en un escaso porcentaje, así lo hizo el gobierno del PP de José María Aznar entre 1996 y 2004, exactamente lo contrario de lo que hizo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entre 2004 y 2008, que la tomó baja y la dejó al doble. Es cierto que las medias de la inflación eran las mismas, pero uno las arregló y el otro las estropeó. Solbes manipuló una estadística y le fue bien en el debate y en la campaña electoral.

En España a primeros de cada mes el Ministerio de Trabajo publica los datos de empleo, destacando el número actualizado de empleados y parados. Comparándolos con el mes pasado, con datos históricos y un año antes. Además, aporta otros datos, entre ellos, de forma destacada, las nuevas contrataciones y el porcentaje de las que son contrataciones indefinidas y las que son temporales. Normalmente las indefinidas suelen ser en torno a 12% y la de contratos temporales en torno a 88%, los datos de febrero de 2020 fueron 11,2% y 88,8%, respectivamente. Ahora ya menos, pero históricamente al presentarse los datos muchos de los interlocutores sociales, periodistas y políticos criticaban duramente la injusticia que suponía el alto aumento del contrato temporal frente al indefinido.

Volvemos a la interpretación inadecuada de las estadísticas, por desconocimiento o por interés malicioso. A pesar de la abultada diferencia de ambos datos, lo normal es que el peso de los contratos indefinidos no cambie apenas, e incluso a pesar de la permanente diferencia a favor de los contratados a tiempo parcial, puede que aumente el peso de los contratos indefinidos. Según la Encuesta de Población Activa del último trimestre del año 2019 el porcentaje global de trabajadores asalariados indefinidos es del 73,9% y el de contratos de forma temporal 26,1%, habiendo esta última descendido con respecto al mismo período del año anterior. La clave es que cuando se hace un contrato indefinido, como la propia palabra dice, puede durar mucho tiempo, incluso hasta la totalidad de la vida laboral del trabajador, más de 30 años. En cambio, el contrato de trabajo temporal es por un tiempo menor, incluso puede ser de un día. Es por esto que las renovaciones de los trabajadores fijos son cada bastante tiempo y las de los temporales se producen de forma continua.

Entiendo que el peso del número de trabajadores eventuales en el total de la economía preocupe, aunque en ocasiones sea necesario, pero si es así, que en todos los informes venga debidamente destacado ese dato y cómo va variando y no otro dato que desde mi forma de ver no es relevante e induce de forma continua a conclusiones y apreciaciones posiblemente interesadas, muy equivocadas y fundamentalmente falsas. El dato de nuevas contrataciones, según tipo de contratación se da siempre destacado, pero el importante, de cuántas contrataciones fijas y eventuales quedan y como han variado casi nunca, es difícil encontrárselo incluso buscándolo.

Pobreza significa no tener lo suficiente para vivir, la RAE dice: “Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. Este término no es ni puede ser relativo a nada, o se tiene para vivir o no se tiene, se puede discutir qué es lo necesario o lo suficiente para vivir, pero nunca relacionarlo con lo que tienen otras personas. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) hace un informe con “nuevas tablas clasificatorias de la pobreza infantil en los países ricos del mundo”, ya el título de por sí es bastante contradictorio, pero lo que me parece excesivo, confuso y que provoca desinformación es cuando elabora una segunda tabla de pobreza infantil relativa basada en lo siguiente “muestra el porcentaje de niños que viven en condiciones de pobreza relativa, es decir, en una familia cuyos ingresos ajustados según el tamaño de la composición de la familia, son inferiores al 50% del ingreso medio del país donde vive”.

Este dato lo único que expresa es cuántos hogares ganan según el número de personas menos de la mitad de ingresos, algunos sufrirán pobreza y otros no. En ningún caso se deberían hacer definiciones sobre determinados cálculos que no sean precisos y mucho menos que sean equívocos. Este dato solo mide o explica una parte de la distribución de la riqueza.

Soy poco o nada partidario de ponerle nombres complementarios a las palabras que ya están claras y suficientemente definidas. Analfabeto significa, según la RAE, “que no sabe leer ni escribir”, así hay casi 800 millones de adultos en el mundo de un total de 7700 millones de habitantes.

Es obvio que el mero hecho de saber solo leer y escribir sin un cierto grado de entendimiento de lo que se lee o se escribe es muy poca cosa y es una base educativa muy deficiente. Sería exigible a los responsables educativos de países que prácticamente 100% de la población tenga capacidad de comprensión de lectura y escritura, así como cierta capacidad de cálculo matemático sencillo, cuestión que todavía no tienen más de 20% de los adultos del mundo. Pero no se deben llamar analfabetos funcionales porque induce a la confusión del verdadero significado de alfabeto y analfabeto. No es bueno ni transparente robar una palabra para cambiar su contenido.

