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Cerrando ya el 22 la mirada de todos se dirige al 2023. Para no tener que lamentarnos es hora de mirar más allá y de hacerlo con perspectiva de futuro. Presionados por las urgencias de atender la inmediatez, el futuro nos suena muy lejano. Pensar en él, sin embargo, es el mayor compromiso del presente y con el presente.

Las personas como los países, o los países como las personas, necesitan mirar el futuro. Concentrarse exclusivamente en el presente suele ser visto como realismo. Muchas veces se trata más bien de miopía o de falta de perspectiva. Quedarse en el ahora es normalmente limitarse a metas cortas. Hacer del futuro motivo de estudio y reflexión es, al contrario, anticiparse, ampliar el horizonte, prever los cambios, las dificultades y las oportunidades. Es poner, de algún modo, las condiciones para que suceda. La planificación a largo plazo no es futurismo ilusorio o especulativo. Es, al contrario, la mejor expresión de un realismo que piensa en los cambios y su duración, en los procesos y su maduración, en las variables y su evolución. No se trata, en resumen, de desatender lo inmediato, sino de levantar la mira, ponerla en el futuro, ser parte de su diseño y de su construcción.

Hoy, en Venezuela, hay personas e instituciones mirando más allá de la política diaria, o de un período de gobierno. Son voces que estimulan los estudios, la reflexión, el encuentro para la formulación de ideas, de soluciones, de proyectos. Pienso en iniciativas como las de la UCAB al impulsar y sostener la plataforma pedagógica Venesis cuyo lema “Venezuela nace de sus ideas” resume su vocación reflexiva y su propósito de convertirse en un espacio para la discusión y análisis.

Entre otros temas propuestos al debate por este equipo están: la economía de la Venezuela pospetrolera, las nuevas tecnologías y sus efectos, las transiciones globales en marcha (digital, ambiental, energética), la nueva dinámica poblacional, los cambios de las demandas sociales, la consolidación de las transiciones políticas desde y hacia la democracia, el papel del Estado, el sistema político y de partidos, la nueva competitividad en la agricultura y la bioeconomía, las relaciones laborales, la urgencia de invertir en talento, las consecuencias del cambio climático, la seguridad alimentaria. En esta tarea de análisis están también comprometidas otras universidades y las academias. Seguramente también algunos ciudadanos, individuales o agrupados por intereses intelectuales, económicos, sociales o políticos, ocupados todos en pensar los grandes asuntos que ocupan la agenda mundial y su repercusión posible en Venezuela.

Con la suma de estas voluntades, se trata, entonces, de ampliar los espacios de reflexión, de interesar a la sociedad a sumarse a un diálogo indispensable, que aborde temas tan importantes como el enorme reto de combinar las grandes aspiraciones de libertad, igualdad, bienestar y seguridad o de anticipar las consecuencias de la tecnología sobre el empleo y la demanda de nuevas profesiones. El punto de encuentro de todas las reflexiones con perspectiva de futuro seguirá estando desde luego, y nunca es suficiente repetirlo, en la educación. Solo sobre esta base es posible pensar con realismo en un futuro mejor.

La aspiración es, desde luego, multiplicar las instancias para la reflexión y lograr la participación de los mejores. Es de esperar, por ejemplo, que la convocatoria a elecciones primarias, lejos de abrir un período de batallas intrascendentes, personalistas o de fracciones, sea la oportunidad para la presentación y discusión de ideas con perspectiva de futuro que den lugar a un compartido, ambicioso y viable proyecto de país.

Pensar el futuro o en términos de futuro es la única manera de evitar sorpresas o, al menos, de estar preparados para manejarlas. Las planificaciones no siempre se cumplen, pero son una guía. Trazarse metas nos permite decidir el camino, acercarnos a un futuro trazado y buscado, y no al que llega simplemente como fatalidad. El futuro será mejor si lo hacemos, no si solo esperamos por él.

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