Painkiller rompe con la monotonía de Netflix al erigirse en una de las mejores series del año, narrando el llamado “crimen del siglo”, es decir, el genocidio silencioso causado por la crisis de los opioides en Norteamérica.

Tiene la ventaja de contarlo con eficacia y humor negro, bajo la dirección de un solvente y veterano Peter Berg, en su máximo pico de creatividad, de vuelta a su época independiente como realizador de comedias sarcásticas como Very Bad Things.

El director aparece en un cameo en el cuarto episodio, vendiendo carros deportivos de lujo, a un team de “Barbies” descerebradas.

El defecto secundario del comprimido es llegar un poco tarde y después de innumerables producciones documentales y de ficción, iguales o más contundentes, como Dopesick, All The Beauty and The Bloodshed y la misma de The Crimen of the Century, diseñada por Alex Gibney, quien no por casualidad figura en los créditos de Medicina letal.

Así y todo, la serie induce a una adicción natural, desde su primer segundo, precisamente por mezclar la cruda realidad del caso con un interesante abordaje de película coral, entre los géneros de la investigación criminal, el thriller político, la sátira social, el filme de venganza, la trama patética del yonqui en familia disfuncional y el clásico relato moral de los yuppies bobos hundidos por su cultura de la ambición.

Por ende, recupera la fuerza de El Lobo del Wall Street, Vice, Traffic y otras tragedias de vidas cruzadas, ahogadas por el exceso, el vacío y los días sin huella, a la sombra del cartel de la medicina corporativa. Suerte de mafia, a lo Cosa Nostra, bautizada como “Perdue Pharma”, cuya historia de infamia se gestó en la síntesis de la terrible pastilla de Oxycontin, la peligrosa idea de vender heroína como caramelos en farmacias con recetas de tu doctor de confianza.

Aquel fraude piramidal provocó la muerte de innumerables inocentes y víctimas, quienes ofrecen testimonio delante de cámaras, antes de iniciar cada episodio, arrancándonos lágrimas de dolor. Porque la muerte de ellos no fue en vano y tampoco juego, no es un show.

Después de ahí, los capítulos exponen la cronología del suceso, a partir del enfrentamiento de unos héroes comunes, unos Davids contra el Golliat de la familia Sackler, dueño de la receta maligna, satánicamente interpretado por un irónico Matthew Broderick. Un actor veterano, de regreso de todo, que le hace guiños a su imagen de chico pijo de los ochenta en las comedias escapistas del genial John Hughes.

De manera que el “experto en diversiones”, el joven por siempre, el “Ferris” como también me dicen mis amigos para picarme, se desata en el papel principal de un villano tan simpático como bipolar y esquizofrénico, dialogando con el fantasma de la dinastía Sackler en los gigantescos salones de su castillo, falsamente versallesco.

Peter Berg lo filma poseído, a través de secuencias de montaje, que envidiaría Scorsese con su editora Thelma.

El drama cumple así la función de enseñarnos una dura lección, por medio de recursos sugestivos de puesta en escena, para concientizarnos de un problema que debe ser resuelto, por el bien de la república y la democracia. De ahí nace el concepto en el teatro de la Grecia antigua.

Estados Unidos aprovecha su libertad de expresión, ganada con sudor y lágrimas, para ventilar una de sus heridas abiertas, sin censura.

Frente al monstruo y sus tentáculos surge la esperanza de una mujer, Edie Flowers, que removerá cielo y tierra, buscando justicia, castigo y una necesaria reparación por los daños causados, a cargo de Perdue y la familia Sackler, hundida por solo pensar en el fin del lucro, sin medir las consecuencias de su invento.

Una historia de auge y caída, que hemos visto miles, pero que en Painkiller nos permite elaborar el duelo por cómo una pastilla se tragó a una generación, a un país, a un mundo. Pues las ramificaciones del Oxycontin apenas si pueden determinarse. De cuando fallan las estrategias de mercado, los análisis, las oficinas de regulación, los burócratas.

Al menos hay gente que propone respuesta en el planeta y series como Medicina letal que lo reflejan, para expurgarlo de nuestro sistema.

¿Será demasiado tarde?

Consulta dos veces con tu doctor antes de embarcarte en un espiral de calmantes, que puede llegar a ser una ruleta rusa para ti y tu familia.

En Venezuela tenemos situaciones así, aunque no lo parezca en una serie de Netflix.

Hice la investigación por dos años y puedo echarte un cuentico de terror. Pero es otra historia que algún día explicaré como un documental en primera persona.

Por lo pronto, vean Painkiller, de forma de curarse en salud.


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