Venezuela, un país dictatorial del que su gravísima situación hemos hablado en otros capítulos, ha jugado y sigue jugando a que el tipo de cambio de su moneda sea diferente según sea dónde, para qué o para quién. En febrero de 2015 había tres tipos de cambio de dólares por bolívares, uno de 6,3 bolívares por dólar, otro de 12 bolívares por dólar y el que realmente funcionaba en la calle y al que podríamos definir como el verdadero cambio oficial en torno a 185 dólares por bolívar. Eso suponía para un trabajador un sueldo diario de medio dólar.

En ese triste escenario, la diversidad de tipos de cambio que en algún momento llegó a cinco, aunque el real, como es lógico es el del mercado, le permitía a Nicolás Maduro afirmar que Venezuela era el país con uno de los mayores salarios mínimos del mundo. Ya hace años que esa falsa boutade y provocación no la puede decir porque el propio sistema ha aceptado la dolarización del país y con ello el cambio real en el mercado. El 10 de enero de 2020, el gobierno chavista aumentó el salario mínimo de 150.000 bolívares, lo que equivalía a 2,23 dólares mensuales, a 250.000 bolívares, que equivale a 3,71 dólares, casi cuatro dólares mensuales. El Banco Central de Venezuela reconoció una inflación del 9585% dato que es menor que el estimado por el Fondo Monetario Internacional. En el primer sexenio de 2013 a 2019 la inflación de Venezuela fue de 5,395,536,286%.

Mucho de lo que ocurre en Venezuela, casi todo, es un despropósito aberrante y tremendamente dañino y perverso para los venezolanos. Pero el caso de los tipos de cambio es un ejemplo exagerado al extremo de cómo se puede tergiversar el cálculo de un tipo de cambio con un doble propósito, intentar engañar y utilizar los distintos tipos de cambio para robar dinero público y propiciar que lo roben los familiares y amigos. Se pueden generar auténticas fortunas, de hecho, se han generado, comprando una divisa a un precio y vendiéndola a otro, o comprando un bien o un precio basado en un tipo de cambio y venderlo basado en otro tipo de cambio.

La estadística se usa entre otras muchas posibilidades para la realización de encuestas. Una investigación sociológica cuantitativa es la que se hace a partir de encuestas mediante la aplicación de técnicas de investigación para obtener conclusiones y datos. Se realizan preguntas estructuradas a una muestra representativa de la población para saber y cuantificar lo que piensa la población de determinados temas. Si la muestra se elige bien, es decir, de una forma totalmente aleatoria, las preguntas están debidamente diseñadas y se aplican adecuadamente los métodos y cálculos estadísticos, sus resultados son, con un mínimo de error, similares a la realidad. Las encuestas se hacen para multitud de investigaciones sociales, científicas, informativas y políticas. Una de sus facetas más conocidas es para ser publicada por medios de comunicación o incluso para que los medios de comunicación se hagan eco de ellas. En muchas ocasiones, gobiernos y partidos políticos utilizan las encuestas para refrendar determinadas políticas, aunque no siempre lo hacen de forma limpia y objetiva. En psicología y sociología se estudian dos efectos denominados bandwagon, que es de empatía y apoyo al ganador, y el efecto underdog que es igual, pero al perdedor. De las encuestas más reiteradamente usadas y las más conocidas son las electorales, con mayor importancia y eco las que se publican previas a las elecciones. En estas encuestas el poder del efecto bandwagon es muy fuerte, además, así lo creen fuertemente los líderes y candidatos políticos. Aunque no fuera así, que sí lo es, a ellos les encanta verse ganadores en las encuestas. A los asesores políticos, cada vez con más peso político, también les gustan.

A pesar de lo dicho, a veces hay excepciones, no es lo mismo salir en las encuestas como claro ganador y con gran diferencia, que hacerlo de forma muy ajustada y por escasa diferencia. En general, cuando se vislumbra una gran victoria anima al ganador y sus seguidores y desanima a los contrarios. Cuando la victoria es muy apretada puede movilizar también a los que pierden por poco, que también pudieran llegar a ganar con unos pocos más de votos. Cuando se prevé un resultado como muy claro y seguro la participación electoral disminuye y cuando es muy incierto la participación aumenta. A veces se vota no tanto porque gane un partido, sino porque no gane otro.

Una encuesta, si se hace honestamente, refleja fielmente el pensamiento y las actitudes de la población a la que representa, la muestra de personas entrevistadas o de los objetos o hechos observados. Lamentablemente no siempre es así, muchas de las investigaciones sociológicas se hacen intencionadamente sesgadas y se puede hacer de muchas maneras. Se puede sesgar la muestra hacia sectores más favorables a unos intereses determinados, o a sabiendas que determinadas formas de realizar las encuestas tienen algunos sesgos que se deben corregir, pero que interesa no hacerlo, también se pueden realizar ponderaciones no adecuadas. Se pueden hacer preguntas sobre el tema que interesa y obviar los que no interesan por motivos partidistas o ideológicos, y se puede manipular la forma de preguntar e incluso las opciones de respuesta. A veces incluso en algunos países, se falsifica totalmente algunas encuestas, se cambian los resultados o directamente se las inventan.

