Pablo Milanés Revolución

Si me faltaras no voy a morirme. Si he de morir quiero que sea contigo. Mi soledad se siente acompañada, por eso a veces sé que necesito, tu mano, tu mano, eternamente tu mano” (“Yolanda”, Pablo Milanés).

Desafortunadamente, esta semana hemos perdido a Pablo Milanés. Este autor, cofundador junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola de la llamada Nueva Trova Cubana, ha fallecido finalmente lejos de su tierra, su amada Cuba. Se encontraba en Madrid, recibiendo tratamiento para un cáncer contra el que luchaba hace algún tiempo, y aquí vino a buscarle la parca, como dice su gran amigo Joan Manuel Serrat. “Murió el poeta lejos del hogar, le cubre el polvo de un país vecino. Al alejarse le vieron llorar. Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”.(Joan Manuel Serrat).

Siento, profundamente, la pérdida de casi cualquier ser humano, que pueda llamarse así, pero mi sentimiento es mayor cuando perdemos a un artista, a un creador, a alguien que, de algún modo, reparte felicidad con su talento. Por eso, me entristece tanto el intento burdo de manipulación y aprovechamiento por parte de ciertos sectores políticos, de todos los colores, ya sean de mi tendencia política o cualquier otra. Lo digo porque, con ocasión del óbito de Milanés, tuve la oportunidad de comprobarlo. Por poner un ejemplo rápido y no extenderme, Irene Montero lamentó la muerte de un luchador comunista por los derechos de bla, bla, bla…  No me parece de recibo reducir a Pablo Milanés a algo tan sórdido y sucio como una tendencia política. Pero también he de decir que, en la red social, hubo quien se alegró, porque era un rojo y bla,bla, etc, etc.

Vivimos una época terrible para las libertades, y puesto que el arte se sustenta en la formidable base de la libertad, malos tiempos para el arte. El arte no tiene color político. Otra cosa es que haya algunos mal llamados artistas que utilizan este foro para politizar y adoctrinar, o al menos intentarlo. El arte y la política no pueden ir de la mano, puesto que el arte es belleza y libertad y la política, por supuesto, es todo lo contrario.

Yo siempre he tratado de diferenciar, o así lo creo, al activista del artista. Sirva decir que, cuando se trata de activistas disfrazados de artistas pierden todo mi respeto. Sin embargo, hay creadores de toda índole que, si bien tienen una clara tendencia ideológica, no contaminan su arte con ella, aun en casos en que su tendencia política es pública y notoria.

Baste el ejemplo de don Joaquín Sabina, que a lo largo de su carrera ha tenido la decencia y la inteligencia de no mezclar ambas cosas, consiguiendo sin duda que gente como yo, en las antípodas de sus supuestas convicciones políticas, sin embargo le admire profundamente, en las facetas que a mí me interesan, las de poeta, literato, compositor y creador. Créanme, si no dejan que los árboles les permitan ver el bosque, se están perdiendo cosas realmente valiosas.

Por eso, la muerte de Milanés me ha sumido, esta semana, en una profunda pesadumbre. Cuando un artista muere, una flor se marchita, un árbol se cae, una estrella se apaga; Y nunca puedo dejar de pensar en todo aquello que aún nos podría haber aportado, tanta belleza, tanta felicidad, que ya no podrá aportarnos.

Es cierto que Milanés, como Alberto Cortez, como Aznavour, como tantos otros, se puede decir que había cubierto, en buena lógica, un ciclo vital. Pero no puedo dejar de preguntarme cuánto más nos habrían podido aportar Freddy Mercury, Antonio Vega, Enrique Urquijo y tantos y tantos otros que nos dejaron en la cima de su capacidad creativa. Y, por supuesto, en otras facetas del arte, en las cuales me encuadro, Stieg Larsson, Carlos Ruiz Zafón,  Silvia Plath, Emiliy Brontë y tantos otros que nos dejaron a tan temprana edad.

Es verdad que, en contados casos, la muerte del autor ha favorecido su obra, al marcarlo como artista maldito o creador en ciernes, que nos dejó en el camino. Solo así se explica, por ejemplo, la fama de James Dean, que con solo tres  películas, Gigante, Vivir al este del edén y Rebelde sin causa, consiguió llegar al Olimpo de los intérpretes cinematográficos, siendo, en mi opinión y la de muchos, un actor mediocre. Sin duda, su muerte fue buena para su carrera, aunque pueda parecer una contradicción.

En cualquier caso, mi recomendación es que juzguen al creador por su creación, no por su vida privada, no por sus tendencias políticas, no por su imagen pública, sino por lo que es capaz de transmitirles su arte. Todo artista tiene mucho de mundano, de vicioso, de maniático, de inestable. La locura es la base de la creación y, por tanto, ninguno pasaríamos ciertos filtros.

¿Han pensado, acaso, cuánto tuvieron que destruir, a cuánto tuvieron que renunciar, cuánto tuvieron que sacrificar algunos artistas para entregarnos su arte? Pues no lo hagan. Disfruten, gocen, sean felices con el resultado. El arte está más allá de las ideas. Ellos, sin duda, se lo agradecerán.

El arte es vida.

@elvillano1970

 

 


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