Cuando María Corina Machado planteó la salida que ofrecía el TIAR, fue acusada de desequilibrada. Algunos en la oscuridad de la guerra sucia hablaban de ser una persona con severos trastornos psicológicos, que buscaba en la política nacional la hegemonía de una élite. Los más osados la ubicaron cercana a las retorcidas ideas del nazismo. Solo bastó que le colocaran la esvástica hitleriana, como el estigma maquiavélico, para frenarla. El rencor apareció en su máxima expresión, se atacó con saña hasta el hartazgo.

Con el régimen fueron benevolentes y hasta corteses, hablaban de buscar encuentros con los responsables de la destrucción del país. En cambio, con la valiente mujer, utilizaron el látigo de sus discursos hirientes. Aparecieron viejas plumas tarifadas para enlodarla de manera reiterada.

En semanas sucesivas toda una campaña mediática para culparla de las peores atrocidades. La confluencia de sectores comprometidos con el chavismo –de ambos lados de la verja– se mostró en estos episodios untados de ruindad. La estrategia era destruir su mensaje de cambio para poder llegar a acuerdos con el gobierno. Liquidándola políticamente podrían lograr apagar las voces disidentes a sus engaños. A los oferentes del espectáculo circense les incomodaban sus posturas genuinamente venezolanistas.

Aquellos negociantes estaban absortos en sus diálogos olorosos a guiso del bueno. Su coherencia hizo posible que llegásemos al punto de caramelo de hoy. En un mundo político donde impera la traición y la deslealtad, que existan liderazgos con honradez es verdaderamente un hallazgo, la historia venezolana tendrá que reconocerle sus indudables méritos.

María Corina es un gran valor venezolano. Seguramente cometerá errores, como todos, pero su hidalguía está por encima de la de muchos. Acá todos aspiran a llegar a Miraflores, el sainete hipócrita lo disfraza con barniz de patraña. Ella asume su rol sin ocultar sus deseos. Sin dejar bien claro que primero se sale de la dictadura, por cierto, fue la primera que los catalogó así, cuánto costó que los líderes opositores la llamaran de esa forma. Cuidaban sus palabras para no herir la susceptibilidad oficial.

En todo este tiempo nadie ha sido tan coherente, al final lo que se hace hoy lo propuso hace más de un año. Ayer denostaban del TIAR, rechazaban la postura de María Corina, las aguas arrastraron los cadáveres del diálogo entre comerciantes de la política. Con los dientes apretados han llegado hasta esta orilla. Tenemos que tener la grandeza de reconocer que ella tenía la razón. Que siempre mantuvo sus principios de manera indeclinable, que la llamen radical, bueno: ¿acaso tenemos que seguir siendo tibios ante la dictadura?

Un régimen responsable de este desastre no puede ser combativo con la afabilidad de quienes negocian en contra del pueblo, estamos hablando de una administración totalitaria que tiene en su haber las peores ejecutorias. En esta coyuntura, con un severo deterioro casi irreversible, prestarse para que ganen tiempo es una verdadera traición a la patria.

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@alecambero

 

 


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