La cinta tiene mucho de la mirada a la soledad de Edward Hopper. Y de la misma forma que las obras del pintor, la película es una ventana diáfana y de enorme hermosura a la soledad. La física, la mental, pero sobre todo, la espiritual. 

La película May December (2023) de Todd Haynes tiene mucho parecido con la perturbadora y dolorosa Persona (1966) de Ingmar Bergman. En especial, en la manera de afrontar la idea del dolor, el desarraigo y la soledad. Pero mientras el sueco llenó a la historia de la actriz sin voz que termina por estar encerrada en sus propios límites mentales y de sufrimiento puro, Haynes opta por un ángulo distinto del tema. Por lo que elabora una idea extrañísima acerca de la escisión de la personalidad, la búsqueda del propósito vital y la realidad, basada íntegramente en la soledad.

Para lograrlo, opta por una estética brillante y optimista, muy lejos de las sombras decadentes de Bergman. Pero el resultado es el mismo. Con imágenes que emulan de manera muy evidente al pintor Edward Hopper, la película comienza por una mirada a la Norteamérica pujante de lujo y privilegios.

La trama se envuelve en la exquisita decadencia de la riqueza del primer mundo, con sus casas llenas de muebles de firma y acabados europeos, en los que los personajes se mueven en medio de la luz radiante de la mañana o el brillo dorado del atardecer. Haynes utiliza la placidez contemplativa de la riqueza, para vincular escenarios a la vez. Hacerlo, además, con la conciencia y la percepción, que ese primer atisbo de lo que esconde la película, es delicioso pero con un centro agrio.

De modo que primero narra todo lo que había que saber acerca de sus personajes. Primero está Elizabeth (Natalie Portman), una actriz que necesita un éxito y, por lo tanto, pone empeño y trabaja en su siguiente papel. Este, basado en Gracie (Julianne Moore), una mujer con un pasado complicado que, a medida que descubre sus capas, hace más evidente que la belleza que Haynes en abundancia muestra en cada secuencia, esconde un reborde marchito infinitamente incómodo.

Un tono burlón para un horror inquietante 

Porque lo que lleva a cuestas Gracie es mucho más que solo algunas habladurías. A pesar de que parece tener la familia perfecta, en realidad esconde algo más sórdido. Joe (Charles Melton), su esposo, es, al menos, un secreto vergonzoso que esconder.

La circunstancia es casi sórdida: era todavía un adolescente cuando comenzó su relación con la muy mayor Gracie. Lo que les llevó a ambos a un escándalo de proporciones desagradables. El guion de Samy Burch cuenta lo que podría parecer un chisme jugoso como un suceso escabroso, que la aparente idílica vida familiar de la pareja no puede disimular.

De hecho, buena parte de la película se basa en las mentiras que los personajes se cuentan a sí mismos y a otros. Pero en específico, en una especie de exploración de lo femenino y lo que las mujeres suelen guardar en silencio, en medio de tormentas emocionales, espirituales y mentales. La cinta va con facilidad del miedo al humor, siempre en medio de paisajes visuales deslumbrantes en los que hay un elemento discordante. Ya sea palabras obscenas hasta caca de perro, que una de las protagonistas pisa a la entrada de la fabulosa casa de la otra. Lo cierto es que lo hermoso y lo radicalmente retorcido se esconden en un guion tramposo que guarda sus secretos con cuidado.

El amor como una planta salvaje 

Gracie (que Moore interpreta con una delicada conciencia del peso que lleva a cuestas y lo cambiante que resulta las múltiples dimensiones del personaje) está basado de forma tangencial en el caso de Mary Kay Letourneau. Esta última abusó de un alumno de 12 años, al que buscó repetidas veces (y del cual se embarazó en dos oportunidades), incluso cuando acabó en la cárcel, acusada de abuso a menores. Finalmente, cuando la víctima cumplió los 21 años, ambos contrajeron matrimonio, envueltos en la polémica y con el abuso normalizado y convertido en “una historia de amor”, según la prensa. Para cuando ella murió, el joven admitió que su esposa le había controlado desde la juventud.

Algo de esa percepción de la falsedad y los papeles que se asumen, forma parte integral de la película. Una y otra vez, Haynes utiliza espejos para mostrar el odio, el amor y las singularidades que terminan por unir a las dos mujeres. De pronto, la cámara deja pistas de lo que se esconde detrás de toda la trama y la forma en que se encaja de manera elegante para crear algo más grande y elaborado.

Para cuando la trama se enfoca en Joe, la película termina por mostrar de manera irremediable sus verdaderas intenciones. También, el foco del problema y su final, repleto de mariposas azules y el renacimiento acerca de una idea sobrecogedora sobre el dolor, desconcierta y conmueve. Con su ritmo extraño y delicado, May December es inolvidable, pero también poderosa en su perspectiva del tiempo, el espacio y el temor. Su mayor logro.


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