Es que es una barbaridad, increíble. ¿De verdad no será un fraude? Pues no, basta ver la barbuda cara del presidente de la Comisión Nacional de Primaria para estar seguro de que ese señor, porque es todo un señor, para estar seguro de su olor a santidad, o mejor a heroicidad cívica que dicen los historiadores. Pero es que son cifras nunca vistas, en ninguna parte. Solo ella  existe, con existencia plena. Los demás quedaron en otra dimensión, ¿en otro tiempo? Con razón, con mucha razón Henrique Capriles decidió esfumarse y Leopoldo, que es tan sobrado, mandó a Superlano a salir corriendo. De todos modos les cayó encima el terremoto, pero no es lo mismo que hubiese sido en cifras y porcentajes personalizados.

Estamos ante una realidad inédita. Fíjense mi caso: yo había decidido, y escrito en esta misma columna, que aun reconociendo que la cosa iba por otro lado muy distinto, yo iba a votar por Andrés Velásquez, a sabiendas de que seríamos un grupito, pero para mí él sigue siendo el del “nuevo sindicalismo” de hace cualquier cantidad de años y acontecimientos. Pero sobre todo era una manera de no votar por ella, que a mí me parece muy derechista, muy consenso de Washington, para mis manías izquierdistas. Pero cuando estaba con la papeleta en la mano, de repente me dije: «¡Carajo, a esta tipa hay que apoyarla para que pueda darle la batalla a la banda que nos manda! (rima involuntaria). Y puse mi voto, mi rayado, por María Corina. A muchos les habrá pasado lo mismo.

Ahora bien, hay que hacer dos cosas. Uno, tratar de demostrarle a la banda que nos manda (me gustó) que nada se puede hacer con semejante épica victoria, digna del libro Guinness, tales números en democracia plena. Algo muy malo les va a ocurrir si pretenden desconocerlos, o tratar de aplastarlos con el mazo de Cabello o los sofismas de Rodríguez o los gruñidos del fiscal o las incoherencias de Maduro. Deberían pensar un poco, un esfuerzo. Por una vez. Decir esto llegó al llegadero, que ya es demasiado la miseria, el dolor y el rechazo del pueblo, traten de salir airosos y sobre todo inocentes, son veinticinco años oscuros. Por supuesto, esta es una hipótesis feliz.

Lo otro es pensar qué hacer con esta realidad inédita politológicamente, no enloquecer. Un amigo mío,  seguidor de Gramsci y Althusser, le dio por pensar en una monarquía. Pero no, eso está muy desprestigiado después de que el rey de España mató al elefante y se enrolló con problemas de queridas y billetes y toda aquella despiadada novela de Diana, tan triste. Además, no pega con estos trópicos. Lo que hay que hacer es tratar de llevarla al poder, que tanto desgasta (remember CAP) y poco a poco los partidos irán reviviendo, algunos, y surgirán otros nuevos y se armará de nuevo el jaleo y se recobrará el equilibrio cuántico y hasta algún Capriles le ganará las elecciones a la muy golpeada María Corina. El mundo es así, gira, gira. Es otra hipótesis feliz.


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