Autores de "Patria y Vida"

Cuando la ley es injusta lo correcto es rebelarse

Mahatma Gandhi

Recordar los tres filmes de la serie estadounidense Volver al futuro (1985), en su momento solo comedia de ciencia ficción, hoy promueve un actualizado análisis de cómo privadas anécdotas familiares se proyectan políticamente abiertas en el moderno ciberespectador. Y de qué modo los factores adversos de cualquier índole pueden reforzar el yo, me, mi, conmigo hacia el nosotros de parentela, pareja, gentío, plebe, vulgo, chusma, élites, oligarquías y votantes que bajo dictaduras no pueden eligir su libertad.

También conduce a la memoria de libros que impactaron épocas y vuelven para una revisión calmada. La rebelión de las masas (1929) del español José  Ortega y Gasset cuya frase más conocida y nada baladí “Yo soy yo y mi circunstancia” explica las mudanzas opuestas que se dan cuando acciones reactivas pasan del individuo resentido a la muchedumbre como presuntas nuevas  ideologías al estilo delincuencial chavomadurista. Igual con Masa y poder (1960) de Elías Canetti, búlgaro que escribió en alemán “Cuántas injusticias cometemos para ser justos solo una vez”, léase en nuestro continente las sufragadas cainitas narcoguerrillas y revoluciones castrochavistas nacidas del masivo sovietismo KGB descrito en El Archipiélago Gulag (1973), testimonial del ruso  Solzhenitsyn. Todas y mucho antes del nazismo electo tienen base profética en las novelas póstumas del checo Franz Kafka, El proceso y El castillo (1925-1926) que derivan entre muchos testimonios hacia el clásico Si esto es un hombre (1958) del italiano Primo Levy, sobreviviente del Holocausto. Constancia textual que ocupa bibliotecas enteras sobre la tragedia de masas que sometidas a la barbarie simulada como voluntad mayoritaria terminan sembrando su propia destrucción.

A propósito de barbaridades y sus mesas electoralistas, en 2003 Las invasiones bárbaras ganó el Oscar como mejor película de habla no inglesa más ocho nominaciones de otros importantes jurados. Sátira descarnada de humor negro surgido bajo el terror de aquella reciente matanza en las Torres Gemelas. Muestra los rechazos que lanzan sectores académicos, artísticos y del ciudadano común hacia mesones burocráticos deshumanizados por parte de salvajes capitalistas y líderes de toda clase, en la trama son directivas hospitalarias, igualando sus crueldades para sus víctimas, el conglomerado que los eligió, con masacres perpetradas durante el siglo XX por autocracias religiosas y laicas, democracias fallidas y regímenes totalitarios.

De las actuales misas, algunas repiten el sonoro, escandaloso silencio de Pio XII ante el genocidio hitlerista, el persistente del Vaticano y las iglesias del cristianismo ortodoxo frente a dictaduras asesinas en la Rusia de Putin y gran parte de Latinoamérica.

De las mozas, hay mejores noticias. Aparece un extraño libro difícil de etiquetar por su caótica redacción y dispersa estructura repetitiva que gritan rebeldía clara desde su título, En busca del orgasmo, recién publicado en el estado Florida por su autora, la  venezolana treintañera Natalia Bravo Zago. Sorprende su honesta crudeza que combina descripciones del violento, patológico ejercicio sexual sin amor en estrecho nexo con actuales dramas políticos padecidos en su país natal y su adoptivo Estados Unidos. Fusión de autobiografía, sentimientos, opiniones drásticas y escenas que evidencian talento para  la mejor ficción. Destaca dentro de la vasta producción literaria venezolana generada en la diáspora porque su prosa todavía insegura retrata con valentía un concepto central hasta el momento tabú, por cierto muy freudiano, y consiste en horadar la fatal interconexión entre  conductas íntimas y grupales practicadas por traumatizados milénicos y adultos, adictos a negocios politiqueros de la peor calaña, muy  alejados de la enorme masa venezolana inmigrada que trabaja, estudia, crea, denuncia y defiende a sus paisanos secuestrados transformando su nostalgia en productividad legítima y legalizada.

Las musas inspiradoras de libertad plena en tonos de alarido mayor provienen también de las nuevas generaciones. Músicos rebeldes, raperos representantes del esclavizado pueblo cubano. Utilizan su ancestral ritmo africano, melódicamente pobre, como sustento de frases cortas y cortantes, única manera de protestar sin censura durante breve lapso, pero intenso que estalla con la explosión masiva, espontánea, del 11 de julio de 2021. Así, esta  masa reprimida lucha contra la sexagenaria “patria o muerte”  sistematizada. Su «Patria y vida» tendrá que cantarse pronto para complementar algunos himnos nacionales de nuestro continente cuyos versos independentistas ya son letra muerta por obra de disfrazados criminales que fungen de políticos.

Sin auténticos militares constitucionalmente demócratas que motiven y secunden a masas victimizadas, juntos, capaces de bloquear el bochinche revolucionario, luce que el creciente militarismo populista producirá una reacción de golpes militares tradicionales en cadena, aquellos sin afeites, de franca fuerza bruta, listos para dominar otra vez por tiempo indefinido.

Como en la citada trilogía fílmica, el pretérito se torna presente, pero ahora al revés, en futuro de barbarie fortalecida.

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