En una de las escenas del libro Circe (2018) de la escritora Madeline Miller, Circe acaba de convertir en cerdos a un grupo de marineros que intentaron someterla y violarla. De pie, mientras escucha los chillidos aterrorizados de los animales, la hechicera se mira las manos y admira su poder. O, mejor dicho, analiza su capacidad para crear el caos a través de la magia. De hecho, el libro aborda el tema sobre lo misterioso como elemento incontrolable, voraz y temible en varios de sus puntos más profundos y duros. La brujería, que puede transformar, destruir y crear. Todo a la vez y en una condición inquietante que sostiene al personaje y al arquetipo que encarna, como una versión sobre lo terrorífico que elabora un sentido de la identidad femenina emparentado con lo salvaje. Más aún, con un vínculo primitivo con la bruja como interlocutor de un tipo de bien y mal iniciático.

En la novela, la clásica bruja literaria se enfrenta a su padre Helios y a Zeus, por obtener su libertad. Lo hace casi de manera accidental, luego de que se hiciera evidente que poseía capacidades extraordinarias que la hacían especial, incluso en los dominios de los dioses. En medio del enfrentamiento, Helios expresa preocupación por lo que su hija puede hacer y señala que tiene “más poder del que hace sentir cómodos a los hombres”. La novela, de hecho, recorre el mito de la bruja desde la perspectiva de la mujer y su relevancia: Circe no es solamente una heroína, o cómo se le suele retratar, una villana de retorcidas intenciones, sino una bruja que debe tomar decisiones — la mayoría de las veces impulsivas — para salvar su vida, su integridad e incluso, su futuro. Al final, el personaje de Miller es la encarnación de un tipo de percepción sobre lo femenino que resulta sorprendente, aunque en realidad es muy antiguo. La mujer incómoda, transgresora, subversiva y por todo lo anterior, peligrosa.

Para la profesora de literatura renacentista de la Universidad de Exeter, Marion Gibson, la cuestión acerca de la mujer con poder — ya sea figurativo mágico o real político — va mucho más allá. Para la escritora, la bruja y su capacidad para crear caos es en realidad una exploración sobre el temor al desorden y a la pérdida del control intelectual, una idea común durante el siglo XV y en especial, en lo respectivo a la idea religiosa. En su libro Reading witchcraft (1999), la autora analiza la idea de la bruja y el poder mágico como la transgresión definitiva, en una Europa medieval arrasada por la necesidad del catolicismo de unificar creencias en beneficio de su expansión política. Eso motivó al Vaticano a la persecución de la imagen de la mujer sagrada.

En especial, la encarnada por la independencia de conocimientos. Para el mundo antiguo precristiano, la mujer sabia o poderosa, la sacerdotisa, hechicera, creadora o educadora, era una figura de poder. Tan relevante como para crear ritos y cultos a su alrededor. Para la Iglesia, que por entonces necesitaba unificar a los estados pontificios bajo una única fe, la eventualidad de creencias, dogmas y tradiciones al margen de lo eclesiástico, era un peligro considerable. Tanto, como para provocar una eventual persecución política, legal y cultural contra mujeres de importancia en tribus, aldeas y ciudades. Además de por último, arrasar con cultos basados en la adoración de diosas a lo largo y ancho de Europa.

Las brujas históricas son una combinación de lo irrealizable del ideal femenino y además, del temor a la castración y la capacidad de la mujer que suele tener cualquier cultura cuyo poder se base en la sangre, la herencia matrilineal y lo portentoso. Para Gibson, la historia nos enseña que las brujas deben ser castigadas por encarnar un tipo de prejuicio sobre la mujer muy antiguo: el monopolio de la sabiduría. A través de las épocas, las mujeres con poder han sido reinas con enorme influencia sobre sus maridos e hijos, cabezas coronadas por derecho propio, pero también, curanderas, parteras, herederas de conocimiento oral, por lo que su sabiduría debe atacarse mediante interrogatorios, torturas y ejecuciones.

El personaje de la editorial Marvel, Wanda Maximoff, desciende directamente del arquetipo de la bruja imparable emparentado con Circe. También, con la versión de la hechicera incontrolable y que solo responde a sus poderes y conciencia, como lo es Morgana. Entre ambas cosas, la nueva versión de la bruja en la cultura pop, es un vínculo con la capacidad creadora de lo femenino, pero también, personajes con varias dimensiones de profundidad. En el caso de Wanda Maximoff, el personaje recorrió un largo trayecto tanto en papel como en su versión en el universo cinematográfico de Marvel, para profundizar acerca del poder que le define.