Mi padre, que era ingeniero y constructor, decía que las casas tendían por inercia a no caerse, basaba su teoría en que los cálculos de resistencia de los materiales y los coeficientes en exceso que se aplicaban, imposibilitaban, si se seguían las normas, que un edificio se pudiera caer. Por lo tanto, si el edificio se caía era porque los cálculos estaban muy mal hechos o por ahorrar gastos y materiales no se cumplía con las condiciones técnicas. Puedo utilizar el mismo símil, para decir que toda encuesta tiende a decir o explicar la realidad, y si no lo hace es por dos motivos, o porque no se aplicaron las normas y las reglas estadísticas pertinentes, o por corrupción, porque interesaba manipularlas para obtener distintas conclusiones a las reales.

Existen afortunadamente muchas empresas investigadoras de sociología aplicada que realizan estudios de opinión de forma histórica y reiterativa que son honestas y cuyos resultados son siempre reflejo de la realidad. Dos encuestas distintas, hechas sobre el mismo tema y la misma población deben dar datos convergentes, es decir muy parecidos, si no es así, una de las dos, al menos, tiene problemas. A lo largo de mi vida profesional en el campo de la sociología, con más de 40 años de experiencia, es posible que haya llegado a dirigir y controlar directa o indirectamente entre 5.000 y 7.000 investigaciones cuantitativas de opinión pública en diferentes países. Ninguna de ellas ha sido manipulada en contra de los criterios de veracidad y objetividad.

Vivimos tiempos de posverdad, que no es otra cosa que mentiras claras sobre realidades concretas basadas en la manipulación de las emociones y fundamentos ideológicos. En ocasiones se mezclan la posverdad con noticias falsas, fake news, las redes sociales, las cuales son viralizadas mediante marketing e inversión publicitaria y finalmente con la utilización de bots que son ordenadores o robots que envían mensajes automáticos desde cuentas falsas de e-mails, Facebook y Twitter y con cualquier identidad electrónica falsa.

En un momento histórico en que vivimos en tiempo real cero, en el que la verdad es accesible, hay fuertes fábricas de confusión y sombras utilizando la manipulación de emociones, falsas interpretaciones, falsas identidades, fotografías y videos manipulados para la generación de posverdad, mensajes ideológicos y defensa de líderes e ideas políticas. En general, es el campo de los deshonestos y tramposos, de los populistas, de los que mienten, a veces en directo, en general, de los nacionalistas, de la izquierda radical y de la extrema derecha. Personas, líderes políticos, movimientos sociales y partidos políticos que se creen poseedores de la verdad, supremacistas ideológicos, piensan que todo vale y la mentira es un instrumento más para alcanzar sus objetivos. A veces son líderes políticos que lo único que quieren es el poder, utilizan este tipo de grupos políticos para alcanzarlo sin importarle ni los principios ni la ideología.

Las encuestas, igual que las estadísticas, son muy importantes y necesarias para la eficiente gestión de los intereses públicos y privados. Tomando como ejemplo la pandemia que nos azota en estos meses, entre los errores que se han cometido, y en algunos casos se siguen cometiendo, es el de no realizar un estudio de prevalencia del covid-19 en todos los países del mundo. Alemania, aunque tarde, ha puesto un estudio mediante encuesta y test a 100.000 personas a finales de marzo. España lo está haciendo desde el día 27 de abril, con una muestra de 36.000 hogares, calculando un tamaño medio de 2.5 personas por hogar, se realizarán las pruebas a unas 90.000 personas en total, para ver la evolución lo repetirán 3 veces, cada 21 días.

Prevalencia, desde el punto de vista epidemiológico es conocer el porcentaje de personas de un determinado colectivo o de una población que tengan unas determinadas características. En el caso de la pandemia del covid-19 necesitamos saber el número de fallecidos, el número de personas graves, de personas que están desarrollando una enfermedad con determinados síntomas, y sobre todo cuántas la han tenido sin saber que la han tenido, o confundiéndola con otra, cuántos de manera asintomática y cuantos son inmunes a ella. Estos datos son vitales para abordar la pandemia y para saber las medidas a tomar, entre ellas la magnitud y las formas de confinamiento. Dada la dimensión de la pandemia y el daño de la enfermedad y muertes que está causando, además de los daños sociales y económicos sobre todo de las personas más vulnerables merece la pena hacer una gran muestra como han decidido en Alemania, España y otros países.

¿Cómo se hace? Se elige la muestra aleatoriamente entre toda la población distribuida por todo el territorio, a los que se les hace el test del covid-19, otros análisis necesarios y una encuesta con preguntas y datos demográficos y perfil sanitario. Además de conseguir los datos de prevalencia, podemos hacer todo tipo de segmentaciones y correlaciones, tanto simples como múltiples. En las simples solo intervienen dos variables, donde una variable depende de la otra o viceversa. En la correlación múltiple intervienen más de dos variables de las cuales una es dependiente y el resto son consideradas independientes o predictoras. Esta muestra se puede hacer por selección de individuos o por selección de familias y se debería repetir la investigación al menos cada dos meses.

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