Es un binomio inseparable. A peor salud democrática, mayores quebrantos periodísticos. Una democracia crece sana si alimenta un periodismo vital y robusto. Del estado de la democracia y  de los medios conversaron hace apenas unos días directivos de algunos de los periódicos más relevantes de América Latina, convocados por el Grupo de Diarios América (GDA), del que forma parte El Nacional.

Andrés Mompotes, director general de El Tiempo, hizo la tarea de moderador del foro y fijó de partida el escenario —con sus aguaceros por aquí y nubarrones por allá— que se repite de país a país: pérdida de confianza en los partidos, parlamentos y gobiernos, características de una recesión democrática que no se sabe cuándo empezó y menos cómo se sale de ella. El riesgo evidente es el ascenso del populismo y el autoritarismo, que también vienen juntos y se retroalimentan.

Fue un foro a varias bandas. Gail Scriven, prosecretaria de redacción de La Nación, habló desde Buenos Aires; David Aponte, director general de El Universal, desde Ciudad de México; en Lima se conectó el director periodístico de El Comercio,  Juan Aurelio Arévalo,  y desde Madrid lo hizo nuestro presidente y editor, Miguel Henrique Otero. Y Mompotes, claro, en Bogotá.

Cinco países con sus matices,  preocupaciones comunes in crescendo y con la libertad de expresión bajo asedio.  La democracia argentina, por ejemplo, llega  a los 40 años de vida ininterrumpida en este 2023, el período más largo de su historia. Pero, oyendo a Scriven, parece que llegara exhausta y con la vía extraviada: inflación anualizada de 120%, en la víspera de unas elecciones presidenciales donde asoma la nariz, o más, la derecha extrema, un gobierno disfuncional y una ofensiva contra la Corte Suprema donde se dirimen expedientes de corrupción muy sonados.

Aponte, en México, advierte de los intentos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador —el enigmático AMLO— de tomar el Instituto Electoral y el Instituto de Transparencia y colonizar además los poderes legislativo y judicial. No hay reelección por allá, por lo que dominar el Congreso para propiciar una reforma es el objetivo.

AMLO mantiene una línea de ataque a la prensa desde su conferencia matutina —de lunes a viernes, de dos a tres horas— a la que lleva a youtubers que agreden a otros medios y gobiernos. En México en lo que va de año han asesinado en promedio un periodista por mes. El presidente sigue habla que te habla.

Perú, según la encuesta de  Latinobarómetro, es el país más insatisfecho con la democracia. No le faltan motivos: seis presidentes en cuatro años;  la mayoría de los exmandatarios presos. El rasgo más estable del país es su inestabilidad. El parlamento, que roza el desprecio popular, ha tramitado, según el director periodístico de El Comercio, 94 proyectos para limitar las libertades informativas en los últimos 5 años.

El caso más extremo es el nuestro, dijo Otero, porque el socialismo del siglo XXI, que comparte inspiración con el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, ya ha acabado con las libertades. Conatel, el organismo que en algún momento dirigió el “prócer” Diosdado Cabello, controla y bloquea los pocos espacios que sobreviven, tanto de medios nacionales como internacionales.

¿Soluciones? El periodismo tiene que continuar, coinciden todos, su labor de investigación, vigilancia y denuncia. Y, más importante ahora, explicar a sus lectores cómo se trabaja en una sala de redacción, el rigor que exige un trabajo periodístico y los conceptos éticos que la profesión debe respetar. Defender la democracia no acepta desmayos.

 


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