“Hoy es domingo, amor mío,

los campos están de fiesta,

un árbol vuelca su cesta

de pájaros sobre el río”.

Ernesto Luis Rodríguez

El epígrafe obedece al entusiasmo y a la firme y decidida convicción democrática que me acompañó el pasado domingo 22 de octubre. La sociedad civil, tan denostada otrora y hoy por algunos voceros gobierneros delirantes, se ocupó de organizar unas elecciones primarias autogestionadas, es decir, un proceso electoral para escoger, mediante sufragio libre, secreto, transparente y cívicamente ordenado, al candidato presidencial que habrá de enfrentarse al que postule el régimen hoy aposentado en Miraflores.

Me dirigí al Colegio Siete Estrellas, donde suelo votar, solo para confirmar que allí no sufragaría. Luego seguí al Colegio Nacional de Periodistas, sede de la avenida Andrés Bello. No había nadie, pero una amable persona me informó que sería en el Colegio San José de Tarbes donde debía votar. Imposible estacionar, di dos o tres vueltas, la cola larguísima y bajo una mandilata de aguacero. Pero la gente allí, con paraguas, sombreros, gorras, impermeables y bolsas plásticas de distintos tamaños. Otros bajo la lluvia y sin protección, con estoicismo digno de admiración.

Llegado el momento, accedí al lugar que me correspondía: 30-20, mesa 2. No tardé un minuto en marcar la X en el óvalo correspondiente al candidato de mi preferencia. Pude constatar entonces la algarabía y la emoción de las mayorías: María Corina Machado era la preferida o favorita, y los resultados han sido más que reveladores de su justo, meritorio y nada inusitado triunfo.

Como en la fábula del colibrí, fui a sufragar, a depositar mi voto en la urna electoral como si llevara en el piquito el poquito de agua que allí cabe y sirviera para apagar el incendio en que hoy está sumida Venezuela. Sé que no podía ni puedo lograrlo solo, pero creo haber cumplido con mi deber. El tribunal de mi conciencia me ha absuelto.

Conviene decir que tampoco puede sola María Corina Machado, hoy legítima candidata presidencial para las venideras elecciones en 2024, pero queda claro que unidos sí podemos enfrentar en el terreno democrático al régimen y sacarlos con votos del poder. En esa titánica tarea debemos acompañar a la candidata, despojados de egos y apetencias personales, desinteresadamente, a no ser que se trate de la recuperación de la democracia y de sus instituciones, rescatar los valores y principios de la República, acabar con la pesadilla coloreada de un rojo alarmante que huella nuestras vidas, y alcanzar así mejores condiciones de existencia. ¡Sin unidad ni a la esquina!

Siempre he tenido la certeza de que la justicia es violada también con antiguas y nuevas formas de opresión que derivan de la restricción de los derechos individuales, tanto en las represiones del poder político como en la violencia de las reacciones privadas, hasta el límite extremo de las condiciones elementales de la integridad personal. Son bien conocidos los casos de torturas, especialmente contra los prisioneros políticos, a los cuales se les deniega muchas veces, incluso un proceso normal o que se ven sometidos a arbitrariedades en el desarrollo del juicio.

Lo anterior no responde a una exageración de quien esto escribe, sino a una realidad viviente en nuestros tiempos y en nuestro suelo, que resulta imposible mantenerla oculta ni en secreto por los regímenes totalitarios, ni porque sus aparatos de propaganda hagan lo indecible por torcer la realidad de los hechos.

El hombre debe, conforme con la verdad y la justicia, gozar de su dignidad responsable, no movido por coacciones, sino guiado por la conciencia del deber. Procuremos entender la democracia como la rectitud de conciencia como base del sistema, la honestidad como norma permanente, la pulcritud en las ideas y en las formas de comportamiento.

El hombre al defender los valores democráticos, y al enfrentarse a la discriminación y a la intolerancia, no hace otra cosa que actuar en defensa propia. El hombre al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.

No es un galimatías. A la candidata ganadora en primarias María Corina Machado NO hay que habilitarla porque ella ya está habilitada, como todos los venezolanos que no han sido condenados en juicio penal mediante sentencia definitivamente firme, ni recibido tal pena accesoria.

Lo que exhibe o arguye el régimen y su atajo de seguidores como supuesta «inhabilitación», es a todo evento un acto írrito, que no produce efectos jurídicos y mal podría inhabilitar a alguien que no ha recibido una sentencia condenatoria definitivamente firme en juicio penal, como pena accesoria y por la duración de la prisión o presidio, insisto.

Solo mediante sentencia definitivamente firme (materia penal) y como pena accesoria, puede impedirse el ejercicio de derechos políticos. Así lo establece el artículo 65 constitucional.

Así las cosas, ningún ciudadano puede ser inhabilitado en sede administrativa. La inhabilitación política es una pena accesoria que sigue a una condena penal (artículos 13 y 16 del Código Penal) por presidio o prisión mientras dure la pena.

Hoy Venezuela es una enorme sala de espera con muchas esperanzas, precisamente cifradas en la figura valiente, gallarda y aguerrida de María Corina Machado.

No poseo dotes adivinatorias y tampoco tengo un psicoscopio. Sin embargo, resulta previsible lo que es capaz de hacer el régimen una vez constatado que ha perdido pueblo, su confianza y sus votos. Que ya no puede manipular con sus miserias, ni traficar con sus sueños ni conciencias.

Que no se puede estar tan cerca del dolor y seguir viviendo con normalidad. El sufrimiento es una miseria y exaltarlo una perversión más. Sufrir es malo en sí mismo y punto.

Te siento cercana, quiero abrazarte como nunca antes, como ha debido ser siempre. No me fui de tu lado, no hice lo suficiente, pero algo hice para que volvieras y tenerte de nuevo. En ti mis hijos contigo, prometo tratarte mejor y ser mejor. Gracias por volver.

¡Venezuela!

 


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