EFE/ Miguel Gutiérrez

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. En las primarias de 2012 participaron más de 3 millones de venezolanos. Mucho más de los votantes este 22 de octubre. No se pueden olvidar las realidades por la euforia de unas primarias que fueron más pequeñas que aquellas que ganó Capriles. Recuerdo que el abanderado de Primero Justicia obtuvo casi 2 millones. Pablo Pérez unos 900.000 votos y María Corina alcanzó la pírrica suma de 100.000 votos. Eso es historia y eso es realidad. Capriles se desinfló por indeciso, falta de coraje y “blandenguismo”, mientras MCM se hinchó por decidida, retadora y vertical. Así lo aprecian la mayoría de los opositores que sufragaron por ella. Sirvan bien estas primarias para desmitificar al llamado G3 o G4 o G2 que según ellos mismos representaban a la mayoría opositora y se evidenció que escasamente podrían llegar al 5% de la masa votante, es decir, una cifra despreciable que ajusta el mapa electoral a sus realidades concretas. Bien muerto está el G4. Como dijo la propia candidata Maricori, ella recibió un mandato, un poder, una misión. Construir una oposición que reúna a la mayoría opositora, es decir, a las distintas oposiciones: AD, Avanzada Progresista, Fuerza Vecinal, Copei, Primero Justicia, Primero Venezuela, UNT, Vente, Eduardo Fernández, en fin. Ella tiene esa Gran Misión Venezuela. Si en lugar de bregar la unidad y la selección de un candidato que pueda participar, que pueda ganar y que pueda gobernar, se empeña en ser ella “la Elegida”, “la Única”, la tapa del frasco independientemente de las realidades concretas de la historia, entonces ese barco que tiene buenas velas y viento a favor va directo al naufragio. Convencido estoy yo de que el gobierno venezolano, ese que está en Miraflores, que tiene 255 de 275 diputados, que tiene la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría bajo su tutela. Ese que tiene la policía y los militares, el Tribunal Supremo de Justicia y todo el sistema judicial, que tiene 20 de 23 gobernaciones y más de 250 alcaldías, ese gobierno está totalmente dispuesto a que le impongan de nuevo sanciones antes de permitir que Maricori se inscriba como candidata mediante un acto de habilitación administrativa.  Luego de los acuerdos y de la seguridad de más de 1 millón de barriles diarios de petróleo venezolano para las gargantas de la maquinaria industrial y el transporte estadounidense, es mucho más fácil para Maduro digerir que le restituyan las sanciones que fueron levantadas, que para Biden y su gobierno. Así que más que ser una “elegida”, María Corina puede, digo debe, convertirse en una “electora”. Queda en su poder transferirle su mayoría y fuerza convocatoria a otro candidato. Queda igualmente dueña de la posibilidad de bautizar y confirmar candidaturas a gobernadores y alcaldes. A quien la gran electora le ponga su mano en el hombro tendrá una inmensa posibilidad de victoria. Y eso debe hacerlo pronto.  Corre ella, también, con el peligro de conjurar en su contra maldiciones y abominaciones si pretende usar su victoria como un mazo gigantesco para aplastar al resto de las oposiciones. El jugarse a Rosalinda: no es tiempo, ni lugar ni oportunidad, como dice el poema, de apostar el araguaney, la cobija y el sombrero. Es tiempo de prudencia, de análisis, de cálculo. Una posible facilitación para encontrar un candidato mayoritario, que seguramente triunfará, que pueda convertirse en un tránsito, en un gobierno perentorio, y en escasos años renuncie para facilitar unas nuevas elecciones donde la Machado tenga todas las oportunidades de presentar su candidatura sin mayores contratiempos. De esa manera ganamos todos y la euforia que hoy envuelve a una parte de la oposición pueda convertirse en una victoria popular, electoral, democrática, pacífica y constitucional, lejos de la conducta de despilfarro que se observa en las personas que administran mal la fortuna recibida de un acierto en el gordo de la lotería.

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@eduardo_semtei

 


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