Adolfo Suárez fumando en su escaño del hemiciclo del Congreso, junto a Francisco Fernández Ordóñez Foto: EFE | Archivo

Hemos visto y oído mucha veces recomendar cualquier libro con la apostilla de que «es de lectura obligatoria». No me pareció nunca una forma atractiva para resaltar el valor de ningún texto. Tampoco otras expresiones encomiásticas menos «impositivas», más eufónicas, pero igualmente carentes de argumentos para sustentarlas. Por eso cuando escribo que, en este caso, estamos ante un libro ejemplar, de lectura agradecida, tengo que procurar demostrar tal valoración. Lo hago desde mi experiencia profesional de historiador y de haber vivido la mayor parte de la época que aquí se trata.

Estas «Memorias de tiempos difíciles» son una magnífica lección de Historia; sin los tópicos ni defectos habituales del género memorialista. No hay en ellas el afán autoexaltativo que domina en tantos otros casos. Están escritas con lenguaje claro y directo, apoyado en la verdad. No buscan el escándalo, la descalificación personal, el morbo … o sea los ingredientes habituales para incrementar la venta de ejemplares. Estamos ante un libro escrito con la cabeza y el corazón, en amalgama inusualmente equilibrada, cuyo balance resulta un excelente ejercicio pedagógico.

Ahora que se intenta borrar o mitificar el pasado con intereses espurios, el general Cassinello nos ofrece un relato que hace comprensible el presente desde la perspectiva del ayer más significativo. El objetivo fundamental de esta obra es una llamada a la búsqueda de la paz; valor supremo e irrenunciable en la convivencia social. Un esfuerzo por caminar juntos, a pesar del elevado coste que esto requiere a veces. No son palabras vacías sino el testimonio, en grado sumo, de lo que puede llegar a exigir la concordia. «Nunca supe quién mató a mi padre, asesinado por los republicanos en la Guerra Civil», escribe Cassinello. No fue el único miembro de su familia «pero aún así no me enseñaron a odiar». No olvida tampoco la tragedia en la otra orilla y recuerda el fusilamiento del padre de su compañero de pupitre y de juegos infantiles en el colegio, a manos de los «nacionales», tras la liberación de Almería en 1939.

El libro es, por encima de todo, un análisis de los principales acontecimientos de la vida española, especialmente a partir de 1968 repasando la etapa final de franquismo, la Transición, la legalización del PCE, la lucha contra el terrorismo, el 23 F, … así hasta los primeros años noventa siempre en primera fila. Una realidad diseccionada con el rigor de un hombre clave en los servicios de inteligencia, en diferentes órganos, instituciones y ámbitos. Los doce Anexos que completan la obra son muestra evidente de los problemas y dificultades a los que hubo de enfrentarse, así como a los sacrificios que costó; mirando siempre al futuro con esperanza. En uno de ellos, allá por 1976, advertía: «Tengamos en cuenta que en la vida de los hombres y las generaciones hay un momento en que nos corresponde dar la medida de nuestra talla y este es el nuestro». Esta máxima estaría hoy también en plena vigencia, según mi entender.

Lucha valiente y cobardía moral

Un catálogo extenso de personajes, conocidos unos (con lugar preeminente para Adolfo Suárez o Tarradellas), anónimos otros, vistos siempre con los ojos abiertos a todos los horizontes, aparecen inevitablemente en el reparto de papeles de esta lectura, sobre la senda por la que discurre el sinuoso avance de la construcción de España. Entre los héroes sin nombre, los guardias civiles y sus familias protagonistas de una lucha valiente, no sólo contra los enemigos declarados sino también frente a la cobardía moral de muchos. La dignidad encarnada en esos hombres y mujeres, habitantes de cuarteles como Lequeitio, Vergara y tantos más, alcanza cotas sublimes. Probablemente nunca seremos capaces de pagar nuestra deuda con ellos, tampoco con otros.

El autor no pretende imponer doctrina. Tiene las certezas justas, ni más ni menos. Entre ellas el amor a la Patria, no sólo como un constructo emocional, sino como necesaria realidad existencial que hacemos todos, unos con más entrega que otros. Según le hizo observar un soldado bajo su mando hace mucho, «la Patria es también la seguridad social». Cree firmemente que la vida es el camino, y en ese eco machadiano resuenan sus dudas, pero anda. Agarrado a valores irrenunciables: libertad, respeto, diálogo, entendimiento… con sentido del tiempo como telón cambiante en que se proyectan los actos históricos. Al fin y al cabo, la memoria es el recuerdo de unos hechos y la percepción que cada uno tiene de ellos. No mucho más, pero nada menos.

Artículo publicado en el diario La Razón de España


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