También, de la profundidad en que esa capacidad violenta para reescribir la realidad, se emparenta con sus emociones. De hecho, al personaje tuvo un recorrido y crecimiento a través de la franquicia, que reflejo de un modo y otro su larga y tradicional historial en papel. Y buena parte de ese trayecto, demostró su poder y la posibilidad de sus alcances. En una especie de progresivo arco argumental relacionada con sus capacidades, Wanda Maximoff enfrentó a Ultron en Avengers: era de Ultrón (2015) de Joss Whedon. Después, detuvo a la Orden Negra de Thanos en Avengers: Infinity War (2018) de los hermanos Russo y también, destruir a la gema de la mente. Por último, se enfrentó al mismísimo Titán loco cara a cara en Avengers: Endgame (2019), también de los hermanos Russo.

Para la fase cuatro de universo cinematográfico de Marvel, el estudio dio a la llamada Bruja Escarlata una especial participación. El personaje interpretado por Elizabeth Olsen obtuvo una serie de origen, la primera de los programas del estudio en la plataforma Disney + y ahora, un lugar destacado en la primera película que explora el multiverso,, un concepto tradicional en la editorial. En Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022) de Sam Raimi, Wanda se muestra en todo su potencial. Y como Circe, Morgana y otras tantas figuras relacionadas con la magia caótica e indetenible en la mitología y literatura, demostró que es un personaje rico en matices, con un mundo interior cada vez más complejo y tenebroso. A la vez, que hay una clara intención de emparentar la larga serie de referencias que lleva aparejado su formidable figura, con una tradición más antigua. Wanda es mucho más que un superhéroe. Es la encarnación de la bruja contemporánea, con una clara reminiscencia mitológica.

El poder de una bruja

En los cómics, la Bruja Escarlata tiene poderes muy distintos –y mucho mayores– de los que se habían mostraron en la pantalla grande. Si en los films era hasta ahora, capaz de provocar alucinaciones y concentrar su poder de manera efectiva para destruir — como lo hizo con la gema de la mente -, en los cómics sus capacidades están más relacionados con su habilidad para manipular el tiempo y la realidad. Y mientras que el MCU no ha sido muy explícito al explicar su origen — a no ser un puñado de frases y mostrarla junto a su hermano Quicksilver (Aaron Taylor-Johnson) en la escena poscréditos de la película Capitán América y el Soldado del Invierno (2014) de los hermanos Russo — en su versión en papel, su historia es compleja y relacionada de manera directa con el mundo mutante. Pero en especial, tiene una clara reminiscencia mitológica. Wanda es poderosa, pero a la vez, es una figura trágica que atraviesa la concepción de todo lo que contiene la conciliación de la capacidad mágica y la voluntad.

De la misma forma que Circe — que era capaz de atemorizar, e incluso, asesinar a todo tipo de figuras de poder y heroicas en la mitología griega — y de Morgana — centro del misterio en buena parte del ciclo artúrico — Wanda es un equilibrio entre la humanidad y un tipo de oscuridad irrefrenable. En el mundo cómic, el personaje puede alterar las reglas de la física, manipular el tiempo y directamente, reescribir la realidad. También comparte con Circe — hija de dioses — y de Morgana — hija de hadas y magos — la salvedad que sus capacidades tienen una inmediata relación con su vínculo con un origen primigenio y orgánico. Un tipo de poder relacionado con la herencia inmediata.

En la mitología griega, Circe es hija del titán preolímpico y dios del Sol Helios y la oceánide Perseis. Procede de una conexión directa con el poder esencial de la idea de lo divino y su poder se manifiesta en su capacidad para alterar y reconstruir la realidad. Por su parte, Morgana, es el ciclo artúrico la encarnación del misterio. Como hechicera tiene habilidad para las pociones, la magia relacionada con la tierra y su figura se emparenta con la de sacerdotisas de las tierras galesas. En su versión medieval, es un hada que se enfrenta al rey Arturo y es la enemiga tradicional de la reina Ginebra, símbolo del bien. En los relatos galeses más antiguos Morgana tiene un antecedente claro que la vincula con la diosa Modron. Esta figura central en varias ramificaciones de mitologías irlandesas y celtas, es llamada la madre divina, emparentada con la tierra y cuyos poderes se relacionan con la idea del mundo, la realidad y del tiempo. Hija de Avalloc, rey de Avalon y madre del héroe Mabon, es también la encarnación de un tipo de capacidad misteriosa que explora la cualidad de la realidad. Varios de los relatos que incluyen a Modron, se refieren acerca del mundo convirtiéndose “en algo por completo nuevo bajo sus deseos” y en particular, su don para “transformar todo lo que sus ojos pueden alcanzar”.

Wanda, que tanto en el cómic y ahora en el cine tiene un poder prácticamente infinito y según la propia mitología Marvel “está destinada a gobernar el cosmos”, es la más reciente versión de una larga tradición de mujeres portentosas y temibles, transformadas en estratos de un tipo de poder tan antiguo como definitivo. La Bruja Escarlata, nacida del dolor, el sufrimiento y después, un don que subvierte por completo la idea de la realidad, es de hecho, el rostro más reciente de la idea de la bruja tal y como por siglos, la concibió el mundo antiguo.

