Parecía cierto que el consumo de hidrocarburos en el mundo comenzaba indefectiblemente a declinar. Hoy tenemos ya claro que la sustitución de los hidrocarburos por otras fuentes de energía no se dará al ritmo esperado.

La diversidad de opiniones en este campo muestra no solo diferencia de posiciones o de aspiraciones de los diversos actores, sino muy especialmente la complejidad de la realidad. Allí concurren factores como los costos, la tecnología, la sostenibilidad, los subsidios y el impacto sobre el ambiente entre otros. El hecho es que las nuevas energías no estarán disponibles en el corto plazo en los volúmenes necesarios para sustituir a los hidrocarburos.

El estado de guerras que vivimos -Rusia invadiendo a Ucrania, Israel enfrentado a Hamás, los hutíes en Yemen y, en general, un peligroso recrudecimiento del armamentismo- han obligado a poner nuevamente el foco de atención en las posibilidades y las expectativas de la industria petrolera en lo relativo a tecnología y ambiente, pero sobre todo en lo atinente a producción y consumo. No se ve a corto plazo la posibilidad de reducción del consumo de hidrocarburos, mas sí la de aumento de la demanda, con volatilidad de precios y tendencia al alza.

La reciente reunión en Houston de la CERA WEEK, con presencia de líderes influyentes en el mundo de la energía, políticos y expertos en energías tradicionales y alternativas, volvió a probar que la industria de los combustibles fósiles sigue siendo predominante. Ella satisface el 80% de la demanda global de energía. Las conversaciones giraron menos en torno a la amenaza de recortes en la producción de hidrocarburos. Fueron igualmente motivo de discusión los avances en materia de transición energética y la necesidad de ajustes en su estrategia de aplicación.

Como observan los venezolanos Juan Szabo, analista internacional de energía, y Luis Pacheco, académico del Baker Institute, los líderes de las grandes petroleras pronostican crecimiento de la demanda de hidrocarburos más allá de los años 2030. Amin Nasser, presidente ejecutivo de Aramco, por ejemplo, sostiene que el petróleo y el gas natural seguirán existiendo durante mucho tiempo y que es probable que el consumo de ambas fuentes de energía crezca al menos durante la próxima década. La Agencia Internacional de Energía, aunque pronostica un aumento de la demanda mundial de petróleo para este año, considera que el único asunto relevante es “si haremos la transición fuera de los combustibles fósiles lo suficientemente rápido como para evitar los peores impactos del cambio climático y cómo podemos apoyar a los trabajadores y las comunidades en las regiones productoras de petróleo durante la transición».

Más cerca de nosotros, los movimientos del mundo petrolero solo indican que el horizonte de producción sobrepasa el año 2030. Como señalan Szabo y Pacheco, Staatsolie, la petrolera estatal de Surinam, ha iniciado conversaciones con ExxonMobil y TotalEnergies para fomentar el desarrollo conjunto de campos de gas natural que se extienden a aguas de Guyana. El Gobierno de Trinidad, por su parte, ha iniciado conversaciones con Estados Unidos para lograr una licencia similar a la obtenida para el desarrollo del Campo Dragón en Venezuela, esta vez para el desarrollo conjunto de los campos Manakin-Cocuina en ambos lados de la frontera entre Trinidad y Venezuela.

Esta visión de perspectivas petroleras mundiales aunada con nuestra propia realidad -producción limitada, frecuentes accidentes, cierres parciales de operaciones, dificultades de comercialización- hace imperativa la necesidad de ampliar el campo de expectativas, abrir el sector petrolero a la tecnología, diversificar la presencia de capitales nacionales y extranjeros y pasar de una empresa endeudada y dependiente a una empresa gerencialmente vigorosa, no politizada, abierta al mundo de la tecnología y al mercado. Pdvsa debe participar, pero no convertirse en el factor dominante. Nuestro horizonte petrolero va más allá de 2030, siempre que estemos preparados para asumir las oportunidades que nos ofrece y hacerlo con realismo, formación del recurso humano, visión de negocio y apertura a la tecnología y al capital.

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