El pasado jueves 14 de enero, el administrador apostólico de la Arquidiócesis de Barquisimeto, monseñor Víctor Hugo Basabe, pidió a todas las autoridades del país hablar con la verdad, “por fuerte que esta sea”. Esa exhortación está más que justificada y por lo tanto secundo la plegaria del prelado de la Iglesia Católica venezolana, en el sentido de no cometer el pecado de pretender ocultar una tragedia que más bien debe ser expuesta con detalles para tratar de buscar soluciones inmediatas. Maquillar las cifras que enumeran las muertes que deja a su paso la pandemia del COVID-19 no es una necedad, es una acción criminal. Como lo es también rechazar las ayudas humanitarias que se han ofrecido sostenidamente por parte de gobiernos democráticos del mundo o por instituciones benéficas que solo buscan mitigar los sufrimientos de una ciudadanía que está condenada a continuar escarmentando los embates de un régimen sanguinario al que solo le interesa controlar los poderes públicos para proseguir ejecutando sus macabros planes.

Sin duda que el respetado y valiente apóstol barquisimetano reaccionaba al cinismo con el que Nicolás Maduro recitaba sus mentiras desde la tribuna del Palacio Federal de Venezuela, por desgracia, hoy reducido a escenario de una farsa parlamentaria. Maduro, con todo el descaro del mundo, se atrevió a decir que “la pobreza en Venezuela no pasa del 5%”. La verdad es que hay que ser muy cara dura para atreverse a jugar con los sentimientos de los venezolanos esbozando tales términos. Maduro insiste, con sus poses de farsante contumaz, en que esas denuncias que ponen en evidencia la supuesta crisis de servicios de agua potable, de gas doméstico, de luz eléctrica, de seguridad personal, de salud, etc., «son patrañas dirigidas por los enemigos de la revolución”.

Tienen más de 22 años argumentando lo mismo. Colocados detrás de ese paraban del “enemigo externo”, con el manido estribillo de “las maniobras de la derecha capitalista”, negando lo que está a la vista de todo ser simplemente racional: Chávez y Maduro arrasaron con los potenciales de nuestro país, convirtiéndonos en un espejo en donde pueden mirarse los que no desean hundirse en semejante pantano de falsedades.

Maduro miente descaradamente cuando habla de “400.000 viviendas construidas”, miente cuando asegura que eso de “la hiperinflación es fruto del imaginario de los adversarios del proceso que llevan adelante para producir al hombre nuevo”. En definitiva, está más que claro que no tienen remedio, como lo escribimos la semana pasada, porque seguirán mintiendo, echando mano a las típicas recetas del populismo para tratar de negar lo que, como dice monseñor Víctor Hugo Basabe, «es un pecado» y por eso pidió a la Divina Pastora «que interceda por Venezuela y que ayude a sus ciudadanos a llevar al país hacia el progreso, la concordia, la unidad, la democracia, la justicia, la libertad y la paz».


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