Hay mucha controversia sobre el origen de la masonería. En la opinión de los historiadores, se trata de una organización surgida en la Edad Media en la figura de gremios de constructores. En ese tiempo se les llamaban masones operativos y su empleador era la Iglesia Católica, por lo tanto, su oficio era el de construir iglesias y catedrales, así que era un cuerpo colegiado que estaba dividido jerárquicamente, cuya autoridad máxima era detentada por el Maestro, y sucesivamente se distribuían responsabilidades y conocimientos para otros dos tipos de miembros llamados compañeros y aprendices.

De acuerdo con el portal de National Geographic: “Era un masón quien colocaba la primera piedra del edificio, la angular o de fundación, normalmente en la base de la cabecera de la catedral, y también era un masón quien culminaba la obra con la colocación de la última piedra, la angular o clave de bóveda”.

La principal característica de los masones era su condición de “hombres libres”. Significaba que estaban blindados contra toda forma de vasallaje, servidumbre o esclavitud muy común en el feudalismo. Tenían un conocimiento especializado único y por lo tanto tenía una especie de inmunidad diplomática que les permitía trasladarse entre reinos, condados y ducados.

Eran conocidos por usar con destreza instrumentos para la construcción que otros no podían entender ni usar en ese tiempo, tales como la escuadra, el compás, la plomada.

Su sitio de pernocta se llamaba logia, era donde se reunían los miembros del taller, desde los aprendices, los oficiales que eran una especie de maestros con cinco años de experiencia, lo que ahora llaman compañero y finalmente el Maestro.

Para formar parte del grupo los aspirantes tenían que hacer un juramento que se prestaba ante la autoridad comunal que confería “patente” al gremio itinerante.

La competencia por las licitaciones de las obras en ocasiones era feroz, por lo tanto, era necesario guardar el secreto en el modo de construcción de modo de ganar en la ventaja competitiva.

El masón tenía como objetivo construir lo mejor en catedrales, su trabajo era equiparable a hacer la obra de Dios, pero en la tierra. De eso se trata la majestuosidad de sus trabajos, se puede observar en catedrales como la de Chartes, Amiens, Notre Dame o Beauvais en Francia, las de León y Burgos y Santiago de Compostela en España, la de Estrasburgo en Alemania o Westminster en Inglaterra, que podían acoger a casi toda la población de una ciudad del siglo XI-XII.

En una obra en construcción, los masones tenían que “dirigir y corregir, a carpinteros, escultores, vidrieros, pintores, incluso herreros e ingenieros”, tenían múltiples habilidades, conocimientos, destrezas y habilidades.

Por la naturaleza de su trabajo, los masones trataban directamente con dignidades y gente poderosa, incluso sus logias funcionaban en tierras bajo protectorados, fue de ese modo que posiblemente se dieron los primeros accesos a los misterios de los masones operativos.

Con la evolución de ciencia de la construcción, los nuevos materiales como el ladrillo fueron sustituyendo a las piedras, dejando atrás las construcciones góticas, haciendo en gran medida obsoleto la contratación de los gremios de constructores, fue así como las logias pasaron de ser operativas a especulativas.

En el nuevo marco de evolución, los masones operativos fueron paulatinamente desapareciendo, todo el significado y conocimiento material práctico fue transformándose en alegórico; de igual modo, las nuevas logias fueron profundamente afectadas por los acontecimientos históricos de los tiempos, es el caso de la reforma luterana, las guerras religiosas y los modelos de producción imperantes.

Si antes los masones construían catedrales de piedra, los nuevos masones levantaban templos a la virtud. Mantuvieron los rituales, adaptaron otros, mantuvieron su honra a Dios, a quien siguieron llamando Gran Arquitecto del Universo.

Recientemente tuve oportunidad de leer un material sobre los orígenes de la masonería que conviene compartir, se trata de una referencia analítica del libro El esoterismo masónico en los antiguos documentos benedictinos del autor Eduardo R.Calley. En dicha obra el autor señala a masones benedictinos como los principales inductores de la tradición del Templo de Salomón, también de la idea de un Gran Arquitecto del Universo, el pensamiento simbólico-alegórico plasmado en el trabajo interior (desbastar la Piedra Bruta) y finalmente del trabajo exterior (la construcción del Templo a la Virtud).

La masonería moderna ha heredado de la masonería operativa el sistema de escala, muchos de sus conocimientos, los grados, las jerarquías de los gremios, el secreto y la obediencia.  Sin embargo, la masonería ha sufrido cambios generacionales que evocan cada tiempo histórico.

Ciertamente suena contradictorio a la luz de los hechos de la actualidad, que nos preguntamos cómo una organización cuyo origen de acuerdo con los historiadores puede remontarse a ese tiempo históricamente medieval profundamente dominado por la religiosidad católica, llegaría a convertirse a una organización universal.

Tal como la conocemos, pese a que existía antes, oficialmente la masonería especulativa se funda el 24 de junio de 1717 en Londres, donde se reúnen cuatro logias en la taberna El Ganso y la Parrilla (Kaplan D., 2014, “Free masonry as a playground for civic nationalism”).

Desde la transformación de la masonería en especulativa, no ha estado exenta de polémica, pese a que hay un amplio consenso académico a la hora de decidir que la masonería no es una religión, aunque tenga una dimensión religiosa, ni tampoco es política, aunque actúe en la sociedad.

