Estaba todo el gabinete madurista reunido en el Salón de los Embustes y las Tramposerías el día de la primera rueda de prensa de Maricori después de haber liquidado a sus contendores, sí, a esos mismos, a los que robaron en Monómeros, en Citgo, en Pdvsa, en las cuentas internacionales, en fin, estaban todos. El ministro de la Felicidad Suprema  y Merecida, el ministro de los Apagones, el ministro de Sin Agua No Hay Paraíso, la primerísima combatiente y la segundísima vicepresidenta. Todos ansiosos por saber qué iba a decir, y  la primera combatiente ansiaba  saber qué vestiría su rival, qué cartera, qué adornos, el peinado. Cosas de mujeres, diría un avisado. Por otro lado, en el Fuerte Pero No Tanto, en Paramaconi, estaba el Alto Mando Militar rejuntado, incluso hasta el  mayor general apodado “Tornillo de Lente” por su estatura, que jamás debió ser miembro del Alto Mando, sino del Bajo Mando.  Estaba la Aviación, la Guardia Nacional, la Marina, el Ejército y la Reserva. Mientras esperaban igualmente la oratoria de la Vencedora Primariana se entretenían cantando: “La Marina tiene un barco, la Aviación tiene un avión…”. Una parte importante del Ejército de a pie seguía estrictamente las órdenes del jefe supremo y comandante de todos los comandantes de dispararle a todo lo que se moviera y pintar de verde todo aquello que no se moviera. En la Sala de la Injusticia y la Desigualdad del Tribunal Supremo y Bien Supremo se encontraban los 65 magistrados dictando sentencias por precios increíbles, era una ganga lo que se veía. Divorcios a 40  dólares, sentencias absolutorias en casos penales a 230 dólares, particiones de herencias al 12%,  disputas comerciales al 15%. También ellos estaban pendientes de las palabras orientadoras de Maricori. Y en la Plaza de la Sirvenguenzura merodeaba el fiscal sin pito, el contralor de juguetes, el defensor del puesto y diversos embajadores, policías y público en general. Atentos como todo el mundo. Se abre el telón.  Aparece Maricori vestida de Carolina Herrera (lo nacional siempre primero) con zapatos y cartera de Oscar Carvallo  y todos los accesorios de la afamada diseñadora Sienna Lucca. Fue peinada y maquillada por el estilista de las misses Alexander Hernández.  Momento impactante.  Comienza. Yo vengo por la libertad. Yo soy la libertad. Yo voy hasta el final. Viva la libertad. La libertad es lo primero. Vamos a ser libres al fin. Hasta la victoria siempre, digo, hasta la libertad siempre. Yo, Semtei,  que estaba en la Iglesia del Calvario, donde los dos cardenales venezolanos habían instalado una pantalla gigante para oír la palabra orientadora de la Victorina Primordiana, se veía una gentará que se preguntaban unos a otros si Maricori haría algún anuncio sobre empleo, comida, servicio eléctrico, agua, gas, hospitales, medicinas, salarios. Pues no, señor, de eso no se habló nada. Qué lindo hubiese sido y qué esperanzador que Maricori hubiese aparecido en un primer mensaje diciendo: (con un telón de fondo que tuviera la imagen del edificio de Corpoelec) Yo me comprometo a solucionar el problema de la electricidad, no más apagones. O con un telón de fondo con la imagen del edificio de Hidroven: Me comprometo  a solucionar el problema del agua, no más sed, no más sequía. O con un telón de fondo con la imagen del Hospital de Niños diciendo: Yo me comprometo a solucionar el problema de la salud y el derecho a la vida de todos estos niños abandonados, sin medicinas, sin posibilidad de un trasplante. ¡Pues no! No lo hizo así. En el Salón de los Embustes, en el Fuerte Pero No Tanto,  en la  Sala de la Injusticia, en la Plaza de la Sirvengüenzura se oyó un suspiro de alivio, incluso, para asombro de muchos, todos los televidentes rojos rojitos empezaron a aplaudir a Maricori, se oían hurras, vítores y aleluyas por doquier. La primerísima combatiente sacó a bailar al mismísimo presidente Maduro. Diosdado le tiraba besos al televisor. Jorge mostraba una sonrisa sardónica, ¡Dios mío! ¿Qué había pasado? ¿Enloquecimiento colectivo?  ¿Droga milagrosa? No, señor. Nada de eso. Maricori había escogido como telón de fondo una bandera de Venezuela con 7 estrellas y no 8 como es la oficial. Le estaba diciendo al gabinete en su totalidad que todos iban presos, que todos sus símbolos,  bienes, casas de partido, viviendas, que todo lo que oliera a socialismo del siglo XXI iba a ser demolido, en una especie de asalto tipo Gaza. Le estaba diciendo a los militares que bajo su gobierno no tendría cabida ningún oficial rojo rojito y que los iba a dar de baja a todos. Le estaba diciendo a los injusticieros del Tribunal Supremo que iban “pa’fuera”. Que no quedaría títere con cabeza. Le estaba diciendo a la gente que el Carmonazo, la Salida I, la Salida II,  Maduro Vete Ya, las Guarimbas y todos los actos donde ella había participado se quedarían pálidos ante lo que significaría su gobierno bajo la consigna “Hasta el final”. No se habló de agua, de trabajo, de salud, de gas, de gasolina, de electricidad, de educación. Solo prometió patadas, mordiscos y kung fu.  Por eso el título, Maricori: “mala partida”. No te correspondía el papel de Churchill cuando dijo solo les ofrezco… blood, toil tears and sweat. Maricori no estamos en una guerra de liquidación del contrario. Y no la queremos.  Ansiamos una transición  en paz. Una tipo Mandela. Transición tranquila. Dios sepa alumbrarte. Y si no te puedes arrancar las ganas de pasarles un tractor por encima, entonces abre camino a quien sí pueda.

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