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La propuesta de María Corina Machado y Vente Venezuela ha sido sostenida con firmeza en el tiempo: que se vayan, echados de ser necesario como parece, los criminales, para comenzar a reconstruir nuestro país. En eso se han distinguido del resto de los líderes y partidos nacionales, tal vez con la sola excepción de Antonio Ledezma y Alianza Bravo Pueblo.

El caso de Leopoldo López y Voluntad Popular ha transcurrido con demasiadas desigualdades y ambigüedades. Desde «la Salida», que se presentó como un sólido planteamiento hacia un rumbo definitivo, creíble, apoyado, cayó, con Juan Guaidó al frente, en los tres pasos para un derrotero similar: «fin de la usurpación, transición, elecciones libres». Después, se asomaron los titubeos de las extrañas»negociaciones» que derivaron en el  más que desconcertante episodio de La Carlota, ese que sirvió para la liberación del líder preso hasta entonces y ahora libre, pero desterrado. Se encamina Leopoldo, de nuevo, aferrado a la idea del compartimiento del poder con sus secuestradores, los mismos secuestradores del país.

Mientras, María Corina lo encara y lo increpa. En medio han transcurrido muchas aguas turbulentas. Entre ellas el desasosiego de la descabellada idea de la amnistía salvadora de militares que supuestamente se pasarían al lado bueno de la historia, de esta historia. No me adentraré en los predios económicos más que políticos de estos últimos dos años, por lo menos. Las negociaciones dan para pensar en mucho, una vez que se asomó la idea de amasar un nuevo gobierno, así fuera transicional, con presidentes de tribunales y con ministros perdurables de la defensa, así como con agentes del Sebin. En fin, se diluyó la tríada de acciones que llevaría a las elecciones, a la consecuente liberación del país. Ahora se diluye también la fortaleza antes incólume de la Asamblea Nacional. Como en repetidas veces se advirtió.

El año próximo traerá vaivenes políticos más hondos, por singulares razones: el desinflarse continuo de la AN reconocida y la arrogante arremetida que vaciará en el país la desconocida, sustituta ahora de la constituyente. También habrá que contar con la molestosa presencia del tiempo de las elecciones regionales; mientras transcurre la catástrofe económica, acrecentándose junto a la pluralidad de visiones, en oportunidades, inconciliables de los partidos políticos de la oposición. Todo apunta a la mayor atomización de las ideas y de las acciones. No puede ser que el país se debata entre polos tan opuestos como: el perdón absoluto de los criminales incorporados, del modo que sea, a una transición que ni siquiera aceptan y el necesario desplazamiento, para siempre, de esos mismos criminales. Esto sumado a la posibilidad de que al no existir un acuerdo político-social, una conversación seria, prolongada, fructífera, sin previas imposiciones, que oriente a todos en pos de la deseada libertad, nos veamos en el durísimo trance de soportar y hacer soportar más de lo mismo, agrandado, durante 2021.

El desenlace luce incierto hoy, a tan escasos días de la culminación de este año calendario y del inicio del próximo. La mira debe estar puesta en las libertades. En todas. En la evitación de las tragedias diarias por el hambre, la salud y la muerte y en la contención de más pesares por nuestros refugiados, por nuestros huidos desesperados. Cualquier esquivación de un sendero afortunado nos sumiría en una prolongación mayor de esta agonía ciudadana y de la República. El concierto no se vislumbra en el panorama. Peor para nosotros, así como para muchos otros. Hay que labrar ese concierto, entre todos. Luce tardía cualquier demora.


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