I

Con un diagnóstico como este, muchas dudas surgen, mucho miedo y mucha incertidumbre. Es un proceso, pero siempre me he cuestionado a mí misma. Mucho de lo que pasa cuando se tiene una enfermedad como esta debe buscarse en uno mismo. Somos seres poderosos, para bien y para mal.

Cuestionarse no significa culpabilizarse, pero sí enmendar. Esa es la tarea. Reconozco que mi salud no siempre fue lo primero en mi lista, que antepuse el bienestar de mi familia antes que el mío, que me abandoné. Reconozco que asumí las cosas sola y nunca pedí ayuda, y que cuando me la ofrecían, me molestaba.

Todas esas cosas que parecen insignificantes van dejando huellas, y a veces no las mejores. Pero también he entendido que se puede rectificar, y lo estoy haciendo. Me voy a curar porque así lo he decidido. No me quedo en el pasado sino que avanzo corrigiendo lo que pidieron haber sido tropiezos.

II

Con un diagnóstico como este, muchas dudas surgen, mucho miedo y mucha incertidumbre. Tenemos desde el 2017 tratando de salir de esta pesadilla y no hemos podido. Dicen que cuando uno tiene un problema, lo primero que se debe hacer si se quiere solucionar realmente es reconocerlo.

No hemos sabido capitalizar el descontento y mucho menos expresarlo. No hemos sido claros en los objetivos y le hemos dejado a los que asumieron el liderazgo decidir por cuál barranco nos tiramos. Hago esta reflexión sobre la base de lo que me pasa, porque Venezuela es un cuerpo enfermo, casi terminal, al que hay que curar.

Está en nuestras propias manos. ¿Por qué esperamos que nos digan lo que tenemos que hacer? ¿Acaso no hay suficiente dolor en este cuerpo colectivo que se llama país como para rebelarse y exigir la renuncia del mandamás? Hemos errado, no hemos actuado como debemos, no hemos unido fuerzas ni hemos gritado juntos.

Y al que me venga a decir que no necesitamos escuchar este tipo de cosas, le insisto, si no reconocemos que estamos cometiendo errores no podremos avanzar hacia una verdadera recuperación de esta nación enferma.

Tenemos mucha culpa, esperamos un llamado, un mesías, una voz, cuando la verdad es que el grito de horror, angustia y rabia lo tenemos contenido en la garganta desde hace mucho tiempo.

III

Con un diagnóstico como este, muchas dudas surgen, mucho miedo y mucha incertidumbre. Los que asumieron el liderazgo no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa. ¿En serio? ¿Y así pretendemos avanzar? ¿Son superhumanos? ¿No cometen errores? ¿Están lejos de toda duda?

Pues no. Hay que reconocer (y ojalá ellos lo hagan) que sus decisiones no han sido del todo acertadas. ¿Qué de dónde saco esto? De la más esperpéntica evidencia de que tenemos a Maduro en Miraflores bailando salsa como si nada y ya vamos a llegar a 2020.

Entonces, ni siquiera como periodista, como venezolana tengo todo el derecho de decirles que creo que no lo han hecho bien. Como periodista les quiero decir que se les notan las costuras, que andan halando cada quien las brasas para su sardina mientras los venezolanos pasan hambre.

Dejen de estar pensando en su futuro político porque, seamos claros, con la torta que están montando ya no les queda mucho.

Si de verdad quieren capitalizar, véanse en el espejo de Jeanine Áñez y pidan, junto con todo el país, la salida del régimen inmediatamente. Y punto.

@anammatute


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