Lo cierto es que la masonería terminó convertida en una escuela de formación social donde sus miembros podían acceder a fuentes de consultas de la Ilustración, e incluso charlar con los autores ya que formaban parte de la orden, fue precisamente en el periodo de la Ilustración 1685 – 1815 donde la orden tuvo un período de crecimiento exponencial en su historia y una conexión con la ilustración y el liberalismo corrientes del pensamiento que la dejaron marcada.

En los salones de las logias se podían escuchar los discursos y debates de Montesquieu, Voltaire, Benjamin Franklin, George Washington, Amadeus Mozart, Gotthold Lessing, Mirabeau.

Las logias podrían en efecto funcionar como escuelas de gobierno, y como tales, ellas proveen un vínculo indispensable entre la sociedad civil y la Ilustración. Buena parte del pensamiento ilustrado proviene de arduas discusiones en logias, en el ensayo “La Ilustración como se vivió: Reformadores masónicos europeos de finales del siglo XVIII” de Margaret Jacob, su autora dice que “Mirabeau, inspirado por las metas de la masonería a pesar de sus muchas fallas, establecería una organización paralela para ayudar a todo el género humano a través de la educación, y lo más importante, a través de la reforma de la ley y el gobierno. Sus miembros debían ser masones y trabajar por “el único fin de la orden de la masonería: EL BIEN DE TODA LA HUMANIDAD”.

La autora refiere que “el mérito y no la herencia estaba destinado a proporcionar la igualdad masónica”. Conforme con el ensayo, el revolucionario Benjamín Franklin que buscaba un punto en común entre las religiones, “que pudiera servir como fundamento para una religión natural universal, en la que todos pudieran estar de acuerdo. De los principios éticos que recordó, el más relevante era: “Que el más aceptable servicio de Dios es hacer bien a los hombres”.

Las logias empezaron a transformarse en centros de pensamientos para el cambio social y político, en el caso de Benjamín Franklin, creo La Sociedad de 13, “un círculo deísta que un círculo deísta que incluía entre sus miembros originales a Franklin, Williams, Major Dawson, Thomas Bentley (asistente de Joshua Wedgewood), James Stuart, John Whitehurst, Thomas Day y Daniel Solander (…) Eran Whigs radicales y republicano”.

El accionar de estos masones provocó cambios en la sociedad, que afectó la forma de gobierno, así como la estructura del Estado, fue de ese modo que la masonería pasó de tener acceso y paso franco entre reinos y potentados en los tiempos feudales a ser perseguida por reinados y la Iglesia Católica.

La masonería en la Ilustración dio paso a un periodo profundamente marcado por la acción de masones en la política en el siglo XIX, es el caso de José Bonaparte, hermano de Napoleón Bonaparte, Francisco de Miranda, que al igual que Franklin, creó la logia Lautaro como centro de debate y discusión con el fin de promover la independencia de las colonias españolas, Simón Bolívar, Giuseppe Garibaldi, Mijaíl Bakunin y muchos otros.

Pero además de actores políticos, los masones influyeron con sus novelas para lograr profundos cambios en la sociedad, era le caso de León Tolstoi, Arthur Conan Doyle, Oscar Wilde, Mark Twain, todos estos prodigios fueron hallando espacios para el crecimiento de la orden en todas las esferas de la sociedad.

Pese a que la masonería ha proclamado su neutralidad en el terreno de la política, la historia nos ha enseñado lo contrario, fundamentalmente, por razones incluso contradictorias y muy complejas. Partiendo del principio de que las acciones de los masones han terminado por endosarlas a la masonería, creándose una reputación asociada a tales cambios sociales y políticos. Por ese motivo son numerosas las persecuciones que han tenido lugar contra los masones.

El trabajo de Edgar Ortiz Arellano, “Francmasonería, Revolución Francesa y apropiación ideológica del arte neoclásico”, presenta  una base teórica de interés sobre la persecución a los masones en los tiempos finales de los masones operativos. Cita Arellano que “la masonería surgió como una corporación de carácter internacional que provocaría interés y preocupación en los Estados absolutistas, los comportamientos y ritos secretos darían paso a todo tipo de especulaciones, el autoritarismo monárquico no aceptaba que existiera un gremio u organización fuera de su influencia corporativista, lo que generó que tanto la Iglesia (que se encontraba en plena contrarreforma) como el Estado, que había terminado de controlar los últimos resquicios de fragmentación feudal, tuviera de primera instancia animadversión a la masonería”.

En el trabajo de Aragón “Contra el Estado: Masonería, sociedades patrióticas e inquisición en la Nueva España entre la Revolución Francesa y la Revolución de Independencia”, presenta algunos argumentos que razonan sobre el inicio de las hostilidades de la Iglesia con la masonería. Cito: “Si la Iglesia desconfiaba de la masonería por su apertura religiosa, por hermanar a católicos con protestantes y judíos y por proponer un relativismo religioso en el que la creencia en un ser supremo era la premisa fundamental, independientemente de la forma que adoptara el culto hacia él, los Estados europeos recelaban de la masonería por propagar un nuevo tipo de sociabilidad en el que las jerarquías sociales se diluían y donde la convivencia entre los miembros, de muy distintas clases y grupos sociales, se basaba sobre principios que podríamos calificar de democráticos debido a la igualdad de oportunidades de participación”.


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