las Lionza
Foto EFE/ Miguel Gutiérrez

Se robaron, hurtaron, la María Lionza de la Universidad Central de Venezuela. Sus dueños, la propia universidad, nada sabían de la sustracción de la escultura de proporciones para nada ínfimas. Recordemos que en el mayor centro de estudios del país se encuentra operando la llamada Misión Universidad Bella. Esa que remodela universidades a cambio de tomarlas ideológicamente con placas alusivas a muertos de ingrata recordación, o con la incorporación de manchas rojas en los símbolos de la institución, como es el caso de la USB, donde también opera la misteriosa Misión de la que nadie conoce sus alcances financieros, ni sus proyectos, ni casi nada. Opera vulnerando, eso sí, la Autonomía Universitaria. Porque los vicerrectorados administrativos quedaron ni para adorno. Todo esto acontece con el objetivo de humillar más, no solo con los sueldos, a las universidades y los universitarios. Una forma de doblegar la rebeldía nacional desde el poder. No tengamos duda alguna acerca de ello.

Pero María Lionza, la escultura, es, o era, de todos los venezolanos, exhibida allí en la Autopista del Este. Su carga simbólica no es solo religiosa, en cuanto al culto que le rinden a la diosa en Sorte, sino artística, obviamente como cualquier escultura realizada con ese fin, y cultural. Allí podíamos ver cómo le llevaban ofrendas floridas sus múltiples creyentes, con el respeto de todos, mientras que casi todo aquel que pasaba por Caracas podía deleitarse en la observación más o menos curiosa de la danta gris montada por María. También tiene la escultura en vinculación con la deidad de la que resulta inseparable una alusión cultural permanente. Justo a ella hace mención Rubén Blades en uno de los temas de ese gran álbum de la salsa que se denomina Siembra: «María Lionza hazme un milagrito y un ramo’e flores te vo’ a llevar». «Cueste lo que cueste, a la Autopista del Este lo voy a llevar». Lo cual le da un carácter internacional al culto y a la propia escultura. Recordemos que Rubén le dedicó hace dos años una canción a Venezuela que ha sido prohibida por los déspotas y su censura en nuestro país. Esto al margen.

Sin embargo, quien piense que no tiene un matiz político ni atravesado el hecho de la sustracción abrupta de la obra de arte de las entrañas de la UCV, debería recordar que también de los años cincuenta es la obra de teatro María Lionza de la ucevista y muy grande poetiza venezolana Ida Gramcko. Quien en sus memorias denominadas Tonta de capirote señala con toda claridad cómo fue Pedro Estrada en persona a su apartamento a ponerle una pistola en la cabeza por la mención directa a la libertad que hacía en varios versos de la afamada obra, estrenada con rotundo éxito en el teatro del Liceo Fermín Toro. A pesar de todo, allí está la obra, allí están los versos que sirven para recordación ingrata del oprobio dictatorial. La amenaza política sobre instituciones o personas que aspiran libertad, sobre los universitarios en particular no es novedad alguna. Peor es su concreción. Esa que no alcanzó a cumplir aquel esbirro, pero que sí lograron sobre la escultura los malandros actuales, con todo su poder.

No debe quedar como si nada el robo de la escultura afamada. Los venezolanos tenemos que exigir el retorno más inmediato de la figura al lugar que debe seguir ocupando. El lugar físico y simbólico, que no se basta con una copia deformada. Debe haber una campaña sostenida, dentro y fuera del país para la devolución de la obra artística robada. En este momento sería tal vez mucho pedir que los criminales pagaran por su fechoría. Ya habrá tiempo para ello. Pero esa escultura debe retornar a la Autopista del Este y a manos de sus propietarios custodios: la Universidad Central de Venezuela. Debe estar en Caracas. En ese sentido le propongo por esta vía a Rubén Blades que encabece la petición internacional al respecto. Usando para ello sus dos canciones. Es el más legítimo de cuantos afuera pueden realizar la solicitud por un bien cultural, simbólico y artístico de trascendencia continental. Los venezolanos se lo agradeceremos enormemente. Quien también participó en ese disco fue Willie Colón, a quien también le solicito su intervención al respecto. Aquí, los caraqueños, los ucevistas, todo el país debemos organizarnos para protestar el robo y requerir que la escultura original, intacta, sea regresada a su lugar. A los delincuentes se les puede sugerir el intercambio del original por la copia. Porque esa escultura no pertenece al Sorte. Ellos en Yaracuy deberán entender lo impuesta que resulta allí esa obra de arte ajena.

Más allá de la rumba en las montañas de Yaracuy, organizada por los malandros, está el hecho de la violación de la Autonomía Universitaria. Meterse a troche y moche en los espacios de la UCV y robarse algo de su propiedad deberá poner en alerta máxima a las demás universidades y al país. En las que quede algo hay que protegerlo de la invasión miserable del despotismo. El Bolívar Académico de nuestra USB corre también un riesgo físico, pero más simbólico. Atropellado como está por las hordas de socialistas del siglo XXI que demuestran cada vez más la tesitura que los acompaña. No por casualidad han sido cuestionados por estos días en la ONU y han sido llevados a la Corte Penal Internacional. Con esos tenemos que seguirnos fajando. No solo para liberar a María Lionza de su cautiverio, sino también a la UCV y a nuestro país, ambos, como se sabe, también secuestrados.


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