El poder del fuego y de la oscuridad

Hija del villano mutante Magneto, Wanda nació en el mundo del cómic en 1964, cuando apareció por primera vez en X-Men # 4, bajo la autoría de Stan Lee y Jack Kirby. Por entonces, era una supervillana y miembro fundador de La Hermandad de Mutantes, una organización semiclandestina de supremacistas del célebre gen X. En su debut, sus poderes aún no estaban del todo definidos, a no ser dejar muy claro que no se trataba de algo de índole sobrenatural, a pesar de su apelativo como bruja. Solo estaba claro que Wanda podía alterar las reglas de la física (sobre todo, el tiempo) y que esas capacidades tenían una inmediata relación con su genética. Algo semejante ocurre con Circe — que utilizaba pociones y conocimiento adquirido directamente del Olimpo — para obtener magia y Morgana, a la que no se le consideraba bruja, sino una criatura directamente emparentada con el mundo de la magia.

Pero en la década de 1970, el escritor y guionista Steve Englehart cambió la historia de Wanda y decidió que sus poderes tendrían una definitiva relación con la magia, elemento que comenzaba a tener una especial relevancia en el Universo Marvel. Bajo la tutela de la poderosa y antigua bruja Agatha Harkness — que ya formaba parte de la historia de Los Cuatro Fantásticos — Wanda aprendió que, a pesar del origen biológico de sus poderes, la magia le podía brindar la oportunidad de ser mucho más poderosa. Fue un golpe de efecto que aumentó la relevancia del personaje dentro del mundo marvelita y la convirtió en un curioso híbrido entre los dos extremos más populares de la casa: Wanda era una mutante que a la vez podía controlar el mundo de lo místico, una combinación que le permitió tener una influencia considerable en todo tipo de historias distintas.

Por supuesto, la evolución de Wanda responde a la cualidad de la bruja mitológica y literaria de acudir a su origen, como una parte esencial para comprender la manera en que se conecta su poder con su linaje. Wanda, que ya se encontraba emparentada con criaturas de poder — al igual que sus referencias más inmediatas — se convirtió en símbolo del misterio. Los escritores tomaron el arquetipo de la bruja y lo reformularon, bajo la concepción de un poder total atado a la emoción y también, un recorrido formidable, angustioso y doloroso a través de ideas más potentes, inquietantes y retorcidas sobre la capacidad de la magia — como sustrato de lo sobrenatural — para influir en la realidad.

En las sombras, habita el dolor

En el mundo del cómic, Wanda atraviesa una serie de crisis mentales que dejan muy claro que además de ser uno de Los Vengadores más poderosos, también es uno de los más inestables. También, es esa fragilidad mental y la enorme envergadura de su poder, lo que convierte a la figura de la bruja en el mundo del cómic y ahora del cine, un reflejo directo de su largo trayecto por el imaginario colectivo. Como Circe — que Madeline Miller muestra herida por el desencanto, la violencia y la tragedia, para volverse más poderosa que nunca — y Morgana — que en algunas leyendas aparece enfurecida por el desamor y convertida en una figura temible — Wanda sufre violencia física y mental, que aumenta sus poderes y la vuelve incapaz de controlarlos. O mejor dicho, muestra la dimensión del dolor a través de la percepción de lo mágico como reflejo de lo emocional.

La primera gran tragedia de Wanda en el cómic (llevado después a la pantalla chica en forma parcial en la serie WandaVision estrenada en 2021), ocurrió cuando luego de disfrutar de una corta etapa como esposa y madre feliz, Vision fue secuestrado, desmembrado y por último, perdió todos sus recuerdos, lo que destruyó por completo su relación con Wanda. Por si semejante tragedia no fuera suficiente, la Bruja Escarlata también descubrió que sus hijos gemelos, habían sido creados gracias a fragmentos del alma de un viejo enemigo marvelita, el demonio Mephisto. En realidad, los niños nunca reales, sino parte de un plan más complejo que la incluía.

Para la mente de Wanda, la combinación de ambas cosas fue excesiva: se unió a su padre Magneto en su lucha supremacista y por algún tiempo, fue una temible villana que asoló el mundo Marvelita, mientras sus poderes aumentaban de manera exponencial. Poco después, obtuvo la redención — una de las varias que ha tenido en su recorrido como heroína — luego que Agatha Harkness borrara su recuerdo como madre.

En la década de los 90, los cómics relataron como Wanda aprendió acerca de la magia del Caos y más importante aún, la forma de controlar el tiempo. Más adelante, en Avengers: Disassembled (2000) de Brian Michael Bendis y David Finch, Wanda descubrió que había perdido los recuerdos de su vida como madre y en medio de una crisis de cólera, alteró la realidad con solo desearlo. El personaje llegó entonces al cenit de su poder y aunque, por último, fue vencida — y de nuevo obtuvo la redención — el aumento de su poder le permitió obtener su propia serie de cómic y también, un mundo a su medida. Uno que se hizo mucho más cercanos a las referencias históricas que le brindan forma, sentido y en especial un significativo peso, en la cultura pop.

 


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