En Venezuela se alcanzó estabilidad institucional y democracia porque hubo una dirigencia política y social efectiva. Por la década de los cuarenta del siglo pasado, largamente formada desde la universidad, al por entonces nuevo liderazgo venezolano le correspondió idear, plantear e imponer la elección universal, directa y secreta de nuestros gobernantes. En los sesenta, y todavía por los setenta, tocó defender nuestras libertades frente a la osadía castro comunista. Aunque es cierto que cada periodo no mayor de cinco años se realizaban elecciones presidenciales y regionales faltó desarrollar la descentralización que parecía consolidada al finalizar el siglo; sin embargo, no es menos cierto que, con los incidentes de excepción que confirman la regla, hubo prensa libre, división real de  poderes, pluralismo político, y otras virtudes y ventajas, siendo más participativo el juego político de los que es hoy. En esos momentos, el único protagonismo era el dominio hegemónico del ocupante en Miraflores. De 1958 a 1998, presidieron el país Wolfgang Larrazábal- Edgar Sanabria por una transitoria Junta de Gobierno; y Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, sin reelección inmediata; sin embargo, entre 2000 y 2022, oficialmente, Hugo Chávez y Nicolás Maduro ad infinitum.

Uno de los mayores errores en tiempos remotos fue realizar el relevo de ese liderazgo a favor de las figuras secundarias, el clientelismo y la burocracia en partidos, sindicatos y gremios empresariales y sindicales. Cuando revisamos la nómina dirigencial del promedio  de los partidos y de las organizaciones de la sociedad, tenemos, de un lado, que los carga-maletines y los favoritos de las roscas son los que encabezan esas entidades, además, divididas; y, del otro lado, cuando se trata de organizaciones nuevas, estuvieron favorecidos por la promoción radiotelevisiva de un grupo económico o la ventajista concesión de una generosa ayuda económica de alguna fundación del Estado. Esto trajo como resultado fatal que esos cuadros de conducción han medrado, literalmente medrado y, por ello, no son capaces de producir un hecho nuevo, renovando a una oposición que, ante todo, exige una real representación y representatividad de sus líderes.

Es curioso que, al producirse la victoria de la oposición para las parlamentarias de 2015, los medradores se conectaron con los partidos que dominaron el Parlamento, y, después, aterrizaron en los predios de Juan Guaidó, convertidos en partidarios y animadores de un club de fans para el cual requieren un mínimo financiamiento. Cuando los reales no alcanzan o les fatiga el riesgo de apoyar algo diferente a la usurpación, buscan deslizarse hacia los predios del poder real, buscando conexión, básicamente, con la llamada Asamblea Nacional de 2020, por mucho que hayan ido a exhibirse en la de 2015.

Por lo pronto, hay dos tipos de medradores que ya ni siquiera se molestan en marcar el número telefónico de los que decidieron montar tienda aparte con las tarjetas dadas por el TSJ, porque ¿para qué la copia, si pueden ir directo al original? De esta manera, muchos empresarios que hasta ayer se integraban a las comisiones de lo que se conoció como el Proyecto País, o los estudiantes y profesores que se daban codazos para hablar en el parlamento de Guaidó, ahora, con la cara bien lavada, diligencian y logran la conexión con el parlamento de Jorge Rodríguez y las comisiones que estudian proyectos de leyes, como el de las zonas económicas especiales y las universidades.

La política y el país, por más sanciones que existan, continúan en funcionamiento, y el venezolano común necesita generar algo de recursos para poder cubrir sus necesidades básicas. A medida que pase el tiempo y no se genere una propuesta sólida y coherente por parte del lado opositor, veremos una estabilidad y un estancamiento al grave conflicto que se vive en Venezuela. Estancamiento producido, en parte, por estos medradores que decidieron tomar  la dirección política de la oposición, dejando a todos los ciudadanos  en un barco a medio andar. No podemos ignorar la existencia de los medradores, pero tampoco podemos dejar de lado el trabajo que ha realizado la sociedad civil venezolana en su afán por lograr una estabilidad política, social y económica para Venezuela. El país ha insistido, resistido y  persistido en su objetivo: desarrollar un país sano y ético para todos en libertad.

@freddyamarcano


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