A diario escuchamos, aunque es mejor decir leemos, a lo que se ha definido como “opositores de la oposición”, pues la mayoría de ellos, agrupados en esta paradójica definición (opositor de la oposición es un individuo o grupos de individuos, organizados o no, que dicen ser opositores al gobierno y de hecho parecen serlo, pero al mismo tiempo se oponen a cualquier iniciativa promovida por el liderazgo opositor organizado en partidos o en otras instituciones) no hablan sino que escriben, con excepciones por supuesto, todos escriben: tuitean, tienen cuentas en Instagram, Facebook, otras modalidades de las redes, tienen palomas mensajeras y hasta entregan personalmente cartas en las puertas del palacio de gobierno.

Pues bien, uno no termina de entender por qué todas sus energías opositoras se vierten en contra de la figura que en determinados momentos lidera las fuerzas opositoras, por ejemplo, Rosales, a quien le cayeron encima haciéndole una especie, ahora que el término está de moda, “bullying” político: “Ese es un brutazo”, “ese es un ladrón”, “ese es un vendido al régimen”, “el filósofo maracucho”, “el hablador de disparates” y otras lindezas. Bueno, también vamos a estar claro, algunas se las merecía, por ejemplo, la de hablador de disparates. Pero en realidad muchas eran ganas de desacreditar de entrada al único que en ese momento se le paró a Chávez y hasta le puso apodos, en un momento en que todo el mundo cantaba: “y vino el comandante y mandó a parar”.

Luego vino Capriles y los improperios, aparte de los que le endilgó el régimen (natural), una buena parte de los denuestos provenían de los sectores que a lo largo de estos 20 años han mantenido una enorme consistencia, formando una especie de club “anti”. Bueno, a Capriles le dijeron de todo: desde “candidato chayota” porque no sabía a nada hasta mariposón. “Candidato caprichito” le dijo una vez Diosdado Cabello y también Chávez, y fue coreado por estos sectores radicalizados de la oposición, eso sí, con hipócrita disimulo.

Estos radicales no han dejado títere con cabeza: Ramos Allup es un ambicioso retrógrado dinosaurio de la política y adeco (esto último es un pecado que parece imperdonable con lo cual todos terminarán en el infierno), Omar Barboza es lo mismo que Ramos pero más desabrido, Julio Borges es un arribista que ahora vive la gran vida en el exilio chupándose los dineros de no se sabe quién.

Ahora le ha tocado el turno a Guaidó. Al principio las observaciones críticas se hacían con cierto disimulo, luego los mismos de siempre hacen un pequeño giro, esta vez en función del tamaño de las movilizaciones convocadas: si eran numerosas decían “otra vez la misma bailoterapia”; si eran con menor asistencia, “Guaidó ya perdió la capacidad de convocatoria porque la gente se hartó de marchar”. Pero Guaidó siguió hablando, caminando, sin gran oratoria, sin rebuscamiento en el lenguaje, pero ha suscitado esperanzas y ha renovado los anhelos de cambio en la gente que parecía resignada.

Pero, obviamente, eso no le gusta al “opositor de la oposición”, porque este sector tiene sus propios presidenciables, así que las críticas ahora contra Guaidó son más virulentas y empieza a recibir una batería de críticas de toda naturaleza. Hace dos semanas la periodista Nitu Pérez Osuna, junto con Patricia Poleo, empezaron directamente una guerra contra Guaidó y sin medias tintas lo acusaron de tomarse unos reales (debería decir cogerse) o algo parecido. Esto es interesante, porque después ella asume que se ha iniciado una guerra contra ella, su marido y su suegro. Cosas de la política venezolana, en la que las actitudes y los comportamientos chavistas se han instalado aguas abajo y su gramática y sus actitudes han sido acogidas por las voces más conspicuas de la oposición, de esa oposición.

Ahora está siendo explotado el asunto de las conversaciones y mediación propuesta por el gobierno de Noruega. Una vez más este sector, haciendo uso de las maneras chavistas de hacer política, jugó adelantado y antes de informarse de la posición de la delegación venezolana criticó “un acuerdo” que no existía.

L.as redes se llenaron de los epítetos que suele usar el chavismo contra los opositores. Creo que en este sentido el chavismo se ha anotado un éxito que le ha faltado en la gobernanza del país: le ha prestado su relato, su gramática y sus representaciones a este sector de la oposición, incluso su jerga guerrerista: ¡Que venga la ayuda militar ya!, gritan sus jefes y Maduro, ligando que ese discursito siga, sabe que eso no se producirá pero hiere de muerte a la oposición democrática.


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