María Corina Machado, Venezuela
Foto AFP

El control que un grupo de militares ejerce en Venezuela ha impedido que nuestro país regrese al cauce democrático. Ha sido, hasta ahora, el verdadero obstáculo para la oposición que lucha para ese retorno y el principal apoyo para un gobierno que ha manejado al país a su antojo con los trasnochados socialistas del siglo XXI. Ha sido una alianza perversa que se ha anudado y mantenido por las corruptelas y una obscena impunidad. De manera que pareciera impensable que bajo este esquema pudiera presentarse una mínima oportunidad de que entregaran el poder, algo que jamás aceptarían; es decir, que se quedarían con el coroto, tal cual se jactan, aun con un resultado electoral abiertamente adverso lo que constituiría en la práctica un autogolpe.

¿Significa esto que nada se puede hacer para cambiar las cosas?Veamos: el acceso al poder y su ejercicio impúdico por los militares se los facilitó Chávez, logrando así amalgamar a todo ese estamento para sus fines pretorianos y hegemónicos. Les dio voto, participación política, adoctrinamiento ideológico y los puso “donde hay”, sin ninguna restricción contralora. Sería ocioso, por ser publico y notorio, repetir la cantidad de cargos administrativos, judiciales, electorales, políticos y cotos generadores de ilimitados recursos que el castrochavismo ha ostentado desde su propio inicio en 1999. Igual sería ocioso calificar de chapucero su desempeño que deja mucho que desear en todo sentido. Es supina su incompetencia e incapacidad.

Este cuadro siguió con Maduro en el poder, quien luego de algunos años, le dio la “patada histórica” al chavismo y se hizo de militares prosélitos, dejando de lado a los afectos del “comandante eterno”, incluso a sus familiares, y a muchos que se jugaron el pellejo en los golpes de estado que dirigió. Hoy, para sus fines electorales, apela con desvergüenza y descaro, a reanimar la invencibilidad que en el imaginario colectivo fraguó el protagonista del Museo Militar.

En el fondo sabe Maduro que puertas adentro del chavismo, en todos sus ámbitos, hay serios cuestionamientos de su terrible gestión y de su afán hegemónico. No en balde, por su precaria candidatura, trata de rescatar la verdadera base popular que tuvo el chavismo que difícilmente pueda ser endosada al madurismo. Una buena parte de esa base popular, decepcionada por el engaño y afectada por su pobreza en sus derechos mas básicos de salud, alimentación, empleo, educación y servicios públicos, no regresará a las huestes del régimen madurista. Ya no quieren saber nada del socialismo inepto que ha destruido al país y sus instituciones. Muchos se marcharon aventados por un régimen que pregonaba cínicamente que “aquí nadie se rinde”. No se rindieron, huyeron despavoridos de esta desgracia.

Los que nos quedamos, heredamos en esta coyuntura a todos esos hermanos que alejados del socialismo madurista vienen con mucho entusiasmo a darle su apoyo a la única candidata que les genera confianza y lealtad. María Corina es la verdadera outsider, a ella se le subestimó y no se percataron que por no ser una candidata convencional podía convertirse en el gran fenómeno electoral que es.

Hoy, ya en cuenta de su mal cálculo político, el régimen trata de cercarla, criminalizarla, minimizarla y sacarla de las presidenciales, con lo cual se estaría perfeccionando un gran fraude electoral, perpetrado en forma sistémica. La persecución, desaparición forzada y la represión puesta de manifiesto contra dirigentes de la causa democrática por el madurismo y su claque militar, el entubamiento de dirigentes y partidos que se prestan de lado y lado a constituirse en las “otras opciones”, las selectivas e interminables inhabilitaciones de tarjetas, partidos y dirigentes candidateables, el discrecional manejo del cronograma electoral y la casi nula observación internacional, entre otras cosas, dan cuenta de los artificios que configuran un descomunal fraude con tufo de autogolpe, algo de mayor entidad de lo sucedido en el 2018 con su “constituyente”. Ergo, estaría cantada su ilegitimidad, pues sería un gobierno inconstitucional – de facto- originado en un gran fraude electoral, que como hemos dicho es de carácter sistémico. Es difícil imaginar que sería sustentable por seis años mas un régimen de esta naturaleza.

Aún no asumen que María Corina es la única que puede darle legitimidad con su participación y/o su decisión, a las venideras elecciones presidenciales. Aún mas, es la única que puede con su liderazgo regresarnos al cauce democrático.

X: @vabolivar


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