Una nueva Venezuela requerirá de un nuevo venezolano

Si los venezolanos cierran filas, con coraje y decisión, detrás de sus legítimos líderes (por sus actitudes y actividades los reconoceréis fácilmente) no hay dudas de que Venezuela entrará este año en una nueva etapa, con un liderazgo honesto, democrático, dispuesto a la tarea de reconstruir una nación en ruinas, un país asesinado por la pandilla de malhechores e ignorantes que ha estado aferrado al poder por los últimos 24 años.

Ese liderazgo que ha de llegar se enfrentará a la actual realidad venezolana con el dilema del mosquito que vuela sobre el elefante y se dice: “Yo sé lo que tengo que hacer, pero, ¿por dónde comienzo? Aunque habrá tentación de dedicarse primero a lo considerado más urgente, la verdad es que deberán acometerse múltiples actividades en paralelo. No se trata solamente de lograr la confianza y la ayuda financiera de gobiernos, empresas privadas  y entidades multilaterales de desarrollo en el proceso de reconstrucción nacional sino proceder simultáneamente a recuperar la operatividad de la industria petrolera nacional, poner orden en el caos de los servicios públicos, estimular el regreso de los agricultores al campo, poner la infraestructura física del país en condiciones decentes de utilización, recuperar la soberanía sobre territorios invadidos por la marabunta guerrillera y garimpeira y  comenzar a depurar una fuerza armada desmoralizada y prostituida por militares traidores y políticos de ideologías absurdas y fracasadas. Tareas como estas apuntarán a sanar el cuerpo de la nación, algo indispensable para promover el regreso de la diáspora y la reanudación de una vida digna y decente en el país.

Pero hay todavía más por hacer y de tanta urgencia e importancia como todo lo arriba señalado. Se trata de sanar el alma de la nación, algo tan importante como el cuerpo. Y para lograr esta sanación del alma nacional deberá llevarse a cabo un proceso de profunda modificación actitudinal de nuestra población, la cual consistirá esencialmente en transformar la mayor cantidad de gente en buenos ciudadanos activos.

Pero, se dirá, ¿es esto posible? ¿Cambiar las actitudes del venezolano? ¿Cómo se puede lograr?

La respuesta es: mediante la implantación de una política de Estado de educación ciudadana sistemática, bien planificada, perseverante, permanente en el tiempo, la cual trascienda ciclos políticos, de obligatoria ejecución en las escuelas de Venezuela, llevada a cabo desde el kindergarten y con los niños de 4-5 años, hasta que el joven venezolano de 17-18 años  salga a trabajar  o a la universidad (y hasta en la universidad puede seguirse).

Quienes estén familiarizados con el sector de la educación en países como Japón, Singapur, Finlandia y  otros países nórdicos y –en nuestra región– con la filosofía educativa existente en Costa Rica, Uruguay y Chile, apreciarán que este es el ingrediente mágico que utilizan las naciones para cambiar la fisonomía social del habitante promedio, de ser un simple habitante a buen ciudadano activo.

En efecto, un edificio que pretenda mantenerse en pie, sin sufrir derrumbes y resquebrajamiento de su estructura deberá poseer sólidas bases. El edificio Venezuela se ha construido sin prestarle la debida atención a esas bases, las cuales están formadas por una masa crítica de buenos ciudadanos activos. De nada vale que tengamos un importante primer piso petrolero y pisos superiores para el turismo, la agricultura, la minería y otros aspectos de la vida nacional, si no existen bases sólidas, una masa crítica de buenos ciudadanos activos.

He escrito un libro: Fábrica de Ciudadanos, Bases para la Reconstrucción de Venezuela, el cual pongo a la disposición de los próximos líderes de la Venezuela libre y democrática, en el cual se detallan el qué y el cómo de una política de Estado de Educación Ciudadana para Venezuela, la cual logre, en el curso de dos y más generaciones, crear esta masa crítica necesaria para darle un vuelco a la actitud tradicional del venezolano promedio, bastante más inclinado a exigir sus derechos que a cumplir con sus deberes ciudadanos.

Hay una explicación histórica y sociológica para que esto sea así. En corto, hay tres factores importantes que han promovido esta situación:

(1) Nuestro pueblo ha concentrado sus esfuerzos en batallar por la igualdad social, anhelo muy loable, pero desarrollando una actitud asimétrica a favor de sus derechos, con descuido del cumplimiento de sus deberes ciudadanos.

(2) El predominio de la paternidad irresponsable, la cual  ha llevado a muchos compatriotas a remplazar la figura del  padre que nunca conocieron por símbolos paternales como lo han sido nuestro máximo héroe militar Simón Bolívar o el estado benefactor. Ello ha llevado tanto a una admiración por el hombre fuerte como a una dependencia excesiva en el estado, percibido como figura alterna del padre ausente.

(3) La aparición del petróleo en la vida nacional, poniendo en manos del estado una riqueza no trabajada y mal administrada, adormeciendo la acción comunitaria colectiva que es indispensable para que una sociedad pueda prosperar, remplazándola por actitudes individualistas, apenas brevemente convertidas en solidarias en caso de emergencias y catástrofes colectivas.

Aún nuestro mejor liderazgo político, en las etapas más luminosas de nuestra historia democrática, han tenido la tendencia a descuidar la formación de buenos ciudadanos. Con breves excepciones no se le ha prestado suficiente atención a la creación de un venezolano consciente de sus deberes. Nuestras constituciones, véase la actual, le dedican múltiples artículos a los derechos y garantías al venezolano (imposibles de garantizar por lo demás) mientras que son pocos los artículos que  hablan de sus deberes. En la práctica, la tendencia preferida por el liderazgo político ha sido hacia un populismo exacerbado, en base al cual se le promete continuamente al venezolano que el estado proveerá seguridad, educación, salud, alimentación, pleno empleo, mencionándoles una deuda social contraída por el Estado con el pueblo, sin mencionar la deuda social que el pueblo  ha contraído con la nación.

¿Por qué los gobiernos democráticos no han llevado a cabo esta indispensable política de Estado?

¡Porque toma tiempo! Porque de llevarse a cabo tendría que durar mucho más que un solo ciclo político. Nuestros líderes políticos prefieren acometer los programas y políticas que puedan terminar en el curso de sus mandatos, para así obtener dividendos políticos. Una siderúrgica, un museo, un estadio de béisbol, una universidad, pueden mostrarse finalizados. Pero una política de larga duración que el líder del momento no pueda ver terminada mientras está en el poder carece de atractivo suficiente para ser acometida.

Hay países que han vencido esa tentación. Recordemos que John Kennedy fue a la TV a anunciar un programa espacial que llevaría un hombre a la Luna. No lo vio concluido, tampoco lo vio Lyndon Johnson, su remplazo, lo vio Richard Nixon más de diez años después. El programa se desarrolló durante tres ciclos presidenciales. Ello ilustra la actitud necesaria.

Este proceso de transformación del venezolano debe iniciarse cuanto antes, pues será indispensable para la sanación del alma venezolana

Se puede y se debe hacer, no sería costoso, ya que no requiere cuantiosas inversiones en infraestructura, aunque si necesita recursos humanos de calidad. No existen misterios sobre el cómo hacerlo, ya conocemos lo suficiente para estructurar un programa nacional de educación ciudadana eficiente, que logre el proceso de transformación ciudadana que llevaría a Venezuela de regreso al mundo civilizado y progresista.

Estoy a la orden para colaborar en este programa, en esta política, sin la cual el edificio Venezuela nunca logrará la indispensable estabilidad.


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